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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Cine negro. Intriga Un capo de la mafia decide apoyar en las elecciones a un candidato reformista. Su hombre de confianza piensa que ha tomado esta decisión porque se siente atraído por la hija del político. Todo se complica cuando el hijo del candidato es asesinado y todas las sospechas recaen sobre el gángster. (FILMAFFINITY)
1 de marzo de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque nunca lo dice, no es difícil adivinar que, para Ralph Henry, el candidato a gobernador, su hijo Ted es un mantenido, un ludópata… un cabello enredado en el prepucio al que uno comienza a sentir ¡justo cuando va de pie en el metro recordando la juerga de la noche anterior! Por eso, cuando Ted es encontrado muerto, no es él sino su hija Janet, la que más se esmerará en averiguar quien mató a su hermano, aunque también, Ed Beaumont, amigo y empleado de Paul Madvig -rival político con altos intereses en los Henry-, tendrá buenas razones para entrar en las indagaciones.

“LA LLAVE DE CRISTAL”, título extraído de una frase que dirá Madvig: “Henry me dará la llave de su casa. Una llave de cristal” (¿Un anhelo que se cumplirá? ¿Una aspiración frustrada?) tiene muchas sorpresas para ofrecernos, con una novedosa trama de film noir que surgió de la siempre brillante pluma de Dashiell Hammett, el escritor mejor recordado por “The Maltese Falcon” o “The Thin Man”, aunque, “LA LLAVE DE CRISTAL” no descuenta en nada la calidad que guarda.

Llevada ya al cine, en 1935, bajo la dirección de Frank Tuttle y con George Raft en el rol que ahora ejerce Alan Ladd, la novela de Hammett (publicada primero como un serial en la revista Black Mask en 1930 y editada en libro al año siguiente), resulta halagadora desde el entramado, pasando por el especial carácter de sus personajes, hasta llegar a ese impredecible resultado que tira por la borda todas nuestras conjeturas. No hay aquí un detective en el término exacto de la palabra, apenas veremos un par de cadáveres en el piso… pero, la pulcritud de su desarrollo es arte puro y nos deja satisfechos a plenitud. Con razón, el propio escritor la consideró siempre la mejor de sus novelas.

Stuart Heisler, quien tomara el timón de esta segunda adaptación cinematográfica (trasladada a guion por Jonathan Latimer, con muy pocas modificaciones) logra recrear la historia con tanta eficacia que, hasta Alan Ladd, luce Grande en su simpático rol de detective amateur, soportando la presencia de Jeff, el duro guardaespaldas que lo ve como a un muñeco de trapo, y de tanto en tanto, con opción de elegir entre Janet Henry (Verónika Lake) o Eloise Matthews (Margaret Hayes) aunque, no sé porqué, nunca se da por enterado de que también podría pensar en la preciosa hermana de su amigo, Opal Madvig (Bonita Granville), una chica cuyo duelo de seguro no va a durar mucho.

William Bendix (Jeff), gran amigo de Ladd por fuera de los sets, y con quien volvería a encontrarse en otros títulos como “China” o “The Blue Dahlia”, logra que las escenas de acción tengan un fuerte impacto, complementadas con la eficaz composición de planos que logra el director Heisler, quien se demuestra aquí en uno de los más sólidos momentos de su carrera.

Termino, sin poder evitar hacer mención de Frances Gifford -la linda enfermera que se ocupa de Ed en el hospital-, una actriz que había estado en filmes tan valiosos como “Stage Door”, “Mr. Smith goes to Washington” o “The remarkable Andrew”, quien, algunos años después, resultó gravemente herida en un accidente de tránsito… y sus secuelas complicaron a tal punto su estabilidad emocional que, desde 1958, comenzó a ser tratada de manera periódica en hospitales mentales, hasta el fin de sus días.

Título para Latinoamérica: “EL HOMBRE QUE SUPO PERDER”
Luis Guillermo Cardona
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