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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama Ramón (Javier Bardem) lleva casi treinta años postrado en una cama al cuidado de su familia. Su única ventana al mundo es la de su habitación, que da al mar, donde sufrió el accidente que interrumpió su juventud. Desde entonces, su único deseo es morir dignamente. En su vida ejercen una gran influencia dos mujeres: Julia (Belén Rueda), una abogada que apoya su causa, y Rosa (Lola Dueñas), una vecina que intenta convencerlo de que vivir ... [+]
17 de enero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En toda sociedad va surgiendo, de tanto en tanto, una particular tendencia que rompe con ciertos cánones culturales, pues, entre algunos sectores se comienza a ver las cosas desde otra perspectiva, al tiempo que se motiva una nueva práctica a la cual se van acogiendo más y más personas hasta que, de pronto, ésta nueva costumbre llega a los recintos del poder y, desde aquí o desde las bases primarias, comienza a gestarse una lucha para buscar que dicha práctica consiga legalizarse, de tal manera que se corten los prejuicios, los juicios opuestos al cambio, y cualquier otra barrera que obstaculice el libre ejercicio de dicha actividad.

En el surgimiento de estas luchas, puede haber motivaciones evolucionistas (establecimiento de gobiernos laicos, eliminación de la burka en el islamismo…); afanes humanitarios y civilizados de erradicación de la violencia contra determinadas comunidades o especies animales (la mutilación genital femenina, la xenofobia, la prohibición de las corridas de toros…); defensa de los derechos humanos (abolición del celibato, erradicación de las torturas en las cárceles…). Contra estas y muchas otras luchas, estoy y estaré plenamente de acuerdo, siempre que sienta en mi fuero interior que mejoran la calidad de vida de todos los seres vivos, que ofrecen respeto y equidad a las diferentes sociedades, y que garantizan el ejercicio de la libertad, siempre que ésta sea bien entendida y no asumida como el derecho a atentar contra los demás o contra la propia persona.

En este sentido, no puedo estar de acuerdo con la defensa de la eutanasia, primero porque no considero digna, y mucho menos lúcida, la muerte autoinfringida como renuncia a la lucha o como respuesta a un sentimiento de impotencia (no me cabe imaginar ni a un sólo espectador que, al final de “MAR ADENTRO”, haya sentido alguna sensación de triunfo o de conquista con la decisión del personaje). Segundo, porque tengo dos convicciones que aquí aplican: una, que nunca sucede nada mejor que lo que al final sucede, y por esto, aceptar lo que nos trae la vida y acoger lo que se tiene, sin descontar el esfuerzo de superación o la esperanza que son nuestros alicientes, es de hombres con carácter. Y dos, que aquello que “se nos quita” es única y exclusivamente lo que ya no necesitamos para nuestro proceso. La única discapacidad es la de la mente, todo lo demás son limitaciones físicas omitibles. Y esto era posible para Ramón Sampedro, a quien la vida dotó de fuertes sentimientos y de talento para la palabra, con lo cual pudo publicar un par de libros y motivar algunos amores. Pero nunca entendió este hombre, que lo único que faltaba en lo que a él le ocurría, es aquello que, cada tanto, se negaba a dar.

Por lo demás, el filme resulta fuerte en el drama, pero debo decir que la deficiente vocalización de Javier Bardem y de al menos otro par de actores, me obligó a ver la película con subtítulos… ¡en español! Sólo así conseguí acceder a la plenitud de los diálogos.
Luis Guillermo Cardona
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