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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Musical. Romance Terminada la Segunda Guerra Mundial, Jerry Mulligan (Gene Kelly), un pintor americano, se queda en París y expone sus cuadros, que nadie compra, en Montparnasse. Un día tiene la suerte de conocer a una americana millonaria que decide promocionarlo. Al mismo tiempo, conoce a una dependienta y se enamora de ella. (FILMAFFINITY)
6 de julio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imposible negar que el productor y letrista, Arthur Freed, tenía un gran oído, una fuerte sensibilidad literaria y sobre todo una gran capacidad para distinguir donde había talento. A él le debemos renombrados títulos cinematográficos como “The clock”, “Ziegfeld Follies”, “Summer holiday”, “Singin’ in the rain”… y entre otras cosas, fue el gran impulsor de estrellas como Judy Garland, Gene Kelly, Cyd Charisse, Leslie Caron y muchas más. Recibió dos premios Oscar y fue condecorado Caballero de la legión de honor francesa por sus aportes al arte cinematográfico.

Cuando conoció el rapsódico ballet que, George Gershwin, escribiera durante su estancia en la capital francesa, titulado precisamente “Un americano en París” (1928) con una duración aproximada de 19 minutos, Freed -como luego nosotros y como mucha otra gente-, terminó encantado con las magníficas y enérgicas melodías que el ascendiente ruso había incorporado a esta obra. De inmediato quiso llevar este ballet al cine y luego de haberlo filmado en una linda coreografía que recrea un insaciado anhelo de su protagonista (en el filme se incorporaría antes del final), el guión le fue encargado a Alan Jay Lerner quien, extrañamente, se llevaría el premio Oscar por una historia que, a criterio nuestro, es lo más débil de este agradable y muy simpático semi-musical.

A su favor, “UN AMERICANO EN PARÍS”, cuenta con unas encantadoras coreografías de Gene Kelly que se caracterizan por dar participación a la gente del común (ancianas, niños, gente de la calle) y en ambientes populares sin mayores arreglos coreográficos, a excepción del ballet final con el que se rinde tributo al gran compositor americano que falleciera a los 39 años de un tumor cerebral. También resulta muy grata la participación del nuevo descubrimiento hollywoodense, Leslie Caron, quien con su gran talento como ballerina, logra mantenerse a la altura de su talentoso partenaire; y con esa inmensa ternura que logra reflejar en su particular rostro, consigue ganarse muy pronto nuestra ya eterna admiración. Muy agradable resulta también, que se recreen personajes (Jerry, Lise, Adam) que no son precisamente héroes ni triunfadores, sino gente del común que, aún con sus carencias, consiguen disfrutar a plenitud lo que la vida les ofrece.

No obstante (citaré aquí aspectos del desenlace), duele lo que se hace con un personaje tan importante como Milo Roberts (estupenda Nina Foch), una muchacha que luce bastante atractiva y que, además, es emprendedora, brillante y bien intencionada, y no está nada bien como Jerry actúa frente a ella. Se radica así un populismo de mala factura con proyección a castigo, que no creo que deje contento a nadie porque, es un hecho que no hay razón de peso que lo justifique.

También resulta muy vaga en el cuento, la manera como Henri Baurel acepta devolver lo que sentía que era plenamente suyo. Y osando interferir como guionista a destiempo, creo que hacer que Milo y Henri se unieran, hubiera sido muy conveniente para ese aire de canto a la vida en que se regodea la película, pues bien observado, también éste era un cantante prometedor y hubiera sido del gusto de la agradable Milo. Pues, hay que decirlo, no tiene futuro el amor que se obtiene tras hacer daño a otros.

En todo caso, se consigue pasar un rato bastante agradable y Vincente Minnelli sigue confirmándose como un hábil director, con especial virtuosismo en el cine musical, aunque confieso que me ha complacido más en el género dramático.

Título para Latinoamérica: “SINFONÍA DE PARÍS”
Luis Guillermo Cardona
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