Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama En el verano de 1935, en la frontera entre China y Mongolia, dominada por señores feudales y bandidos, los miembros de una aislada misión americana se encuentran desamparados tras la invasión del país por parte de Tunga Khan. En respuesta a la urgente petición de un médico por parte de la misión, es enviada la doctora Cartwright, una persona de ideas modernas. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2010
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo en la existencia de varios tipos de ateos. Entre los que he podido detectar, menciono: 1. Los que pregonan que creen, pero hacen todo lo contrario de lo que, la moral y los principios, reclaman. Éstos, son unos hipócritas y abundan en las iglesias, en los gobiernos y en casi todas las instituciones. 2. Los que maldicen, vituperan y rechazan cualquier mención que se haga del Creador, y de paso, maltratan, humillan e irrespetan. A éstos nos los topamos entre los emergentes, pero, también en las universidades y entre los intelectuales que condenan a Dios por la acción de las iglesias. Y 3. Aquellos, cuya experiencia y conocimiento, los lleva a descartar cualquier posibilidad de que exista Dios. Son agnósticos, porque han tratado de explicarlo intelectualmente y han querido verlo con sus propios ojos; lo han esperado ante el dolor de sus semejantes y frente a las carencias del pueblo, y al no hallar ni ver respuesta alguna, su razón deniega cualquier opción de prueba fehaciente. Pero, estos últimos, suelen ser seres de corazón sangrante, humanistas plenos que, aunque se muestran displicentes e incluso irreverentes en algunas ocasiones, a la hora de la verdad dan cuenta de una capacidad de compromiso y un espíritu de sacrificio como muy pocos tienen... y son éstos, quizás, los seres más valiosos que podamos encontrar en nuestra vida, porque no esperan nada, dan sin interés alguno, y no guardan esperanza en recompensas divinas.

Como sabiamente dijera, Srila Prabhupada: “Un devoto puro no desea ser promovido a los planetas celestiales, ni busca la unidad con el creador; tampoco la salvación o la liberación del enredo material. Un devoto perfecto no tiene otro deseo que el de complacer a la Suprema Personalidad de Dios”. Los ateos con conciencia, como los últimos que mencionamos, ejercen su pequeño grado de divinidad sin siquiera ser conscientes de que lo poseen, y esto es, precisamente, lo que los hace grandes. Los verdaderos santos jamás consideran que puedan ser santos.

Lo que me atrae de esta modesta, pero sentida despedida del director, John Ford, -quien se basó en un guion de John McCormick y Janet Green- es la clara confrontación que hace entre un ser que se dice creyente, pero que, en su ejercicio, es dogmático, conservador y dictatorial, y otro ser que se muestra irreverente, escéptico y mundano, pero que cree en los demás y valora profundamente sus existencias, aunque ésto para ella tenga un límite.

Así es, la doctora Cartwright (una efectiva, Anne Bancroft), quien llega a la Misión Unificada Cristiana, en la China de 1935, y de la cual es directora, Agatha Andrews, una mujer cuyo apego a las reglas hace de aquel lugar un sitio tan desencantado y frío como un pozo séptico.

El resto es muy liviano, con algunos excesos y algunas falencias, pero nos queda para el recuerdo un personaje aleccionador... y esto se agradece.
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow