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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Western En 1868, trescientos indios cheyennes expulsados de sus tierras vivían miserablemente en una árida reserva de Oklahoma. Tras esperar en vano una solución de las autoridades de Washington, sus jefes decidieron emprender un largo viaje hasta sus praderas natales. Pero la huida fue descubierta y la caballería salió en su persecución. En el primer combate murieron el comandante Braden y ocho de sus hombres. Cuando se supo la noticia, ... [+]
14 de julio de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Sorprende el último western de John Ford! Un plausible intento de redimirse que, quienes reconocemos la gran valía de las culturas indígenas y sentimos profundo respeto por las minorías raciales, lo acogemos con agrado y con humilde aceptación. <<EL GRAN COMBATE>> (título en español muy impreciso), resulta un filme de gran valía porque -tras ese puñado de westerns pro-yanquis, reaccionarios, fascistoides y racistas, que el mismo Ford había aportado para servir de tapadera a las ignominias históricas cometidas por el estado norteamericano contra las culturas nativas-, verle, pocos años antes de su retiro, mostrando con objetividad la realidad que ha padecido el pueblo Cheyenne, es algo que lo redime, pues, recupera parte de su extraviada ideología.

Con un guion escrito por James R. Webb, ahora se nos permite mirar la cara sombría de la moneda y vemos a un pueblo aguerrido, comunitario, con grandes valores morales y culturales, viviendo en una árida reservación del tamaño de una estampilla de correos, ubicada en el desierto y vigilada cual si fuera una cárcel para que no se les ocurra a los nativos traspasar sus linderos y acercarse a las tierras de la “civilización”. Allí, les han incumplido todas las promesas, los mantienen racionados en sus alimentos y se les impide desarrollar los avances propios de su cultura. “Hasta un perro puede ir a donde quiera ir, pero un Cheyenne no”, dirá con contenido dolor uno de sus jefes.

Aunque yo le cortaría unos cuantos metros a diversas escenas y siento que la secuencia con Wyatt Earp y Doc Holliday, aunque entretenida, es mera autocomplacencia y gusto de incluir a dos de sus actores favoritos (James Stewart y John Carradine), la película reluce con su gran reparto encabezado por Richard Widmark (el capitán Archer), un hombre que se duele de lo que el Estado hace con los "indios" y se pone a punto de perder su rango por querer ser justo. Carroll Baker, la consecuente maestra dispuesta a sacrificarse para defender a los niños huérfanos que viene dejando el infame atropello. Ricardo Montalbán y Gilbert Roland (Pequeño Lobo y Cuchillo sin filo), quienes heredan el mando tras la muerte del cacique, y asumen con su pueblo la larga y penosa caminata hacia su antiguo feudo, contra los rigores climáticos y la oposición enconada del ejército azul oscuro. ¿Y qué tal esa presencia de, Patrick Wayne, el hijo de John Wayne, emulando a su padre en su odio por los indios y poniendo luego esa cara de “bueno, ya entendí”.

Asistimos también a una espléndida despedida del Monument Valley (con imágenes en 70 mm) donde, Ford, gestó aquellos inapropiados, pero bien rodados westerns de antes; y presenciamos un drama con toques verdaderamente humanos surgidos, en principio, de la pluma de una mujer, Mari Sandoz, autora de la novela "Cheyenne Autumn" (1951), y complementados con la novela, "The Last Frontier" de Howard Fast, que hace de éste filme el último bastión de una prolífica obra cinematográfica que, aunque llena de altibajos, dejó para la posteridad algunos títulos realmente magistrales.

Título para Latinoamérica: <<EL OCASO DE LOS CHEYENNES>>
Luis Guillermo Cardona
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