Es terminar la película y ratificarte en aquello que has visto durante el desarrollo de la misma.
Se trata de una película que, a medida que avanza, te das cuenta que asistes a algunos pasajes por los que pasa sin pena ni gloria o, en otros casos, que podría haber hecho mucho más.
Sobretodo, lamentas que la extraordinaria vida del protagonista podría haber dejado una impronta en los espectadores más profunda y menos facilona de lo que pretende.
Sin ser un experto en cine, ni mucho menos, me doy cuenta que me expone la historia con demasiadas cautelas, sin apreciar progresivamente la evolución del protagonista. Aunque esto no impida deducir que Whitaker evolucionará en algún que otro momento, llegas a creer que el mayordomo ha sido toda su vida un esclavo doméstico sin personalidad alguna.
El personaje real ofrece muchos más matices para apreciar el desarrollo del personaje, en cambio, queda como un personaje plano y previsible.
Otra cosa que me llamó la atención y no me gustó fue la caracterización de algunos personajes. Que Oprah intente pasar por una mujer de treintaitantos y te siga pareciendo más vieja que en la vida real, es para tener una reunión con los de maquillaje. Nunca me dio la sensación que su personaje envejecía, sino que siempre fue una mujer mayor que sólo al final envejece del todo. Igualmente, Whitaker, aunque está mejor, no resulta tampoco demasiado creible a los treintaitantos. ¿Tanto costaba poner dos actores/actrices para desarrollar una vida tan larga?

En todo caso, terminas viendo toda la película porque la historia te dirige a un final que quieres cerrar y la evolución contextual de la Casa Blanca en la cuestión racial siempre me ha interesado.

Pero eso, una peliculita para pasar el rato que, a pesar de sus pretensiones insatisfechas, te permite conocer la historia de un personaje particular en un ambiente racista como la Casa Blanca de aquellos años.