Típica cinta adolescente cosechada en los ochenta y que pretende hacerse un hueco en alimenticio “teen horror” con añadido elemento de ultratumba: en éste caso un cantante de rock de dudosos códigos éticos y entregado a la obscenidad de sus canciones, muerto en un incendio y que renace a través de la escucha de su disco póstumo: con frases al revés e invocándole de nuevo de entre los muertos. El responsable: el chico marginado de siempre que lo adora como a un dios y que llora su muerte sintiéndose solo y a la suerte de las bromas inaguantables del otrora típico chico más popular e la escuela y sus secuaces.

Esta gamberrada fue perpetrada nada menos que por Charles Martin Smith, un actor secundario que se dio a conocer en películas como “Starman” (1984) de John Carpenter y que perteneció a uno e los intocables de Elliott Ness en la aclamada versión que realizó Brian De Palma en 1987.

Con el auge de Freddy Krueger, entre otros, tenía que aparecer éste híbrido de Alice Cooper y Steve Vai que ameniza su fiesta de Halloween en el instituto de secundaria de rigor en que los estudiantes entregados a la euforia pueden convertirse en sus fans o víctimas.