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Voto de Natxo Borràs:
10
Cine negro. Intriga Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. (FILMAFFINITY) [+]
4 de junio de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una ciudad dividida por la frontera de Méjico con EEUU se produce un atentado en el lado estadounidense. Las víctimas son un reputado constructor y su compañera bailarina de un club de striptease en el lado mejicano. Dos agentes, cada uno de su lado en la frontera, Quinlan (Orson Welles) y Mike Vargas (Charlton Heston) vivirán una intensa división entorno al entramado del asesinato que acabará con un enfrentamiento entre ambos, perpretado más por las ansias de Quinlan de acabar con lo que cree que es la desfachatez de Vargas en descubrir la verdad, aunque por ello tenga que aplazar su luna de miel con su esposada Susan (Janet Leigh).

Junto con las prodigiosas “Ciudadano Kane” (1941) y “El Cuarto Mandamiento” (1942), éste indiscutible clásico del cine negro que deja la trama principal a un lado para narrarnos de forma vertiginosa un enfrentamiento entre sus protagonistas, “Touch of Evil” (1958) no solamente confirma que Orson Welles es un maestro en la técnica sino que tiene su hueco particular de autor en el Meca del Cine. Prueba de ello nos sugiere el malabarista plano-secuencia de tres minutos. Todo un desafío al cámara, actores y a la paciencia de un equipo pero un regalo al cinéfilo. Y tal vez Alfred Hitchcock lo habría hilvanado o aprovechado para desenlazarnos sorpresas a posteriori. Aunque el director inglés experimentó con dicha pirueta en varios planos ensamblados como si fuera uno, tal obra de teatro cinematográfica que representa la trama criminal en un solo escenario en “La Soga” (The Rope, 1948) o como haría Brian de Palma en “Snake Eyes; Ojos de Serpiente” (Snake Eyes, 1998) para introducirnos en la trama del asesinato de un político en un estadio en que se disputa un combate de boxeo.

Orson Welles se permite rodar a su libre albedrío sin dar explicaciones a nadie. Y si para ello tiene que ponerse también delante de las cámaras y con cuarenta y tres años de edad, aparentando sesenta, mejor aún. El blanco y negro envejece y el postizo disimula pero no su oriunda y magnánima presencia que engulle la pantalla. Pero si además a su personaje de Quinlan le añadimos un perfil de villano homófobo, racista, corrupto pero de trágicos pasados, que anda a cuestas con un bastón y sentido del olfato detectivesco más astuto que un ratón, y que se jacta de su carácter y decadente, el resto de la historia es Historia (fenomenales y reflexivos encuentros de cáliz crepuscular que tiene su personaje con Tanya, interpretada por una Marlene Dietrich teñida de oscuro).

Welles nos brindó con otra obra maestra absoluta. Imprescindible para todos los amantes del Cine.
Natxo Borràs
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