Ang Lee filma la gran película que todo director busca, su obra maestra. Y como los grandes directores de todos los tiempos encuentra aquí a su musa inspiradora: Wei Tang. Ella sola desarrolla un papel donde acaso los calificativos no sirvan para demostrar cabalmente su superlatividad actoral en este film. En uno de sus primeros papeles como protagonista (sino el primero), esta bella y joven actriz nos enamora definitivamente. Nos colma de belleza, atracción, osadía, valentía, prepotencia, confianza y una lujuria que conmueve los huesos (y la mente). Me atrevería a decir que luego de verla y salir del cine, casi ninguna mujer logrará enamorarme jamás, es decir, que además de todo lo que mencioné antes, ella también es peligrosa. Y la historia, ¡gran historia!, magistralmente filmada por Lee, con las escenas de sexo explícito en primer plano, realmente una delicia obsevar estas escenas donde la cámara se inmiscuye en todos los ángulos posibles, enfocando a dos amantes en pleno disfrute sexual. Por supuesto, está Tony Leung que junto a Wei Tang compone un personaje como solamente él nos tiene acostumbrados, sin fallas y sexualmente atractivo en todo sentido, nos brinda un trabajo grandioso. Este filme cumple todos sus objetivos en cada concepto cinematógráfico. Pero es la gran historia, la forma en la que está contada, la manera en la que está filmada y la inolvidable actuación de Tang, las que nos pone en un lugar de privilegio: el de estar viendo una de las películas imprescindibles de la historia del cine.