Al entrar al cine creía que iba a ser una película más. Desde el primer momento me llamó la atención su puesta en escena con la que Burger consigue trasladarte al ambiente de la capital austriaca, por lo menos al concepto que yo me llevé de la fántastica Viena actual, la cual tiene mucho que ver con la de principios del siglo XX. No es lo único porque también alcanza introducir al espectador en una historia llena de misterio en la que unos personajes que crees conocer(en unas interpretaciones más que correctas y contenidas del trio protagonista), te absorben hasta el punto de formar parte de una intriga juguetona, que desde el principio hasta el final al estilo clásico, incita a no pasar por alto ciertas dudas a nivel moral, místico, terrenal o lo que sea que te llega a plantear la trama.

Lo mejor es que al salir del cine tienes esa sensación que te aporta muy pocas películas y que sigue confirmando que el cine el mágico y que vive de la ilusión, ilusión que yo tengo por volver a encontrarme en breve con otro film así.