El mundo de la animación implica, solamente por el concepto que comprende la palabra, una forma más de hacer cine. Sin indagar en una lluvia de definiciones ni debates, el título que aquí se comenta comprende, de principio a fin, una de las más pulcras y prolíficas representaciones de la animación como medio para crear una obra artística. Rurouni Kenshin: Tsuiokuhen es eso, arte en el más estricto sentido del concepto.

Épica y, sobre todo, entretenida; desde los primeros minutos el espectador se encontrará frente a una historia oscura, violenta, trágica y triste que describirá el perturbador pasado del protagonista de la serie que esta obra precede, su evolución y el origen de sus convicciones. Shinta, un niño huérfano, se verá envuelto en una masacre, cotidiana en los tiempos que corren, cuyo desenlace desencadenará en el comienzo de una nueva vida y un nuevo nombre. A lo largo de los cuatro capítulos que comprende esta OVA queda plasmada la evolución tanto psicológica como filosófica de uno de los más peligrosos asesinos del Bakumatsu, dotando de un poco de belleza surrealista los momentos más introspectivos y desgarradores de los personajes.

A diferencia de la serie de animé, el humor de esta entrega se hace a un costado para contar una historia para adultos, sin chistes ni las sonrisas alegres que Kenshin larga a cada minuto en compañía de sus amigos. Sangre, lágrimas y política se mezclan en un trabajo muy pulido y técnicamente cuidado a la perfección: desde el encuadre de los planos hasta los aparentes movimientos de cámara; la acertada paleta de colores y su saturación en cada una de las escenas; la sobriedad de un guion dinámico, con un cierto grado de profundidad emocional y filosófica en determinados diálogos y muchas referencias históricas; son algunos de los aspectos a destacar de lo que comprende la etapa de producción del filme, radicalmente distinto en este aspecto respecto de la obra original, más infantil y con mucho menos detalle estético. Si estuviese interpretada por seres humanos no habría una diferencia sustancial apreciable en el resultado final.

Párrafo aparte para la ya harto alabada banda sonora. Aunque por momentos repetitiva, porque así lo demanda el transcurso de los capítulos, cuadra a la perfección en cada situación donde comienza a sonar. Elogiable composición a cargo de Taku Iwasaki, quien logra despertar todo tipo de emoción delegando el trabajo a un arreglo de cuerdas, un piano y una orquesta sinfónica. "In Memories", "The Will" y "The War of The Last Wolves" merecen difusión a nivel global.

Se trata de una obra realista, con contenido histórico y una precisión técnica comparable y hasta por momentos superior a otros gigantes de la animación japonesa como Evangelion o Ghost in The Shell; todas obras que, al fin y al cabo, rinden un merecido y conmovedor homenaje a la animación como método para hacer arte, cada día más escaso en la era de la animación 3D digital y la errónea aseveración del cine animado con el público infantil.
Visionado más que recomendado para amantes del cine en cualquiera de sus formas.