El cómico Lenny Bruce abrió caminos a la libertad de expresión, que parece vuelven a cerrarse. La incorrección política, los chistes de homosexuales, de lisiados, de gonorreas de primera dama, de sexo oral o de eyaculación en los 50-60 debió perturbar a bastantes audiencias alejadas de los clubs de striptease en los que solía actuar. Condenado y rehabilitado a título póstumo, su importancia la expone maravillosamente Bob Fosse, en una película que plantea la hipocresía de una sociedad y de una época que definitivamente ha vuelto. Ahora poner en la diana humorística ciertos temas está tachado de mal gusto y asistimos a miles de disculpas por palabras, frases o gestos que ofenden a muchos grupos de presión faltos de sentido de humor. Es estupenda la recreación de las actuaciones de una comicidad muy vigente en garitos y mejores audiencias, con el blanco y negro lleno de texturas de Bruce Surtees.

La dirección de Fosse se mueve con rigor en el plano sentimental y artístico. El encuentro de Lenny con su futura mujer Honey, la precipitada boda y el abismo de las adicciones me resulta más llamativa que la lucha social y judicial del artista. Tiene mucho que ver la gran presencia e interpretación de Valerie Perrine (ojo, ganó la Palma de Oro en Cannes) que se consagra en cuerpo y alma a su personaje. A medida que sale de plano Honey y se centra en los problemas legales, "Lenny" baja mínimamente el listón.