Acabo de verla. No ha pasado ni un minuto desde que abandoné el televisor y estoy escribiendo esta crítica con toda la adrenalina de los "pum, pum".
Cuatro paredes, ocho tipos y una sinopsis prima al parecer simple y nada original que Quentin Tarantino (maestro) expandió con talento, como los mejores.
Y es que de un asalto a un banco fallido se pueden sacar muchas situaciones, como se ve en "Tarde de Perros": tener a todos los medios detrás, entablar amistad con las mismas víctimas del robo y hasta revelar tu homosexualidad en el intento. Pues Reservoir Dogs busca la evolución en la trama de una forma original, sin antecedentes, sin piedad, siendo extremadamente cruel con sus propios personajes. Estoy seguro de que esto lo habrán repetido un millón de veces en esta página, pero yo también tengo ganas de gritar al mundo: ¡qué buen guión! Tarantino se exprimió el cerebro para crear cada una de las controvertidas ideas que pululan por el film, y las llevó a cabo con excelencia, con maestría, con profesión, cariño y arte.

Quentin Tarantino es un visionario, un idealista, un diseñador, un estilista, tiene clase y brillantez y explota sus cualidades como ninguno. Viva el cine negro. Viva Quentin.