Si detestas las pelis de vaqueros, o lo que me parece más sangrante, si casi nunca bebes del espíritu de sus historias, no lo dudes, esta es tu película. Aquí podrás observar quince rostros diferentes pero iguales, caballos que no galopan sino que trotan adormecidos por praderas sin fin. La acción queda lastrada por diálogos cargantes, pesados y sin sustancia. Afligidos por la falta de acción que un western como este pide a gritos. La filosofía barata y las historias para niños dominan el sonido, y no los disparos de los colts. Cháchara y más cháchara de un director que no tiene ni puta idea de lo que significa filmar un western. Normal, con menos de media docena de films y ninguna obra del género a sus espaldas, no es de extrañar que le salga un truñazo como este. Igual ha pensado que es Jim Jarmusch cuando rodaba la grandiosa Dead man. Pues no. Queda muy lejos de aquel envite surrealista. Aquí al amigo Dominik le ha dado por el realismo, pero ojo!!, realismo de salón, es decir, no enseña como se disparan los revólveres como hacía el amigo Clint sino que se empeña en sentar a todos y cada uno de los protagonistas en sillones sin fin dónde poder departir de asuntos que no interesan a nadie. Y con un Brad Pitt vacío, plano, penoso...

En definitiva, un insulto al Western que a los modernillos gustará sobremanera por tratar el género de una manera distinta. Pues sí, distinta pero también cutre, aburrida, facilona, soez... Un ejercicio de soberbia destinado al público que aborrece las películas del Oeste y que se empalma por escuchar diálogos (por dios, qué sonido más pésimo, qué sonido más pésimo...) de banqueros entre supuestos forajidos legendarios del Oeste americano. Una pantunflada adulta vestida de cine de autor y ambientada en las llanuras de Missouri, dónde a buen seguro nuestro colega Clint le hubiera metido una bala entre los ojos a este pésimo, estúpido y soberbio directorzuelo de tres al cuarto. Ve a aburrir a tu casa, anda...