Hay personas que crítican esta pelicula negativamente tachándola de ser demasiado lenta. Sin embargo ese ritmo pausado, esos amplisismos planos generales fijos por los que deambulan los personajes, planos medios de miradas, planos detalle de una niña que se mira en un espejito, el desencuentro de dos personas en la cama... son un auténtico lujo. Mantener los planos sin andar cambiandolos cada 40 segundos es simplente detener el tiempo, y en que consiste el cine sino en eso. Cada película ha de tener el ritmo que se adecúe a la narración, y por supuesto en esta no se van a encontrar los cambios de plano con movientos internos de cámara, travellings, picados, contrapicados y cámaras colgando del techo, cambios de óptica y si se mete algún efecto sonoro mejor que mejor, todo lo que sea no dar tiempo al espectador a observar, a admirar, sino llevarlo en volandas, zarandearlo, no dejarlo respirar para que no se aburra y seguramente tambien para que no analize, ya que aunque pueda ser un ejercicio válido para cierto tipo de guión, el espectador no analítico no se entera de que quizá no sea tan importante lo que le estan contando sino como se lo estan contando.
Esta película no tiene un metraje exagerado, dura como las demas una hora y media más o menos, pero eso sí, requiere entender que igual que en música hay temas mas lentos o más rápidos y eso se admite perfectamente, en cine puede y debe pasar lo mismo, hay que abrir un poco más la mente, porque seguramente los frutos intelectuales que se recogan serán importantes, un gozo que no es comparable y que personas poco pacientes o que no quieren hacer un mínimo esfuerzo (que es mínimo) nunca llegarán a tener.

En esta cinta hay que prestar atención al crómatismo, los colores ocres y amarillentos de la colmena, y que se repiten en la casa de la familia, con una alusión clara y evidente, al utilizar en la ventana un enrejado con forma de panel de abeja.