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España España · Breña Baja
Voto de burrito:
9
Cine negro. Intriga. Thriller A instancias de sus superiores, el policía Paul Sheridan (Fred MacMurray) consigue intimar con la atractiva novia (Kim Novak) del atracador de bancos más buscado del país. Se trata de que obtenga información para arrestarlo cuando vaya a visitarla. Pero, cuando ella averigua quién es Paul, intenta corromperlo. (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de serie B que supuso el primero de los 4 trabajos que realizaron Richard Quine y la por aquel entonces primeriza y jovencísima Kim Novak.
En cada una de las apariciones de esta bellísima actriz, -que sale sin sujetador y supondrá una evidente influencia muchos años después en el personaje de Sharon Stone en Basic Instinct-, emana a borbotones el enamoramiento -no correspondido- que "sufría" el cineasta por ella, que se ve favorecido por el voyeurismo inherente a la trama policial, con un Fred MacMurray convertido en una especie de álter ego del propio director. La fascinación por Kim Novak se amplifica magistralmente mediante el recurso de su reflejo en varias ocasiones en espejos.

Arranca de manera prodigiosa con el atraco a una sucursal bancaria, de enorme sencillez, -sin necesidad de ningún tipo de diálogo al haber pistolas de por medio- y con los criminales perpetrándolo a cara descubierta.

Cine negro en estado puro, con presencia constante de la noche y mucho humo de cigarrillos, en una historia de codicia y atracción sexual (destacando la autenticidad que desprenden esos besos de tornillo que se dan la pareja protagonista), con la justa carga de ambigüedad.
Tampoco podía faltar ese aura de fatalismo que planea sobre toda la película, ejemplificada en diversos detalles: ese Jefe de Policía de conducta intachable y meticulosa, infatigable hasta lograr su objetivo; el alcoholismo de Paddy Dolan -magnífico el plano en el que este se queda mirando al cartel de un bar y acto seguido se pone a mascar un chicle en vez de fumar-; el aspecto físico de Paul Sheridan (interpretado por un avejentado Fred MacMurray, pese a contar únicamente con 46 años) , que pone de manifiesto una persona baqueteada y fatigada vitalmente, poseedor de una más que probable baja autoestima, que se aferra como un clavo ardiendo a la consecución de una bolsa de dinero, tanto por haber sido su anhelo desde su desgraciada infancia, como sobre todo por el temor a no poder retener de otro modo a la chica; la caída de una taza al descolgar el teléfono un cada vez más nervioso Sheridan (signo de mal fario) ; por último, el papel importante que juega el azar, en esos encuentros entre los personajes de Paul y Ann Stewart (Dorothy Malone).

La contraposición de dos estilos opuestos de mujer no debió ser una tarea sencilla precisamente, teniendo en cuenta el físico despampanante de ambas, lo que habla muy bien de la calidad interpretativa de la Malone (en un notable esfuerzo de contención) y de los apartados de vestuario y maquillaje. La distancia entre estos dos polos se resume a la perfección en la forma tan diferente que tienen de afrontar situaciones embarazosas con los hombres: Lona McLane (Kim Novak) en una escena sentada en la barra de un bar y Ann en otra escena estando en el portal de su edificio.
También es interesante confrontar la relación amorosa de los dos protagonistas -turbia, apasionada y desenfrenada, aunque condenada al fracaso-, con la que entablan el policía Rick McAllister (Phil Carey) y la enfermera -reposada, limpia y pura, tirando incluso a idílica, pero con visos de continuidad a largo plazo-. Richard Quine no puede ocultar su preferencia en ese momento por el Walk on the wild side en vez de por el American way of life.

El bajo presupuesto de esta película condicionó un rodaje rápido, en apenas 4 semanas, e íntegramente en decorados -principalmente en interiores-, siendo aprovechada tal circunstancia para logar un ambiente claustrofóbico asfixiante; las recurrentes llamadas telefónicas son uno de los elementos que más ayudan a potenciar esta sensación. Las salidas a esas calles mojadas (también de Estudio, como mandan los cánones) y el discurrir por dentro del edificio -gracias a unos movimientos de cámara casi imperceptibles y de gran complejidad técnica por la continua apertura y cierre de puertas, así como por su recorrido por lugares angostos como escaleras, ascensores y azoteas-, suponen la única válvula de escape de esta atmósfera insana y el alivio de la tensión sexual acumulada.
Para el espectador, la observación de Rick de cómo está escenificando Ann, a su compañera de piso, la manera en que él mismo la acababa de librar de un amigo pelmazo, es el toque de comedia que se necesitaba a modo de bala de oxígeno.

El guión no tiene fisuras a pesar de estar plagado de infinidad de pequeños detalles, -como la minuciosa preparación por parte de Fred MacMurray de la habitación de la que se va a ausentar durante un rato, de modo que ninguno de sus compañeros se pueda percatar de este hecho- , es modélico por su síntesis y contiene en los diez primeros minutos varios diálogos plenos de doble sentido y una elevada carga de erotismo. La violencia está tratada con sumo pudor, sin necesidad de mostrarse sangre.

La fotografía en blanco y negro de Lester White es absolutamente sobresaliente, y en base a una iluminación bastante tenue se consigue delinear a la perfección el rostro y la voluptuosa figura de Kim Novak, así como obtener unos juegos de sombras que en nada tienen que envidiar al mejor expresionismo alemán.

La partitura musical es otro de los puntos fuertes, resaltando en cada momento el estado de ánimo por el que atraviesa cada uno de los actores y las diferentes situaciones transcurridas, desde la apacibilidad en las miradas al apartamento de la pura e inocente Ann -con esa música de violín más jovial-, pasando por una música tipo piano-bar más sofisticada acompañando al apartamento de la ambiciosa y maquinadora Lona y una melodía más nerviosa para los momentos de mayor suspense o peligro.

Una cinta, en suma, muy poco conocida y a reivindicar.
burrito
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