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Voto de TOM REGAN:
5
5,9
18.540
Thriller. Acción
Jason Bourne ha recuperado su memoria, pero eso no significa que el más letal agente de los cuerpos de élite de la CIA lo sepa todo. Han pasado 12 años desde la última vez que Bourne operara en las sombras. Pero todavía le quedan muchas preguntas por responder. En medio de un mundo convulso, azotado por la crisis económica y la guerra cibernética, Jason Bourne vuelve a surgir, de forma inesperada, cuando desde el pasado reaparece Nicky ... [+]
31 de diciembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/26(24/12/16) Esperada cuarta aventura del icónico agente amnésico, y una vez visto el diagnósticos e revela como incensaría, aporta nada nuevo, un deja vú, donde la acción ha devorado a la historia, algo que en las pretéritas era equilibrado aquí se torna en superficial argumento, sostenido sobre una endeble base que provoca sensación de estirar algo sin sentido, donde el protagonista se ha vuelto un cuasi-robot inexpresivo que apenas habla y que no deja traslucir sentimiento alguno, se parece a aquello de lo que estaba alejada en las primeras entregas, un héroe plano de acción, y cuando esta no está queda el vacío. En 2002 el director Doug Liman, adaptó al cine el personaje del famoso novelista de espionaje, Robert Ludlum, Jason Bourne (12 novelas hizo sobre el personaje), llegó a la pantalla grande con el inicio de una trilogía que influiría sobremanera en el cine de acción del nuevo siglo. El encargado de dar vida al personaje sería un joven Matt Damon, lograría excelente mezcla de dureza y fría sensibilidad. Tras dirigir Liman la primera entrega, el testigo de las dos secuelas lo tomaría el británico Paul Greengrass, este director llevaría la saga a nuevos niveles de calidad técnica. Asimismo los guiones de las secuelas le darían forma a un mundo ficticio alejado de las novelas y parecido al real, le aportarían desarrollo al protagonista, que se convertiría en una especie de antihéroe moderno alejado de los tópicos del género. En 2007 nos alejamos de él con la tercera entrega de la saga (y la mejor). Y tras la exitosa trilogía, los ejecutivos de Universal pensaron que podrían estirar el chicle con un nuevo héroe, Aaron Cross, al que dio vida Jeremy Renner, protagonizó el spin-off “El legado de Bourne”, dirigido por Tony Gilroy, guionista de las anteriores entregas, cinta que ya denotaba la decadencia de la idea. Damon dijo que no volvería a la saga sin la dirección de Greengrass, al final el empuje de la esperada taquilla hizo de nuevo la unión de realizador y actor, pero la historia no es más que una nimia excusa argumental para volver a la acción, acción sin el menor fondo ofrece esta secuela, persecuciones, tiros, peleas y destrucción, bajo la vibrante batuta de Greengrass. Aquí con guión del propio director y de su editor de cámara, Christopher Rouse, intentan hacerlo contemporáneo al meter subtramas muy en boga, como la crisis financiera reflejada en la rebelión de los griegos en una manifestación (en realidad filmada en Tenerife) el espionaje gubernamental a todos los niveles, mencionándose al famoso Snowden, y apareciendo un remedo de Zuckerberg para delinear un espionaje en las redes sociales, exponiendo un universo con señas orwellianas, pero todo se nota impostado, forzado, un plúmbeo McGuffin, sin la menor fuerza dramática, alejada de los dilemas morales que se exponían en las anteriores entregas, sobre la ambigüedad morales, la búsqueda de la identidad perdida, los traumas psicológicos, los abusos de los gobiernos, todo esto queda ya muy rancio por explotado. Lo bueno es que por lo menos entretiene por lo bien que Greengrass dirige la acción, quedando la espectacular escena en medio de una manifestación y la brillante persecución en medio del centro de Las Vegas, aunque todo salpicado con muchas lagunas y sin sentidos narrativos.
El intento de dar hondura contemporánea a Bourne, metiendo la historia en medio de asuntos universales sobre la privacidad, el espionaje cibernético, e incluso de soslayo la crisis económica, queda artificioso, se destapa como flojo asidero en el que colgar una cinta que nada nuevo ofrece, simplemente acción y más acción, todo es reducido a una simplista historia de venganza, donde el resto superfluo y un parche malavenido. Cuando la acción no está presente, el film se desploma en lo rancio, sin diálogos sólidos, sin aportar originalidad, sin frescura alguna, solo se sostiene (con pinzas tenues) por las persecuciones, peleas, explosiones, tiroteos, por lo bien que el realizador dota de vigor la acción con su cámara agitada y la edición vertiginosa que te sacude. Greengrass no arriesga en absoluto, navega por senderos ya muy trillados, lugares comunes de la saga, como la mencionada acción, el saltar de un país a otro, aquí Atenas, Berlín, Londres y Las Vegas, el dejarnos caer que las agencias estatales de espías espían (menuda novedad), pero sin tener valentía para llevar a lugares nuevos al protagonista, muy acomodaticio el realizador, tan efectista como huero de contenido.
Todo esta planicie que te mueve a emociones cero, posee además personajes estereotipados, donde los gris que humaniza ni está ni se le espera, un villano omnipotente sin alma, se mueve por motivaciones espúreas, una cuasi-becaria que de buenas a primeras se convierte en mano derecha del director de la CIA y sin mediar segundos se pone de parte de Bourne. Se añade un asesino caricaturesco que primeros nos dicen que su brújula es la venganza para después meterlo en una subtrama con implicaciones familiares hacia Bourne, este sicario de la CIA no se entiende su amoralidad, se dice un patriota y sin embargo no le duele matar a policías estadounidenses uno tras otro como patitos en la feria, hay más agujeros en la trama (spoiler) que hacen el relato algo torpón en su desarrollo, derivando en un producto tan ameno como olvidable.
Matt Damon parece más mecánico que nunca, apenas un par de frases, dejando con esto entrever lo poco que da de sí, su laconismo y nula expresividad brillan, aunque en la acción se crece. Alicia Vikander es otra bonita figura torpedeada por un rol lineal. Tommy Lee Jones da su carisma a un personaje sin dimensión alguna. Vincent Cassel es un robot sociópata, que si cuando Jason lo mata se hubieran visto sus cables interiores no me habría extrañado. Riz Ahmed aparece en un rol prescindible, aunque hace lo que puede.
El intento de dar hondura contemporánea a Bourne, metiendo la historia en medio de asuntos universales sobre la privacidad, el espionaje cibernético, e incluso de soslayo la crisis económica, queda artificioso, se destapa como flojo asidero en el que colgar una cinta que nada nuevo ofrece, simplemente acción y más acción, todo es reducido a una simplista historia de venganza, donde el resto superfluo y un parche malavenido. Cuando la acción no está presente, el film se desploma en lo rancio, sin diálogos sólidos, sin aportar originalidad, sin frescura alguna, solo se sostiene (con pinzas tenues) por las persecuciones, peleas, explosiones, tiroteos, por lo bien que el realizador dota de vigor la acción con su cámara agitada y la edición vertiginosa que te sacude. Greengrass no arriesga en absoluto, navega por senderos ya muy trillados, lugares comunes de la saga, como la mencionada acción, el saltar de un país a otro, aquí Atenas, Berlín, Londres y Las Vegas, el dejarnos caer que las agencias estatales de espías espían (menuda novedad), pero sin tener valentía para llevar a lugares nuevos al protagonista, muy acomodaticio el realizador, tan efectista como huero de contenido.
Todo esta planicie que te mueve a emociones cero, posee además personajes estereotipados, donde los gris que humaniza ni está ni se le espera, un villano omnipotente sin alma, se mueve por motivaciones espúreas, una cuasi-becaria que de buenas a primeras se convierte en mano derecha del director de la CIA y sin mediar segundos se pone de parte de Bourne. Se añade un asesino caricaturesco que primeros nos dicen que su brújula es la venganza para después meterlo en una subtrama con implicaciones familiares hacia Bourne, este sicario de la CIA no se entiende su amoralidad, se dice un patriota y sin embargo no le duele matar a policías estadounidenses uno tras otro como patitos en la feria, hay más agujeros en la trama (spoiler) que hacen el relato algo torpón en su desarrollo, derivando en un producto tan ameno como olvidable.
Matt Damon parece más mecánico que nunca, apenas un par de frases, dejando con esto entrever lo poco que da de sí, su laconismo y nula expresividad brillan, aunque en la acción se crece. Alicia Vikander es otra bonita figura torpedeada por un rol lineal. Tommy Lee Jones da su carisma a un personaje sin dimensión alguna. Vincent Cassel es un robot sociópata, que si cuando Jason lo mata se hubieran visto sus cables interiores no me habría extrañado. Riz Ahmed aparece en un rol prescindible, aunque hace lo que puede.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La puesta en escena denota es una superproducción cuidada, con un esmerado diseño de producción de Paul Kirby (“Capitán Phillips” o “Kingsman”), rodando en varios países, España (Tenerife para recrear Atenas), Alemania (en Berlín), en UK (Londres), en USA (Las Vegas, Sillicon Valley o Virginia), todo esto potenciado por la radiante fotografía de Barry Ackroyd (“En tierra hostil” o “Capitán Phillips”), esto impregnándolo de un ritmo trepidante y electrizante por la edición de Christopher Rouse (“El ultimátum de Bourne” o “United 93”). Se suma la siempre dinámica y pegadiza música de John Powell (“Shrek” o “The Bourne identity”).
Spoiler:
El sicario primero nos cuentan que está resentido con Bourne porque destapó su tapadera en territorio hostil (Siria), por lo que fue torturado, como se encargan de enseñarnos con una imagen marcada de su espalda, con lo cual se podía atisbar un motor de motivación real contra Jason, pero luego nos cuelan que fue el que activó la bomba que mató al padre de este, con lo cual tiende a la confusión. Este sicario es el brazo del terror del director de la CIA, que al parecer maneja a su antojo, al margen de cualquier control oficial, cual robot se le ordena matar y mata sin dilema alguno, y lo hace cual psicópata a policías. Cuando una vez ha escapado-salido del casino, en vez de mezclarse entre la multitud y huir, decide seguir matando cual hobby, a un poli para quitarle su tanqueta, ve que le ha visto Bourne y huye, pero porque? Si todo el film habíamos visto como este sicario quería enfrentarse a Bourne. Entre los dos antagonistas provocan una caótica y estruendosa persecución por las calles del centro del populoso Las Vegas, con decenas de coches policías tras ellos, sumado a helicópteros, y sin embargo tras los cientos de coches destruidos se bajan de los coches y acaban en las alcantarillas peleándose, y la policía ha desaparecido por arte de magia, Jason acaba con el malo y la poli sigue “missing”, inaudito. Al director del hacia, sabiendo hay un peligroso tipo tras él en el hotel-casino, lo dejan solo en su habitación, menudos lumbreras estos de la CIA, luego llega el colmo de lo ajado, llega Jason con ganas de venganza, pero como sería complejo para la audiencia que nuestro héroe matara a un tipo desarmado, Jason le encañona se lo piensa y repiensa, menudo recurso rancio, hasta que llegan agentes y le disparan, entonces, oh, sorpresa! Dewey se dispone a ejecutar a Jason y justo un instante antes aparece de la nada Heather y asesina a su jefe, puajjj. Y es que el argumento no sostiene el mínimo análisis, resulta que la CIA mata al padre de Jason porque quería que su hijo no se apuntara en Treadstone, menuda gilipoyez (con perdón), es que Jason no era mayorcito para hacer lo que quisiera? Que nos quieren decir que Jason era un clásico hijito de papa que este sobreprotegía por encima de lo este anhelara? Si Jason deseaba alistarse, se alistaría (supongo), supina deux machine. Luego está el componente sobrehumano que detenta Jason Bourne, que en esta entrega parece atomizado cual si fuera un mutante “X-Men”, le pegan tiros en las tripas, cae de varias plantas al suelo, sabe por intuición en segundos donde estará un francotirador, etc. Para darse cuenta de lo forzado de la subtrama de Deep dream con la CIA, solo hay que pensar en el ejercicio mental de pensar que hubiera cambiado en el film si esto se hubiera eliminado, pues eso, nada.
En conjunto una pasable secuela que solo hace resplandecer que es una idea ya exprimida al límite, lo malo es que ha tenido un gran éxito comercial y por tanto, seguro habrá otra secuela más, espero que si se hace haya coraje para darnos algo original. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
El sicario primero nos cuentan que está resentido con Bourne porque destapó su tapadera en territorio hostil (Siria), por lo que fue torturado, como se encargan de enseñarnos con una imagen marcada de su espalda, con lo cual se podía atisbar un motor de motivación real contra Jason, pero luego nos cuelan que fue el que activó la bomba que mató al padre de este, con lo cual tiende a la confusión. Este sicario es el brazo del terror del director de la CIA, que al parecer maneja a su antojo, al margen de cualquier control oficial, cual robot se le ordena matar y mata sin dilema alguno, y lo hace cual psicópata a policías. Cuando una vez ha escapado-salido del casino, en vez de mezclarse entre la multitud y huir, decide seguir matando cual hobby, a un poli para quitarle su tanqueta, ve que le ha visto Bourne y huye, pero porque? Si todo el film habíamos visto como este sicario quería enfrentarse a Bourne. Entre los dos antagonistas provocan una caótica y estruendosa persecución por las calles del centro del populoso Las Vegas, con decenas de coches policías tras ellos, sumado a helicópteros, y sin embargo tras los cientos de coches destruidos se bajan de los coches y acaban en las alcantarillas peleándose, y la policía ha desaparecido por arte de magia, Jason acaba con el malo y la poli sigue “missing”, inaudito. Al director del hacia, sabiendo hay un peligroso tipo tras él en el hotel-casino, lo dejan solo en su habitación, menudos lumbreras estos de la CIA, luego llega el colmo de lo ajado, llega Jason con ganas de venganza, pero como sería complejo para la audiencia que nuestro héroe matara a un tipo desarmado, Jason le encañona se lo piensa y repiensa, menudo recurso rancio, hasta que llegan agentes y le disparan, entonces, oh, sorpresa! Dewey se dispone a ejecutar a Jason y justo un instante antes aparece de la nada Heather y asesina a su jefe, puajjj. Y es que el argumento no sostiene el mínimo análisis, resulta que la CIA mata al padre de Jason porque quería que su hijo no se apuntara en Treadstone, menuda gilipoyez (con perdón), es que Jason no era mayorcito para hacer lo que quisiera? Que nos quieren decir que Jason era un clásico hijito de papa que este sobreprotegía por encima de lo este anhelara? Si Jason deseaba alistarse, se alistaría (supongo), supina deux machine. Luego está el componente sobrehumano que detenta Jason Bourne, que en esta entrega parece atomizado cual si fuera un mutante “X-Men”, le pegan tiros en las tripas, cae de varias plantas al suelo, sabe por intuición en segundos donde estará un francotirador, etc. Para darse cuenta de lo forzado de la subtrama de Deep dream con la CIA, solo hay que pensar en el ejercicio mental de pensar que hubiera cambiado en el film si esto se hubiera eliminado, pues eso, nada.
En conjunto una pasable secuela que solo hace resplandecer que es una idea ya exprimida al límite, lo malo es que ha tenido un gran éxito comercial y por tanto, seguro habrá otra secuela más, espero que si se hace haya coraje para darnos algo original. Fuerza y honor!!!