315/11(17/10/11) Interesante pero fallido propuesta, que no mala, del director danés Nicolas Winding Refn, es un thriller con reminiscencias setenteras, un cuasi-western donde el personaje central no tiene nombre, como Clint Eastwood en la trilogía de Leone, es cine que pretende mucho más de lo que puede, sus ansias de trascendencia no están sostenidas sobre pilares sólidos y es que huele a artificioso. Su guión no sostiene el menor análisis, posee más agujeros que el cadáver de Sony Corleone, su hueco desarrollo espera sostenerse a base de violencia gore gratuita (lo del reventamiento de cráneo huele demasiado a ‘Irreversible’), nos habla de los clásicos perdedores que encuentran motivos por los que vivir pero se topan con su fatal destino que los envuelve en un dramático sino, pues esto es abordado de modo simplista, sin garra, quiere parecerse al cine de David Lynch, incluso parte de la banda sonora la hace su compositor de cámara, Angelo Badalamenti, pero le falta mucho, la malsana y retorcida atmósfera Lynchiana aquí se queda en algo plúmbeo, los actores no pasan de correctos, empezando por un Ryan Gosling que parece no saber de qué va su rol, no transmite sentimiento alguno, es un muñeco sin expresión alguna, a lo que no ayuda el nulo dibujo de su personaje, este como el resto son muy planos, como el avance de la cinta que es lineal, sin apenas sobresaltos, todo es tan previsible como frío, y este es su Talón de Aquiles, la gelidez que emite, te crea una distancia insalvable con la pantalla, las emociones que manan son escasas. La película no es mala, tiene muchos elementos aprovechables, se le ven maneras al realizador, sabe rodar muy bien, la puesta en escena sombría es magnífica, con una fotografía hermosa de Newton Thomas Sigel (‘Sospechosos habituales’, ‘Tres Reyes’ o ‘El secreto de los hermanos Grimm’), consigue que la tensión opresiva se respire, el modo de rodar la acción es excelente, las persecuciones en coche son secas, cortantes, espléndidas, como muestra su excepcional arranque, una trepidante carrera por huir de la poli, y por supuesto su gran partitura musical hecha en mayor parte por Cliff Martínez (‘Traffic’, ‘Solaris’ o ‘The Lincoln Lawyer’), capaz de rellenar con sus deliciosos y místicos sonidos los silencios, hace que los momentos en que el ritmo languidece, donde la carencia de robustez del relato es rellenada por mágicas melodías, fascinante. Reseñable es su tontorrón final (spoiler), demasiado forzado para dar un cariz crepuscular al protagonista. Me recuerda a ‘El Americano’ del holandés Anton Corbijn, es un film con muchas similitudes con este, incluso en su irregularidad. Fuerza y honor!!!