23/23(23/01/18) Delicioso y poético drama que narra el atardecer (en 1957) de uno de los grandes directores del Terror de la época dorada de Hollywood, James Whale, lo hace desde la decadencia de un tipo ya apartado del mundanal ruido de los focos, una mirada punzante a un tipo que se sentía libre de ataduras morales en un microcosmos tan políticamente correcto, quizás el primero que no ocultó que era gay en un mundillo para el que esta palabra era taboo. El director Bill Condon hace su mejor obra hasta la fecha (hablo 20 años después), con un inteligente retrato de personaje que adapta la novela titulada El padre de Frankenstein, una obra de Christopher Bram relata (mezclando realidad y ficción, Whale podría haber contratado a un jardinero, pero el tipo de relación que tenía con su empleador está en el ámbito de la especulación, el novelista Christopher Bram explica que el personaje de Clayton Boone es completamente ficticio) los últimos días de la vida de James Whale, el autor de obras maestras como “El hombre invisible” (1933), “El doctor Frankenstein”(1931) o “La novia de Frankenstein” (1935), marcando a fuego sus demonios en sus frustraciones (sexuales y sus fantasmas de la Gran Guerra como veterano de ella). Desarrollando un argumento con diálogos y situaciones que se mueven entre la intensidad, la mordacidad, la ironía y un dramatismo sutil, hablándonos de la soledad, de la identidad sexual contracorriente, la amistad, del peso del pasado, y sobre todo del tempus fugit, ello en un ritmo sereno, pero pétreo, calándote el estado de ánimo melancólico de ocaso, del crespúsculo, un conmovedor relato que se atomiza y se hace posible gracias a la apoteósica actuación protagónica del Titán Ian McKellen, Colosal. El título proviene de una línea en “Bride of Frankenstein”, en que el personaje del Dr. Pretorius (Ernest Thesiger) brinda con el Dr. Frankenstein por "un nuevo mundo de dioses y monstruos!". Los "dioses y monstruos" del título pueden tener muchos significados dentro del contexto de esta historia, pero el más evidente es el relacionado con el realizador y sus creaciones. A lo largo de esta película, nos preguntamos si Whale está moldeando a Clay en su monstruo final. Ganó el Oscar al Mejor Guión Adaptado, nominado a Mejor Actor en un Papel Protagónico (IanMcKellen) y a la Mejor Actriz en un Papel de Reparto (Lynn Redgrave). Varias de las pinturas de Whale fueron compradas por un coleccionista y prestadas al estudio para la realización de esta película.

El relato tiene su corazón en una inteligente estructura de vasos comunicantes, el núcleo es la relación que se establece entre Whale y su jardinero Clayton Boone, relación que empieza a través de la atracción física del director por su joven y apuesto empleado, le engatusa haciéndole posar como modelo para un cuadro, y poco a poco, con algunos roces de por medio, surgen los recuerdos del pasado del realizador inglés, su pasado aflora, su infancia cuasi-dickensiana, su experiencia doliente en las trincheras de la Gran Guerra, saliendo a relucir su tendencia sexual homosexual, su momento culmen en la creación cinematográfica de “Frankenstein” y su secuela, su lujurioso pasado gay (con esa piscina rebosante de cuerpos machos desnudos bañándose), surgiendo una amistad que cala en el espectador, con charlas profundas y punzantes. En realidad lo que el director hace es subliminalmente (y no tanto) es mostrar un claro paralelismo entre el Dr. Frankenstein y su Criatura, en este caso Whale y Clayton(su corte de pelo cuadrangular no es casualidad), al que el veterano realizador moldea y manipula a su antojo, e incluso se ve otra simbolismo de caracteres cuando vemos la escena del film del 1931 cuando la Criatura llega huyendo en medio de un bosque a la cabaña de un ciego y entre los dos fluye una amistad de dos personajes antagónicos pero similares en su marginación social, dos parias de la sociedad solitarios, inadaptados e incomprendidos (esto diáfano en el epílogo con Clayton imitando los andares dela Criatura).

Es uno de esos films que mira a Hollywood con nostalgia, lo hace con cariño, poniendo en valor a grandes artistas que engrandecieron la Meca del Cine, en este caso James Whale, sin el que no se entendería el género del terror. Se muestran dramatizaciones del rodaje de “Frankenstein2 y su secuela “La novia de Frankenstein”, vemos clips de estas en televisión, senos habla del miedo imperante en Hollwood a decir que no eras hetero, poniendo a George Cukor como epítome de la hipocresía reinante, con el que Whale aprovecha para reírse de él con mordacidad. Asimismo es muy melancólica esa foto que nos regalan dramatizada de Whale junto a sus Criaturas, Elsa Lanchester (Rosalind Ayres), Boris Karloff (Jack Betts), trémulo momento. Asimismo en este homenaje al Séptimo Arte merece la pena destacar un plano que parece sacado de “Sunset Boulevard” (1950) de Billy Wilder (spoiler).

La puesta en escena ayuda bastante a meterte en un clima tristón melifluo, con un estimable diseño de producción de Richard Sherman (“La saga Crepúsculo”), destacando la preciosa residencia de Whale, y el lugar de la fiesta con la princesa, las escenas bélicas cantan a interiores, pero esto es potenciado dramáticamente por la fotografía de Stephen M. Katz (“Granujas a todo ritmo”), jugando hábilmente con los claroscuros, con tomas opresivas, angulaciones emocionales, sombras expresionistas, una muy meritoria labor que sabe sacar lo mejor en sus primeros plano0s del Coloso McKellen; La música de Carter Burwell es simplemente sublime como se engarza en el subconsciente, como sabe fomentar la melancolía reinante, subyugante melodía.