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Voto de TOM REGAN:
6
8,1
28.562
Drama. Bélico
En el Japón medieval, el poderoso señor Hidetora decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor considera que la idea es absurda y sólo servirá para causar problemas. Su padre, enfurecido, lo deshereda. Muy pronto descubrirá su error: la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra. Se inspira en el drama de Shakespeare "El rey Lear". (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
86/07(17/05/15) Sobrevalorado film del gran Akira Kurosawa (75 años entonces), una obra con muchos puntos favorables, pero con otros negativos, y es que el altar en el que colocan la cinta me es injusto para un realizador con obras tan Magnas como “Perro rabioso”, “Los 7 samuráis” o “Barbarroja”, esta “Ran” no está a su altura, posee muchas irregularidades. Entre lo bueno están algunas brillantes escenas, una extraordinaria puesta en escena, con espectaculares batallas, o el sutil hilo argumental, con el mensaje implícito de que el que siembra vientos recoge tempestades, de cómo aquello tan budista del karma se cumple. En lo malo están algunas actuaciones que rozan el ridículo por su teatralidad y sobreactuación, están algunos tramos que se alargan sin sentido, haciendo que su metraje se alargue hasta hacerse letárgico, están las motivaciones de los personajes que se muestran de modo superficial y confuso en diversos momentos. Ganó el Oscar al diseño de vestuario de Emi Wada. Esta es una superproducción de Japón y Francia, la más cara filmada en el país del sol naciente con 12 millones $, con guión del propio director con Hideo oguni (“Los 7 Samurais”) y Masato ide (“Barbarroja”), mezclan las leyendas del daimyo Mōri Motonari, mezclado con la tragedia shakesperiana “El rey Lear”, fue la última historia epopéyica de Kurosawa. Ganó el Oscar al diseño de vestuario de Emi Wada.
El film deja un subtexto de reflexión religiosa agnóstica, en diversos momentos se habla Dios y Buda de modo displicente y nihilista, con frases que sueltan los protagonistas: <Buda se ha ido de este mundo miserable>; El bufó de Hidetora, Kyoami dice que no existen los dioses, su creencia es la causa del sufrimiento humano, Tango responde<[Los dioses] no pueden salvarnos de nosotros mismos>; esto entra en la filosofía de vida de Kurosawa, dijo <La humanidad debe enfrentar la vida sin depender de Dios o Buda>; En el epílogo del film vemos a Tsurumaru, un ciego, solo con unna figura de Buda en sus manos, está sobre las ruinas del antiguo castillo familiar, se mueve a tientas, sin saber hacia dónde ir, justo al filo de una gran altura, se le cae el Buda, al parecer una alegoría del Humano, sobre las ruinas de nuestro pasado, solo frente al abismo, ciego ante nuestro destino y abandonado por Dios, Kurosawa dijo de la escena <El hombre está solo ... [Tsurumaru] representa a la humanidad moderna>.
El título “Ran” ( 乱) traducido al castellano es caos, y esto es lo que explora la historia, de como un todopoderoso Señor de la Guerra, con todo controlado, decide en el ocaso de su vida repartir sus tierras entre sus hijos, creyendo que todo será aceptado fielmente, pero el karma se volverá contra él, la brutalidad que ha ido sembrando a lo largo de los años por su tierra se le volverá en contra, sus filios se le rebelan, por diferentes motivos, la ambición, la codicia, el egoísmo, la sugestión de una especie de lady MacBeth, el orgullo, la soberbia, la traición, el odio, la envidia, la venganza, y sobre todo las ansias de poder componen un coctel que deriva en el Caos del título. Y cuando todo explota, el protagonista cae en la demencia, vagando por sus tierras y hallando el rastro del sadismo con el que se hizo con su territorio, un desgarrador retrato de contiendas fratricidas, donde una familia unida tenuemente por el poder absolutista del padre se degrada moralmente tras este hacerse a un lado, los lazos de sangre se difuminan, se radiografían la intrigas intestinas de las luchas por el poder, en un fresco desolador y desesperanzador en el que nadie es bueno, todos tienen diferentes tonos de grises, queda una Condición Humana contra el paredón, donde la maldad solo genera más maldad en un círculo vicioso sin fin. La cinta sigue la máxima de Shakespeare <Solo los dramas de los Reyes merecen ser contados>, y es aquí solo vemos a la nobleza y su espiral oscura de villanía a disimilares niveles, el pueblo llano no aparece, no vemos pueblos, esto deriva en una sensación de opresión cercana a la claustrofobia, al dar impresión de localización cerrada en la inmensidad. Llama la atención el papel tan fuerte de una mujer, Lady Kaede, en una sociedad tan machista como esta feudal nipona, su poder manipulador, como su inquietud revanchista la canaliza a través de su sensualidad, de su gran personalidad, una maestra de marionetas que mueve los hilos con perfidia infinita. Esto es desarrollado por Akira con pulso firme en muchas escenas de las que dejan enorme huella, secuencias de un poder fascinador cuasi-hipnótico, cuadros en movimiento, con una puesta en escena con un tremendo sentido alegórico pero…
…Pero todo esto que sobre el papel resulta atractivo se pierde en una nebulosa de un metraje superexcesivo, con tramos totalmente prescindibles, de una muy molestosa teatralidad, quizás quede bien para un escenario nipón pero en cine queda un histrionismo que sobrepasa por mucho, el adalid es Tatsuya Nadakai, que a partir que entra en modo locura queda un fantoche, acompañado por los heridos parajes por un bufón sobreactuadísimo, Shinnosuke Ikehata, estos tramos se hacen pesadísimos, se pierde por completo el ritmo, lo lastra, resultan megaredundantes, se repiten más que la ley de Murphy, no saben sintetizar para dar agilidad, por si fuera poco aparece un ciego, que en su raíz queda bien como el resultado de la maldad intrínseca de Ichimonji, pero que es un personaje cansino, especie de reminiscencia del luego monstruo de la saga “The ring”, el que sale de la pantalla, un tipo que también se hace pesadísimo, y encima Kurosawa le ofrece el broche del epílogo, mucho mejor hubiera acabado en la escena anterior (spoiler). A esto se suma un comportamiento errático de los personajes, no se sabe de dónde viene tanto odio de unos contra otros, les falta algo de pasado a los hermanos, de los que no sabremos nada, simplemente se repelen unos a otros... (sigue en spoiler)
El film deja un subtexto de reflexión religiosa agnóstica, en diversos momentos se habla Dios y Buda de modo displicente y nihilista, con frases que sueltan los protagonistas: <Buda se ha ido de este mundo miserable>; El bufó de Hidetora, Kyoami dice que no existen los dioses, su creencia es la causa del sufrimiento humano, Tango responde<[Los dioses] no pueden salvarnos de nosotros mismos>; esto entra en la filosofía de vida de Kurosawa, dijo <La humanidad debe enfrentar la vida sin depender de Dios o Buda>; En el epílogo del film vemos a Tsurumaru, un ciego, solo con unna figura de Buda en sus manos, está sobre las ruinas del antiguo castillo familiar, se mueve a tientas, sin saber hacia dónde ir, justo al filo de una gran altura, se le cae el Buda, al parecer una alegoría del Humano, sobre las ruinas de nuestro pasado, solo frente al abismo, ciego ante nuestro destino y abandonado por Dios, Kurosawa dijo de la escena <El hombre está solo ... [Tsurumaru] representa a la humanidad moderna>.
El título “Ran” ( 乱) traducido al castellano es caos, y esto es lo que explora la historia, de como un todopoderoso Señor de la Guerra, con todo controlado, decide en el ocaso de su vida repartir sus tierras entre sus hijos, creyendo que todo será aceptado fielmente, pero el karma se volverá contra él, la brutalidad que ha ido sembrando a lo largo de los años por su tierra se le volverá en contra, sus filios se le rebelan, por diferentes motivos, la ambición, la codicia, el egoísmo, la sugestión de una especie de lady MacBeth, el orgullo, la soberbia, la traición, el odio, la envidia, la venganza, y sobre todo las ansias de poder componen un coctel que deriva en el Caos del título. Y cuando todo explota, el protagonista cae en la demencia, vagando por sus tierras y hallando el rastro del sadismo con el que se hizo con su territorio, un desgarrador retrato de contiendas fratricidas, donde una familia unida tenuemente por el poder absolutista del padre se degrada moralmente tras este hacerse a un lado, los lazos de sangre se difuminan, se radiografían la intrigas intestinas de las luchas por el poder, en un fresco desolador y desesperanzador en el que nadie es bueno, todos tienen diferentes tonos de grises, queda una Condición Humana contra el paredón, donde la maldad solo genera más maldad en un círculo vicioso sin fin. La cinta sigue la máxima de Shakespeare <Solo los dramas de los Reyes merecen ser contados>, y es aquí solo vemos a la nobleza y su espiral oscura de villanía a disimilares niveles, el pueblo llano no aparece, no vemos pueblos, esto deriva en una sensación de opresión cercana a la claustrofobia, al dar impresión de localización cerrada en la inmensidad. Llama la atención el papel tan fuerte de una mujer, Lady Kaede, en una sociedad tan machista como esta feudal nipona, su poder manipulador, como su inquietud revanchista la canaliza a través de su sensualidad, de su gran personalidad, una maestra de marionetas que mueve los hilos con perfidia infinita. Esto es desarrollado por Akira con pulso firme en muchas escenas de las que dejan enorme huella, secuencias de un poder fascinador cuasi-hipnótico, cuadros en movimiento, con una puesta en escena con un tremendo sentido alegórico pero…
…Pero todo esto que sobre el papel resulta atractivo se pierde en una nebulosa de un metraje superexcesivo, con tramos totalmente prescindibles, de una muy molestosa teatralidad, quizás quede bien para un escenario nipón pero en cine queda un histrionismo que sobrepasa por mucho, el adalid es Tatsuya Nadakai, que a partir que entra en modo locura queda un fantoche, acompañado por los heridos parajes por un bufón sobreactuadísimo, Shinnosuke Ikehata, estos tramos se hacen pesadísimos, se pierde por completo el ritmo, lo lastra, resultan megaredundantes, se repiten más que la ley de Murphy, no saben sintetizar para dar agilidad, por si fuera poco aparece un ciego, que en su raíz queda bien como el resultado de la maldad intrínseca de Ichimonji, pero que es un personaje cansino, especie de reminiscencia del luego monstruo de la saga “The ring”, el que sale de la pantalla, un tipo que también se hace pesadísimo, y encima Kurosawa le ofrece el broche del epílogo, mucho mejor hubiera acabado en la escena anterior (spoiler). A esto se suma un comportamiento errático de los personajes, no se sabe de dónde viene tanto odio de unos contra otros, les falta algo de pasado a los hermanos, de los que no sabremos nada, simplemente se repelen unos a otros... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
...Todo esto produce lo peor, aburrimiento, hastío, y momentos en que miras el reloj a ver que le queda, pierdes empatía con los personajes, dándote igual lo que les pase, si mueren o viven, solo te sostiene ante la pantalla la esperanza de que Akira es un genio capaz de en un desierto colocar algún oasis de placer visual. Si se hubiera eliminado el muy marcado tono teatral japonés, y recortado tramos tediosos, el film habría ganado mucho, la tijera del editor no siempre es mala la utilice.
Las sobreactuaciones provienen del estilo teatro nipón Noh, utilizan maquillaje muy marcado, ejemplo es Tatsuya Nadakai como Hidetora, le va blanqueando el rostro a medida avanza su demencia, su cara palidece, y sus cabellos reflejan el caos que le rodea, el estilo Noh enfatiza los largos silencios y movimientos lento-agónicos para remarcar mundo interior, a veces distorsionado esto por abruptos arranques de violencia e ira, esto quedará bien en un escenario, en cine queda cargante. La mejor actuación del film es Mieko Harada como Lady Kaede, una interpretación racial, sensual, carismática, con picos en los que su fuerte carácter desborda la pantalla, se le podría haber sacado más partido, hay otra buena labor, es Hisashi Igawa como el desconfiado subalterno del primogénito, un gran cínico que ve venir lo que sucede.
La baza que hace deslumbrar el film y que atempera bastante la pesadez de algunos pasajes es su sibarita ambientación, con un magno diseño de producción de Shinobu Muraki y Yoshirô Muraki (“Yoyimbo”), con más de 1.400 extras, para los que se hicieron un exuberante vestuario de guerra manualmente durante dos años, creado por Emi Wada (“Dreams”), con escenas con 200 caballos, filmando en lares de una belleza sibarita, en medio de las montañas y llanuras del Monte Aso, el volcán activo más grande de Japón, con escenarios tan impresionantes como los ancestrales castillos Kumamoto y Himeji, para las ruinas de un castillo se rodó en el de Azusa, para el castillo Hidetora de la batalla que termina ardiendo Kurosawa hizo construir uno a los pies del Monte Fuji, todo esto embellecido por la magnífica fotografía de Asakazu Nakai (“Los 7 samurais”), Takai Saitô (“Barbarroja”) y Shôji Ueda (“Kagemusha”), potenciando un sentido pictórico excelso, con elegancia y fascinación por momentos, profusión de extensos parajes verdes, con infinitos cielos nubosos que explotan en tormentas (símil del caos), con un cromatismo resplandeciente, con una brillante escenificación de batallas, rodando con tres cámaras, para captar la acción desde diferentes ángulos y lentes y no tener que repetir, con el peculiar estilo Kurosawa de grabar con la cámara alejada de los extras, con escasos primeros planos, con una tremenda nitidez la acción nos llega, trasladándonos naturalidad y el horror de la guerra. La Música de Tôru Takemitsu (“Seppuku”) crea momentos turbadores, inquietantes, zozobrantes, con uso de coros sugerentes, influenciado en otros tramos por el compositor austríaco Gustav Mahler, Kurosawa quería a la Orquesta Sinfónica Londres para interpretar la partitura, al final fue la Sinfónica de Sapporo, con Hiroyuki Iwaki en la batuta, impresionante el tramo de la batalla por el castillo, con sonidos avernales, te deja sin aliento, con reminiscencias a un lloro, que se atomiza conforme avanza la escena, acentuada esta disonancia con abruptos silencios, bramando un sentido tono épico en varios momentos, remarcando profundidad dramática, también un sensible uso de flautas e instrumentos de percusión que enfatizan emociones, asimismo sobresale para la última batalla el manejo de tambores.
Sumado lo bueno, y restado lo malo me da una cinta irregular con grandes puntos álgidos surcados de amplias zonas áridas-aburrimiento que me impiden elevarla mucho más allá de un 6. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, para ver íntegra ir a: http://tomregan.blogspot.com/2015/06/ran.html
Las sobreactuaciones provienen del estilo teatro nipón Noh, utilizan maquillaje muy marcado, ejemplo es Tatsuya Nadakai como Hidetora, le va blanqueando el rostro a medida avanza su demencia, su cara palidece, y sus cabellos reflejan el caos que le rodea, el estilo Noh enfatiza los largos silencios y movimientos lento-agónicos para remarcar mundo interior, a veces distorsionado esto por abruptos arranques de violencia e ira, esto quedará bien en un escenario, en cine queda cargante. La mejor actuación del film es Mieko Harada como Lady Kaede, una interpretación racial, sensual, carismática, con picos en los que su fuerte carácter desborda la pantalla, se le podría haber sacado más partido, hay otra buena labor, es Hisashi Igawa como el desconfiado subalterno del primogénito, un gran cínico que ve venir lo que sucede.
La baza que hace deslumbrar el film y que atempera bastante la pesadez de algunos pasajes es su sibarita ambientación, con un magno diseño de producción de Shinobu Muraki y Yoshirô Muraki (“Yoyimbo”), con más de 1.400 extras, para los que se hicieron un exuberante vestuario de guerra manualmente durante dos años, creado por Emi Wada (“Dreams”), con escenas con 200 caballos, filmando en lares de una belleza sibarita, en medio de las montañas y llanuras del Monte Aso, el volcán activo más grande de Japón, con escenarios tan impresionantes como los ancestrales castillos Kumamoto y Himeji, para las ruinas de un castillo se rodó en el de Azusa, para el castillo Hidetora de la batalla que termina ardiendo Kurosawa hizo construir uno a los pies del Monte Fuji, todo esto embellecido por la magnífica fotografía de Asakazu Nakai (“Los 7 samurais”), Takai Saitô (“Barbarroja”) y Shôji Ueda (“Kagemusha”), potenciando un sentido pictórico excelso, con elegancia y fascinación por momentos, profusión de extensos parajes verdes, con infinitos cielos nubosos que explotan en tormentas (símil del caos), con un cromatismo resplandeciente, con una brillante escenificación de batallas, rodando con tres cámaras, para captar la acción desde diferentes ángulos y lentes y no tener que repetir, con el peculiar estilo Kurosawa de grabar con la cámara alejada de los extras, con escasos primeros planos, con una tremenda nitidez la acción nos llega, trasladándonos naturalidad y el horror de la guerra. La Música de Tôru Takemitsu (“Seppuku”) crea momentos turbadores, inquietantes, zozobrantes, con uso de coros sugerentes, influenciado en otros tramos por el compositor austríaco Gustav Mahler, Kurosawa quería a la Orquesta Sinfónica Londres para interpretar la partitura, al final fue la Sinfónica de Sapporo, con Hiroyuki Iwaki en la batuta, impresionante el tramo de la batalla por el castillo, con sonidos avernales, te deja sin aliento, con reminiscencias a un lloro, que se atomiza conforme avanza la escena, acentuada esta disonancia con abruptos silencios, bramando un sentido tono épico en varios momentos, remarcando profundidad dramática, también un sensible uso de flautas e instrumentos de percusión que enfatizan emociones, asimismo sobresale para la última batalla el manejo de tambores.
Sumado lo bueno, y restado lo malo me da una cinta irregular con grandes puntos álgidos surcados de amplias zonas áridas-aburrimiento que me impiden elevarla mucho más allá de un 6. Fuerza y honor!!!
Crítica sesgada por el límite de caracteres, para ver íntegra ir a: http://tomregan.blogspot.com/2015/06/ran.html