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Voto de TOM REGAN:
7
7,0
5.764
Drama
Una pareja que atraviesa un divorcio debe aunar fuerzas para encontrar a su hijo, desaparecido tras una de sus peleas. (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
43/13(14/02/18) Buen film del combativo ruso Andrey Zvyagintsev (dirige y guioniza junto a su habitual Oleg Negin), que tras su exitoso film anterior “Leviatan” (2014), vuelve con otro drama sórdido con múltiples subtextos, en este caso en la superficie trata de matrimonio en trámites de separación que tras una de sus discusiones desaparece su hijo y se ven enfrascados en su búsqueda. El productor Alexander Rodnyansky dijo que la película fue concebida como un reflejo de "la vida rusa, la sociedad rusa y la angustia rusa", pero que era posible relacionarlo con otros países. Rodnyansky también dijo que un punto de partida en la concepción de la historia era el deseo de mirar a una familia, y que el director y guionista Andrey Zvyagintsev comenzó a formar la historia durante su visita a los Estados Unidos en 2015. Zvyagintsev también afirmó estar influido “Escenas de un matrimonio”, miniserie de 1973 del sueco Ingmar Bergman. Si bien Zvyagintsev afirmó no estar muy interesado en la política, su historia refleja su creencia de que "a la policía moderna no le importan las personas". Decidió comenzar la historia en octubre de 2012, porque dijo que ese era un momento en el que el pueblo ruso se sentía optimista sobre una reforma política beneficiosa y terminó decepcionado en 2015. La película incluye referencias a la intervención militar en Ucrania. Zvyagintsev se ha especializado en retratar las miserias de la condición humana ello relacionándolo con la decadencia en la que está sumida la Rusia post-soviética, reflejando su hedonismo, su corrupción moral, ello con trazos profundamente desesperanzadores, exponiendo angustia, desolación, desidia, nihilismo, y sobre todo vacío existencial. Esto lo rueda el director con gran pulso narrativo en lo referente a mostrar en imágenes naturalistas (algo muy del realizador) el espejo del alma humana y como epítome de la Rusia actual, convirtiéndose en un torpedo en la línea de flotación de la clase media rusa, mostrándola egoísta, consumista, y superficial. Como defecto está su simpleza, un relato demasiado lineal y sencillo, sin giros, todo demasiado obvio, esto sumado a un metraje excesivo páralo que se cuenta, cayendo en la redundancia con lo que el espectador puede alejarse ante tanto subrayado y densidad.
Se hizo sin el apoyo financiero del gobierno nacional, ya que el Ministerio de Cultura desaprobó la película de Zvyagintsev “Leviathan” (2014), sobre la corrupción en Rusia, Rodnyansky apeló con éxito al rico ruso Gleb Fetisov y a compañías extranjeras, incluidas Why Not Productions en Francia y Les Films du Fleuve en Bélgica, por sus finanzas. Loveless se estrenó con aclamación de la crítica y ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes 2017. Nominado para el Premio de la Academia a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar. El leit-motive del film se podría resumir en dos personas que no se quieren están buscando a un hijo que nunca han amado.
Su arranque resulta potente: Un alegórico travelling, surcando la cámara un parque siguiendo los movimientos de un niño (Alyosha), vemos lares nevados, árboles decrépitos, ello en clara consonancia metafórica-visual sobre la aridez y estéril panorama social ruso vamos a ser testigos, una gelidez ambiental acorde con los sentimientos de este universo, observamos a unos patos en el río juntos y que se van separando, en simbolismo de la deconstrucción familiar, de cómo los pequeños son los que sufren este colapso familiar. Luego entramos en un piso, una pareja (Zhenya y Boris) en medio de una alterada separación está discutiendo ásperamente sobre cuál de ellos tendrá que preocuparse por su hijo pequeño de doce años, carga onerosa que ninguno desea tomar. Mientras discuten, una puerta se cierra y la cámara espía al niño, sin ser visto por sus padres, de pie en las sombras, un chaleco blanco subraya su frágil cuerpo, a continuación, Zhenya se dirige mal humorada al baño para orinar y, cuando sale, cierra la puerta y vemos al niño paralizado detrás de ella, su rostro es un grito de dolor silencioso. Es una imagen desgarradora que nos acechará continuamente a lo largo de la película, su rostro se retuerce en un grito silencioso de angustia.
Film que con ritmo sereno hace la autopsia a una sociedad huera, expone la hipocresía que reina en un universo rancio, ejemplo que donde trabaja Boris su jefe no quiere a empleados divorciados o separados, solo personas casadas, haciendo gala con ello de un radicalismo religioso apolillado, muestra el pasado de Rusia en la madre de Zhenya, una mujer aviesa, tosca, y que nunca quiso a su hija, entonces no es extraño que estos tampoco quieran a sus retoños. El presente es esa pareja (Zhenya y Boris), padres de Aliosha, este representa el futuro, son dos personas que se casaron de penalti, se casaron sin amor y ahora reniegan el uno del otro y lo que es peor, el hijo sufre las consecuencias, pues es un vástago-estorbo, no querido, es un lastre a sus nuevas vidas, un hombre y mujer entregados al Nuevo Capitalismo ruso. La madre más pendiente de su móvil que de la búsqueda de su desaparecido hijo, tanto es el desapego a su hijo que tardan dos días en notar su desaparición y lo hacen porque la escuela alerta de su ausencia, pero los padres son capaces de continuar sus vidas como si nada (muy remarcado e innecesario lo de lo explícito del sexo). En este ámbito descubrimos un sub-mundo donde que desaparezcan niños es algo habitual, rutinario, niños desdeñados, huidos, hospitalizados, muertos, tanto que la policía no presta atención, cual michelines que es mejor dejar de lado, deben ser ONGs las que sustituyan al estado (este no queda en buen lugar precisamente), entonces accedemos a el patio trasero de la clase media pujante en Rusia. Nos paseamos por lugares abandonados, naves ruinosas, edificios decrépitos, en clara consonancia con el interior humano que quiere reflejar el realizador acerca de la Rusia actua
Se hizo sin el apoyo financiero del gobierno nacional, ya que el Ministerio de Cultura desaprobó la película de Zvyagintsev “Leviathan” (2014), sobre la corrupción en Rusia, Rodnyansky apeló con éxito al rico ruso Gleb Fetisov y a compañías extranjeras, incluidas Why Not Productions en Francia y Les Films du Fleuve en Bélgica, por sus finanzas. Loveless se estrenó con aclamación de la crítica y ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes 2017. Nominado para el Premio de la Academia a la Mejor Película en Lengua Extranjera en los Oscar. El leit-motive del film se podría resumir en dos personas que no se quieren están buscando a un hijo que nunca han amado.
Su arranque resulta potente: Un alegórico travelling, surcando la cámara un parque siguiendo los movimientos de un niño (Alyosha), vemos lares nevados, árboles decrépitos, ello en clara consonancia metafórica-visual sobre la aridez y estéril panorama social ruso vamos a ser testigos, una gelidez ambiental acorde con los sentimientos de este universo, observamos a unos patos en el río juntos y que se van separando, en simbolismo de la deconstrucción familiar, de cómo los pequeños son los que sufren este colapso familiar. Luego entramos en un piso, una pareja (Zhenya y Boris) en medio de una alterada separación está discutiendo ásperamente sobre cuál de ellos tendrá que preocuparse por su hijo pequeño de doce años, carga onerosa que ninguno desea tomar. Mientras discuten, una puerta se cierra y la cámara espía al niño, sin ser visto por sus padres, de pie en las sombras, un chaleco blanco subraya su frágil cuerpo, a continuación, Zhenya se dirige mal humorada al baño para orinar y, cuando sale, cierra la puerta y vemos al niño paralizado detrás de ella, su rostro es un grito de dolor silencioso. Es una imagen desgarradora que nos acechará continuamente a lo largo de la película, su rostro se retuerce en un grito silencioso de angustia.
Film que con ritmo sereno hace la autopsia a una sociedad huera, expone la hipocresía que reina en un universo rancio, ejemplo que donde trabaja Boris su jefe no quiere a empleados divorciados o separados, solo personas casadas, haciendo gala con ello de un radicalismo religioso apolillado, muestra el pasado de Rusia en la madre de Zhenya, una mujer aviesa, tosca, y que nunca quiso a su hija, entonces no es extraño que estos tampoco quieran a sus retoños. El presente es esa pareja (Zhenya y Boris), padres de Aliosha, este representa el futuro, son dos personas que se casaron de penalti, se casaron sin amor y ahora reniegan el uno del otro y lo que es peor, el hijo sufre las consecuencias, pues es un vástago-estorbo, no querido, es un lastre a sus nuevas vidas, un hombre y mujer entregados al Nuevo Capitalismo ruso. La madre más pendiente de su móvil que de la búsqueda de su desaparecido hijo, tanto es el desapego a su hijo que tardan dos días en notar su desaparición y lo hacen porque la escuela alerta de su ausencia, pero los padres son capaces de continuar sus vidas como si nada (muy remarcado e innecesario lo de lo explícito del sexo). En este ámbito descubrimos un sub-mundo donde que desaparezcan niños es algo habitual, rutinario, niños desdeñados, huidos, hospitalizados, muertos, tanto que la policía no presta atención, cual michelines que es mejor dejar de lado, deben ser ONGs las que sustituyan al estado (este no queda en buen lugar precisamente), entonces accedemos a el patio trasero de la clase media pujante en Rusia. Nos paseamos por lugares abandonados, naves ruinosas, edificios decrépitos, en clara consonancia con el interior humano que quiere reflejar el realizador acerca de la Rusia actua
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Zvyagintsev es bastante beligerante con la sociedad rusa que mana del régimen de Vladimir Putin, por ello ha sido vetado para que el estado produzca sus films, dejando poderosas pinceladas regadas por el metraje: Cuando los padres de Alyosha van a denunciar su desaparición a la policía, esta pasa del tema y remite a los progenitores a una ONG que se dedica altruistamente a buscar a gente desaparecida, son los ciudadanos civiles los que deben realizar el trabajo de las autoridades ante la “dimisión” de esta; Asimismo hacia el final se ven noticiarios sobre la Guerra en Ucrania (2012), en la que un trozo del país desea unirse a Rusia y el otro se resiste, esto que nada subrepticiamente nos insertan se puede entender como la proyección de la situación de los padres con el hijo, Rusia en lucha por lo que considera su hijo, qué más da que en el empeño destroce Ucrania; También se deja caer subliminalmente que estamos en un “Apocalipsis”, una metáfora sobre la decadencia moral, esto reflejado en los comentarios sobre el Fin del Mundo que los mayas anunciaron para 2012.
La narración está partida en dos: En la primera asistimos a la presentación de personajes y a como esta desestructuración familiar propicia la huida del hijo, un desgarrador retrato de la ruptura matrimonial. Es un bloque que te cala en su reflejo del hastío; En la segunda nos adentramos en la búsqueda del infeliz chico, adentrándonos en un microcosmos sórdido, esto alternado con la vida en pareja de los padres, cada uno con su nuevo compañer@, como si no les afectara no saber que es de su hijo. Este bloque se alarga en demasía, demasiado redundante, obvio, subrayante, es un y más y más, debería haberse acortado para dar más consistencia.
La puesta en escena es fundamental para que al espectador le llegue esta sensación de zozobra de aridez anímica, de desasosiego atmosférico, excelente el diseño de producción de Andrey Ponkratov (“Leviatán”), rodando en Moscú (Tushino District para el bosque y el rio; Yuzhnoye Tushino District), recreando una inquietante dualidad entre la acomodada vida de estos padres burgueses y la sordidez de los lares por los que buscan a su hijo, esto potenciado por la fenomenal fotografía de Mikhail Krichman (“Leviatán”), en un patinado de cromatismos saturados, fríos, azulados, grisáceos, marrones, con densos travellings, con zooms que surcan ventanas, deteniéndose con sentido emocional en paisajes inhóspitos, gélidos, helados, en un rio solitario, en troncos de árboles, bosques amenazantes, queriendo reflejar naturaleza yerma, observando con atención la búsqueda del chaval, como se produce en lugares tétricos, cuasi de cine de terror; Ayuda a crear esta sensación climática la música de los hermanos Evgueni y Sacha Galperine (“Malavita”), notas sueltas que acongojan en conjunción con las imágenes.
Los debutantes en un largometraje Aleksey Rozin y Maryana Spivak en el rol de padres desapegados, carentes de amor paternal (maternal), despliegan complejidad y ambigüedad sin caer en lo simplista.
En conjunto queda un fresco desolador del colapso familiar como signo de la crisis nacional. Fuerza y honor!!!
La narración está partida en dos: En la primera asistimos a la presentación de personajes y a como esta desestructuración familiar propicia la huida del hijo, un desgarrador retrato de la ruptura matrimonial. Es un bloque que te cala en su reflejo del hastío; En la segunda nos adentramos en la búsqueda del infeliz chico, adentrándonos en un microcosmos sórdido, esto alternado con la vida en pareja de los padres, cada uno con su nuevo compañer@, como si no les afectara no saber que es de su hijo. Este bloque se alarga en demasía, demasiado redundante, obvio, subrayante, es un y más y más, debería haberse acortado para dar más consistencia.
La puesta en escena es fundamental para que al espectador le llegue esta sensación de zozobra de aridez anímica, de desasosiego atmosférico, excelente el diseño de producción de Andrey Ponkratov (“Leviatán”), rodando en Moscú (Tushino District para el bosque y el rio; Yuzhnoye Tushino District), recreando una inquietante dualidad entre la acomodada vida de estos padres burgueses y la sordidez de los lares por los que buscan a su hijo, esto potenciado por la fenomenal fotografía de Mikhail Krichman (“Leviatán”), en un patinado de cromatismos saturados, fríos, azulados, grisáceos, marrones, con densos travellings, con zooms que surcan ventanas, deteniéndose con sentido emocional en paisajes inhóspitos, gélidos, helados, en un rio solitario, en troncos de árboles, bosques amenazantes, queriendo reflejar naturaleza yerma, observando con atención la búsqueda del chaval, como se produce en lugares tétricos, cuasi de cine de terror; Ayuda a crear esta sensación climática la música de los hermanos Evgueni y Sacha Galperine (“Malavita”), notas sueltas que acongojan en conjunción con las imágenes.
Los debutantes en un largometraje Aleksey Rozin y Maryana Spivak en el rol de padres desapegados, carentes de amor paternal (maternal), despliegan complejidad y ambigüedad sin caer en lo simplista.
En conjunto queda un fresco desolador del colapso familiar como signo de la crisis nacional. Fuerza y honor!!!