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Voto de TOM REGAN:
6
7,4
6.401
Drama
Película basada en hechos reales acontecidos a finales del siglo XVIII. Narra el proceso de educación de un niño que creció aislado en el bosque sin contacto alguno ni con los hombres ni con la civilización. Una de las películas más celebradas de Truffaut. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
93/13(12/04/20) Sugerente cuasi-documental del afamado realizador galo François Truffaut (también se guarda el papel de maestro), cuenta la historia de un niño que pasa los primeros once o doce años de su vida con poco o ningún contacto humano. Toma eje narrativo el diario real del Doctor Itard (De l'education d'un homme sauvage ou des premiers developpemens physiques et moraux du jeune sauvage de l'Aveyron, 1801), Truffaut describe con precisión el proceso de aprendizaje del joven Víctor a manos de su infatigable mentor, encontrando en el relato notorios paralelismos con su ópera prima “400 golpes”. Se basa en los hechos reales relacionados con el niño Víctor de Aveyron, niño que en 1790 fue encontrado en los bosques de Francia, cerca de Toulouse, donde aparentemente había pasado toda la niñez (no se sabía su edad, pero los habitantes del lugar calcularon que tenía 12 años), reportado por Jean Marc Gaspard Itard. Aunque que el pequeño fuera un niño que hubiera vivido realmente en estado salvaje en los bosques es harto discutible por expertos que lo examinaron (no sabía nadar, era de piel blanca, le gustaba la carne cocinada, gustaba de calentarse al fuego. Todo esto no es compatible con haber crecido en estado animal), más bien era un niño autista que fue maltratado, con lo que Truffaut hace trampas en pos de su mensaje humanista.
Truffaut rueda con un estilo documental rodado en b/n, donde radiografía la pedagogía del aprendizaje en lo más primario, indagando en la comunicación, entrando a mostrar la libertad que nos da la naturaleza frente a nuestras encorsetadas normas de socializar en nuestra civilización a veces corrompida (ese centro donde un celador cobra por ver al niño salvaje es muestra de ello), confrontando donde está realmente la felicidad, a veces nuestros convencionalismos no nos dejan ver el bosque de donde está nuestro Edén. En un relato que me recuerda bastante (a la superior) “El Hombre Elefante” (1980), donde un científico trata a un ‘marginado’. El director desarrolla el film en dos partes, la primera parte exhibe el choque entre el salvaje niño y nuestra ‘civilización’, donde él pequeño lo vemos vivir en armonía con la naturaleza, y de allí es sacado para ser ‘enjaulado’ en nuestros convencionalismos, lo vemos que los pasan por diferentes lugares donde es vejado. Hasta que un científico se hace cargo de él en una casa de campo, para darle una educación, y aquí se da la segunda parte, que es el bloque molar. Donde asistiremos a la educación más básica (desde andar vertical, vestirse, comer en una mesa, y lo más complicado, leer y escribir), en lo que será una travesía lenta de éxitos y fracasos en dientes de sierra constantes. A cada victoria sigue a derrota del profesor, atrayendo el cómo avanza esta odisea ello evolucionado sin sensiblerías.
Pero el film se me queda un tanto liviano, y es que cuando acaba te queda la sensación de que Itard ha tenido muy pocos avances, todo me queda muy lineal, con una relación muy fría entre mentor y alumno, Truffaut probablemente se equivocó otorgándose el protagonismo, pues queriendo seguramente no ser edulcorado se pasa a gélido, sin expresividad alguna, sin química con el pequeño, que también narra sus notas de trabajo con asepsia. No es una cinta que me llegue a sorprender o a levantar emociones más allá de un flash, en una historia narrada con austeridad ambiental, y acabando de modo abrupto. Destacable la cámara del barcelonés Néstor Almendros con ese toque vintage de cierre de iris. La actuación del joven Jean-Pierre Cargol, resulta fenomenal en su papel de desorientado ante su nueva vida. La película vendió casi 1,5 millones de entradas en Francia.
Tiene un comienzo cautivador, nueve minutos sin apenas palabras, sin música, solo con los sonidos naturales en el bosque, donde se producirá una persecución. Arranca con un diafragma en iris propio del cine silente, recurso enaltecido por D.W. Griffith, donde veremos a una mujer en el bosque recoger setas, esta huye del lugar al atisbar algo misterioso (el pequeño salvaje) entre la maleza, vemos al niño desnudo y melenudo, surcar el campo a cuatro patas, lo vemos cual animal beber agua del rio, sube a un enorme árbol y la cámara hace un zoom invertido para darnos la visión del niño en la inmensidad del bosque. El iris se cierra y se abre sobre unos cazadores con perros que se adentraran en la naturaleza a por el niño. Tras esto la Naturaleza en la que vivía en comunión contrasta con como lo tratan los humanos, encerrándolo en un establo, o posteriormente en el centro para niños disminuidos mentales. Chocando los dos mundos de Victor (como Itard le ‘bautizará’) la infinita y bucólica Naturaleza y la racional y constreñida ‘Civilización’. Estos dos ‘universos’ se verán en la mirada de Victor cuando está frente a la ventana, melancólicamente observando desde la ‘civilización’ su anhelado Bosque.
En la residencia donde Itard ‘educa’ a Victor se produce una dualidad entre la educación fría, aséptica y académica del Dr. Itard (incluso lo castiga en un cuarto oscuro cuando hace algo bien), que ve al joven como un experimento, frente a la anfitriona de la casa, la Sra. Guerin (buena Françoise Seigner), que representa el calor humano, la amabilidad, el cariño de besarle, acariciarle, sonreírle. Con ello se establece ese duelo humanista entre que es más importante, si la educación o los sentimientos, en realidad son los dos los que deben estar en comunión.
Truffaut se nota enamorado de los métodos del Dr. Itard, nos hace vivir un metraje excesivo dramáticamente, pues nos llega a insensibilizar por caer en estos cansinos tramos por acumulación en el tono documentalista, además de sentirse una vez termina el metraje unos avances poco más que los que puedes ver en un perro lazarillo (en realidad estos avances fueron escasos), queriendo imponer épica naturalista a algo que no fue tanto, esto no sería importante si no fuera porque se remarca que fueron (cuestionables) hechos reales.
Truffaut rueda con un estilo documental rodado en b/n, donde radiografía la pedagogía del aprendizaje en lo más primario, indagando en la comunicación, entrando a mostrar la libertad que nos da la naturaleza frente a nuestras encorsetadas normas de socializar en nuestra civilización a veces corrompida (ese centro donde un celador cobra por ver al niño salvaje es muestra de ello), confrontando donde está realmente la felicidad, a veces nuestros convencionalismos no nos dejan ver el bosque de donde está nuestro Edén. En un relato que me recuerda bastante (a la superior) “El Hombre Elefante” (1980), donde un científico trata a un ‘marginado’. El director desarrolla el film en dos partes, la primera parte exhibe el choque entre el salvaje niño y nuestra ‘civilización’, donde él pequeño lo vemos vivir en armonía con la naturaleza, y de allí es sacado para ser ‘enjaulado’ en nuestros convencionalismos, lo vemos que los pasan por diferentes lugares donde es vejado. Hasta que un científico se hace cargo de él en una casa de campo, para darle una educación, y aquí se da la segunda parte, que es el bloque molar. Donde asistiremos a la educación más básica (desde andar vertical, vestirse, comer en una mesa, y lo más complicado, leer y escribir), en lo que será una travesía lenta de éxitos y fracasos en dientes de sierra constantes. A cada victoria sigue a derrota del profesor, atrayendo el cómo avanza esta odisea ello evolucionado sin sensiblerías.
Pero el film se me queda un tanto liviano, y es que cuando acaba te queda la sensación de que Itard ha tenido muy pocos avances, todo me queda muy lineal, con una relación muy fría entre mentor y alumno, Truffaut probablemente se equivocó otorgándose el protagonismo, pues queriendo seguramente no ser edulcorado se pasa a gélido, sin expresividad alguna, sin química con el pequeño, que también narra sus notas de trabajo con asepsia. No es una cinta que me llegue a sorprender o a levantar emociones más allá de un flash, en una historia narrada con austeridad ambiental, y acabando de modo abrupto. Destacable la cámara del barcelonés Néstor Almendros con ese toque vintage de cierre de iris. La actuación del joven Jean-Pierre Cargol, resulta fenomenal en su papel de desorientado ante su nueva vida. La película vendió casi 1,5 millones de entradas en Francia.
Tiene un comienzo cautivador, nueve minutos sin apenas palabras, sin música, solo con los sonidos naturales en el bosque, donde se producirá una persecución. Arranca con un diafragma en iris propio del cine silente, recurso enaltecido por D.W. Griffith, donde veremos a una mujer en el bosque recoger setas, esta huye del lugar al atisbar algo misterioso (el pequeño salvaje) entre la maleza, vemos al niño desnudo y melenudo, surcar el campo a cuatro patas, lo vemos cual animal beber agua del rio, sube a un enorme árbol y la cámara hace un zoom invertido para darnos la visión del niño en la inmensidad del bosque. El iris se cierra y se abre sobre unos cazadores con perros que se adentraran en la naturaleza a por el niño. Tras esto la Naturaleza en la que vivía en comunión contrasta con como lo tratan los humanos, encerrándolo en un establo, o posteriormente en el centro para niños disminuidos mentales. Chocando los dos mundos de Victor (como Itard le ‘bautizará’) la infinita y bucólica Naturaleza y la racional y constreñida ‘Civilización’. Estos dos ‘universos’ se verán en la mirada de Victor cuando está frente a la ventana, melancólicamente observando desde la ‘civilización’ su anhelado Bosque.
En la residencia donde Itard ‘educa’ a Victor se produce una dualidad entre la educación fría, aséptica y académica del Dr. Itard (incluso lo castiga en un cuarto oscuro cuando hace algo bien), que ve al joven como un experimento, frente a la anfitriona de la casa, la Sra. Guerin (buena Françoise Seigner), que representa el calor humano, la amabilidad, el cariño de besarle, acariciarle, sonreírle. Con ello se establece ese duelo humanista entre que es más importante, si la educación o los sentimientos, en realidad son los dos los que deben estar en comunión.
Truffaut se nota enamorado de los métodos del Dr. Itard, nos hace vivir un metraje excesivo dramáticamente, pues nos llega a insensibilizar por caer en estos cansinos tramos por acumulación en el tono documentalista, además de sentirse una vez termina el metraje unos avances poco más que los que puedes ver en un perro lazarillo (en realidad estos avances fueron escasos), queriendo imponer épica naturalista a algo que no fue tanto, esto no sería importante si no fuera porque se remarca que fueron (cuestionables) hechos reales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… Adornado todo esto de una pesarosa narración en off del Dr. sobre el diario sobre avances con el niño (todo inventado por Truffaut), que en realidad refleja la inseguridad del realizador en que su historia nos llegue clara. Nos quieren hacer ver avances por ejemplo cuando Victor juega con otro niño y el Dr. observa emocionado. Y en realidad los ‘animales’ son juguetones, y si el niño estuviera en bosque seguro también jugaría con otros animales, por lo que si juega con este niño es porque es lo que hay, no busquemos Gloria en estas batallas fatuas. Que una persona reaccione ante un castigo o un premio es también algo con lo que se entrena a muchos animales, con lo que está bien la metodología, pero no hay nada novedoso en ella, si acaso aquellos que quieran extrapolar esta situación a como el hombre moderno se podría comunicar con su eslabón perdido (¿?). Que llore tras ser castigado es también algo que si a un animal lo vejas terminará por lagrimear y rebelarse, con lo que reitero que no hay originalidad en esto; Esta bien el análisis que Itard hace de la moralidad a aplicar al niño, con el experimento de castigarle tras hacer bien algo, pero no veo diferencia con un castigo por hacer algo mal, también se rebelaría, o es que iba aceptar el encierro de modo flemático?
Parece que con mi disertación el film no me haya gustado, y tampoco es eso, es que me rebelo (¿?) contra los dogmas de que esta es una cuasi-obra maestra. Es una película sugerente, amena, bien dirigida, con buenos momentos, pero no una grandiosa película, pues tiene los defectos (bajo mi modesta opinión) mencionados. Tiene bellos momentos como el paseo por el campo del Dr. Con Victor por el bosque con la música de Vivaldi de fondo; esa secuencia nocturna en que el Dr. Observa a Victor en el patio alborozado bajo la lluvia; cuando vemos la única vez que Victor maneja cognitivamente los métodos del Dr. al llevarse las letras leche a casa del vecino parta pedir leche;
La hermosa fotografía es del ya mencionado Néstor Almendros (uno de los escasos e ilustres oscarizados españoles con su galardonada labor en “Días de cielo”, además de otras tres nominaciones), jugando en muchos casos con influencias pictóricas del galo Henri Rousseau (por sus estampas campestres), así como del neerlandés Pieter Brueghel (por las escenas de Victor entre la multitud). Así como juega con el ya dicho diafragma de iris que entronca con el cine primigenio.
La película pierde tiempo en una sub trama innecesaria y que desvía la atención de lo importante, me refiero a los varios comentarios que se hacen con el subsidio a la Sra. Guerin por cuidar en su casa al pequeño salvaje.
Spoiler:
Tras días huido, Victor aparece en la ventana (otra vez la ventana) con el Itard al otro lado. El niño entra y es acogido con alegría por el Dr., que llama a la Sra. Guerin que también está feliz de verlo, Victor le coge la mano a la Sra. Y hace que le acaricie la cabeza, escenificando que le hace falta cariño, y lo que es más importante, ha sido domesticado, para bien y para mal. Y con esto nos viene a decir el director que el niño ha dejado de ser salvaje del bosque, para anhelar el calor humano, ejemplificado en el plano final del niño mirando desde las escaleras a Itard (acabando en un diafragma a iris). Pues incluso esto no dista de lo que podría hacer una mascota, ejemplo claro es que yo tenía una gata que estar conmigo mucho tiempo escapó, y al par de días regresó, y ya jamás escapó. No se adaptó a la libertad de la calle y gustaba más del confinamiento cómodo de tener comida fácil.
Me queda una película estimulante, pero que aspira a mucho más de lo que da, añadiendo por el camino trampas sobre la verdad. Fuerza y honor!!!
P.D.: Porque Truffaut no nos mostró la pedagogía para ‘domesticarse ‘ para ir al servicio a hacer sus necesidades? Fueron escrúpulos anti-escatológicos?
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/04/el-pequeno-salvaje.html
Parece que con mi disertación el film no me haya gustado, y tampoco es eso, es que me rebelo (¿?) contra los dogmas de que esta es una cuasi-obra maestra. Es una película sugerente, amena, bien dirigida, con buenos momentos, pero no una grandiosa película, pues tiene los defectos (bajo mi modesta opinión) mencionados. Tiene bellos momentos como el paseo por el campo del Dr. Con Victor por el bosque con la música de Vivaldi de fondo; esa secuencia nocturna en que el Dr. Observa a Victor en el patio alborozado bajo la lluvia; cuando vemos la única vez que Victor maneja cognitivamente los métodos del Dr. al llevarse las letras leche a casa del vecino parta pedir leche;
La hermosa fotografía es del ya mencionado Néstor Almendros (uno de los escasos e ilustres oscarizados españoles con su galardonada labor en “Días de cielo”, además de otras tres nominaciones), jugando en muchos casos con influencias pictóricas del galo Henri Rousseau (por sus estampas campestres), así como del neerlandés Pieter Brueghel (por las escenas de Victor entre la multitud). Así como juega con el ya dicho diafragma de iris que entronca con el cine primigenio.
La película pierde tiempo en una sub trama innecesaria y que desvía la atención de lo importante, me refiero a los varios comentarios que se hacen con el subsidio a la Sra. Guerin por cuidar en su casa al pequeño salvaje.
Spoiler:
Tras días huido, Victor aparece en la ventana (otra vez la ventana) con el Itard al otro lado. El niño entra y es acogido con alegría por el Dr., que llama a la Sra. Guerin que también está feliz de verlo, Victor le coge la mano a la Sra. Y hace que le acaricie la cabeza, escenificando que le hace falta cariño, y lo que es más importante, ha sido domesticado, para bien y para mal. Y con esto nos viene a decir el director que el niño ha dejado de ser salvaje del bosque, para anhelar el calor humano, ejemplificado en el plano final del niño mirando desde las escaleras a Itard (acabando en un diafragma a iris). Pues incluso esto no dista de lo que podría hacer una mascota, ejemplo claro es que yo tenía una gata que estar conmigo mucho tiempo escapó, y al par de días regresó, y ya jamás escapó. No se adaptó a la libertad de la calle y gustaba más del confinamiento cómodo de tener comida fácil.
Me queda una película estimulante, pero que aspira a mucho más de lo que da, añadiendo por el camino trampas sobre la verdad. Fuerza y honor!!!
P.D.: Porque Truffaut no nos mostró la pedagogía para ‘domesticarse ‘ para ir al servicio a hacer sus necesidades? Fueron escrúpulos anti-escatológicos?
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/04/el-pequeno-salvaje.html