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Voto de TOM REGAN:
6
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Drama
Una vez terminado su mandato, Frank Skeffington, el veterano alcalde irlandés de una ciudad de Nueva Inglaterra, se presenta a la reelección. Cuando comienza la campaña electoral, sus amigos le aconsejan que cambie sus métodos porque, aunque su rival es un joven incompetente, cuenta con el apoyo de los sectores más influyentes de la ciudad. (FILMAFFINITY)
11 de julio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
208/12(09/07/20) Algo envejecido drama político dirigido por el maestro John Ford, que tiene algunos momentos fulgentes, con el añadido de una superlativa actuación de Spencer Tracy como el carismático protagonista, un veterano alcalde de origen irlandés de una ciudad indeterminada de Nueva Inglaterra, embarcado en una campaña electoral por alcanzar su quinto mandato, tipo que se destaca por su ayuda a las clases bajas, y que por ello se enfrenta a los poderes facticos (Prensa, Bancos, Iglesia,...). El guión de Frank S. Nugent (“El Hombre Tranquilo” o “Centauros del desierto”) adapta la novela homónima de 1956 de Edwin O'Connor, el Skeffington protagónico se basó en el alcalde jefe de la vida real de Boston, James Michael Curley, un católico romano que duró 4 mandatos como alcalde, 1 mandato como gobernador de Massachusetts y múltiples mandatos en la Cámara de Representantes de los EE. UU.. Es un entretenimiento ameno en su retrato de personalidad del alcalde ya entrado en años que ve como el mundo cambia (el mayor ejemplo es la televisión), aunque tiene algunos altibajos narrativos, que se hacen más hondos en su tramo final, donde Ford cae en un sentimentalismo barato maniqueo. Tampoco son de recibo las caricaturizaciones de algunos personajes (Ditto como el fiel escudero de Skeffington, el hijo del alcalde [Arthur Walsh], el también hijo del banquero [OZ Whitehead], o el candidato rival McClusky), que restan cualquier capacidad de análisis serio. Es un film que termina siendo muy complaciente en su hagiografía del protagonista, al que le faltan aristas para humanizarle y no convertirlo en un cuasi-Santo, tampoco sabemos de sus ideas políticas más allá de meros apuntes vagos, alcalde seguido por una corte de pelotas impersonales, propios de un reyezuelo egocéntrico. La novela de Edwin O'Connor se rehízo como una película de televisión de 1977 protagonizada por Carroll O'Connor (quien escribió la adaptación) y Dana Andrews, con la dirección del veterano de Hollywood Vincent Sherman.
Es el fresco de personalidad hecho a sí mismo, Frank Skeffington, perteneciente a una familia de emigrante irlandeses en una ciudad dominada por elites que desprecian a estos, ejemplificado esto en el Club Plymouth, un lugar clasista que Frank ‘invade’ en la mejor escena de la película, irrumpe en la sala de las ‘fuerzas vivas’ de la ciudad, los que conspiran en las sombras. Allí el alcalde se enfrenta al banquero Norman Cass (gran Basil Rathbone), al editor del periódico local Amos Force (temperamental John Carradine), e incluso al Cardenal Martin Burke (Donald Crisp), ello en diálogos agudos, punzantes, ingeniosos, y muy mordaces en el modo de enfrentarse a los problemas. Frank es un tipo con una gran labia, con Don de gentes. También lo vemos como un tipo altruista con los necesitados (en el funeral), pero también un manipulador capaz de chantajear un funerario (de modo grotesco) con su poder, o aprovecharse de personas con pocas luces en su beneficio, un ser maquiavélico. También es una persona que demuestra que tiene siempre en sus pensamientos a su esposa fallecida dejándole una flor bajo su retrato todos días; La otra gran escena del film es el tramo del funeral, toda una lección de cómo moverse entre una multitud, de cómo emocionar con sagacidad en la conversación del alcalde con la viuda, de cómo dejar constancia a través de terceros de la nobleza de Frank.
El guión da vida a Adam Caulfield (correcto Jeffrey Hunter) para que sea nuestros ojos inocentes en la historia, para que él se haga y cuestione lo que nosotros haríamos. Fichado por Frank quizás por tener un hijo bala perdida, y a través de él nos enteramos del cinismo del alcalde con las campañas, riéndose de que debe dar besos a los bebes. La visión que da Ford de la política aquí es dual, por un lado está la tradicional (vieja) encarnada por Frank, un populista a pie de calle, que se mueve como pez en el agua entre sus ciudadanos. Ello frente a la política moderna, surtida de grandes presupuestos, de gran cobertura mediática (ejemplificado esto en la guiñolesca entrevista al aspirante Kevin McClusky).
Ford dirige con pulso firme, y mucha sobriedad narrativa, componiendo cuadros hermosos gracias a la fotografía en glorioso b/n de Charles Lawton Jr. (“La Dama de Shanghái” o “El tren de las 3:10”), con lenguaje visual lírico, con mucho de expresionismo en el manejo de los claroscuros y las sombras. Donde toda la acción ha sido filmada en los estudios Columbia/Warner Bros en Burbank (California-USA). Donde el diseñador de producción Robert Peterson (“En un lugar solitario” o “Tucson, Arizona”) crea un conjunto exterior masivo y costoso de Nueva Inglaterra alrededor de un parque en Columbia Ranch en Burbank. La mayor parte se quemó en 1973, pero una pequeña parte sobrevive y se puede ver en muchas películas y programas de televisión, incluidos los créditos de apertura para Friends.
Es el fresco de personalidad hecho a sí mismo, Frank Skeffington, perteneciente a una familia de emigrante irlandeses en una ciudad dominada por elites que desprecian a estos, ejemplificado esto en el Club Plymouth, un lugar clasista que Frank ‘invade’ en la mejor escena de la película, irrumpe en la sala de las ‘fuerzas vivas’ de la ciudad, los que conspiran en las sombras. Allí el alcalde se enfrenta al banquero Norman Cass (gran Basil Rathbone), al editor del periódico local Amos Force (temperamental John Carradine), e incluso al Cardenal Martin Burke (Donald Crisp), ello en diálogos agudos, punzantes, ingeniosos, y muy mordaces en el modo de enfrentarse a los problemas. Frank es un tipo con una gran labia, con Don de gentes. También lo vemos como un tipo altruista con los necesitados (en el funeral), pero también un manipulador capaz de chantajear un funerario (de modo grotesco) con su poder, o aprovecharse de personas con pocas luces en su beneficio, un ser maquiavélico. También es una persona que demuestra que tiene siempre en sus pensamientos a su esposa fallecida dejándole una flor bajo su retrato todos días; La otra gran escena del film es el tramo del funeral, toda una lección de cómo moverse entre una multitud, de cómo emocionar con sagacidad en la conversación del alcalde con la viuda, de cómo dejar constancia a través de terceros de la nobleza de Frank.
El guión da vida a Adam Caulfield (correcto Jeffrey Hunter) para que sea nuestros ojos inocentes en la historia, para que él se haga y cuestione lo que nosotros haríamos. Fichado por Frank quizás por tener un hijo bala perdida, y a través de él nos enteramos del cinismo del alcalde con las campañas, riéndose de que debe dar besos a los bebes. La visión que da Ford de la política aquí es dual, por un lado está la tradicional (vieja) encarnada por Frank, un populista a pie de calle, que se mueve como pez en el agua entre sus ciudadanos. Ello frente a la política moderna, surtida de grandes presupuestos, de gran cobertura mediática (ejemplificado esto en la guiñolesca entrevista al aspirante Kevin McClusky).
Ford dirige con pulso firme, y mucha sobriedad narrativa, componiendo cuadros hermosos gracias a la fotografía en glorioso b/n de Charles Lawton Jr. (“La Dama de Shanghái” o “El tren de las 3:10”), con lenguaje visual lírico, con mucho de expresionismo en el manejo de los claroscuros y las sombras. Donde toda la acción ha sido filmada en los estudios Columbia/Warner Bros en Burbank (California-USA). Donde el diseñador de producción Robert Peterson (“En un lugar solitario” o “Tucson, Arizona”) crea un conjunto exterior masivo y costoso de Nueva Inglaterra alrededor de un parque en Columbia Ranch en Burbank. La mayor parte se quemó en 1973, pero una pequeña parte sobrevive y se puede ver en muchas películas y programas de televisión, incluidos los créditos de apertura para Friends.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay dos escenas que me producen sonrojo por lo caricaturesca que me resulta, chirriante. Me refiero a cuando Frank entrevista al hijo del banquero para ofrecerle el cargo de jefe de bomberos, ridículo gag; La otra escena es la de la entrevista al candidato McClusky, teniendo protagonismo el perro. Inauténtica vergüenza en lo risible de brocha gorda.
Quien puede votar al fantoche de McClusky, el que nos han presentado en la película es un monigote. Nadie en su sano juicio votaría a esta persona; Nos tenemos que creer que Adam (un periodista local) no sabe cómo van los distritos en su ciudad?; Como el editor del periódico Amos Force odia tanto a Frank, por un motivo tan infantil, y luego deja trabajar en su periódico al sobrino del ínclito?;
El tramo final con Frank en su lecho de muerte se alarga más que la visita de los suegros, de un melodramatismo cursi, con una ronda de visitas al protagonista que rozan lo no indicado para diabéticos. Cuando parece que ya ha muerto, aparece el hijo por la puerta y rompe en pucheros hacia el dormitorio del padre, pero este aún no ha fallecido, con lo que la sensación de agonía se extiende hasta lo pesaroso.
Destaco de este tramo como el sobrino Adam Caulfield cambia la flor bajo el retrato de la esposa de Frank, ya que este ya no puede hacerlo, gesto muy lírico. Asimismo tiene poesía el último plano de todos los allegados a Frank subiendo por las escaleras al dormitorio del ya (supongo) muerto Frank, proyectando una lánguida sombra sobre la pared.
El papel del alcalde Frank Skeffington se le ofreció por primera vez a Orson Welles, dijo: “Estaba en el lugar y un abogado lo rechazó. Le dijo a Ford que el dinero no era el correcto o que la facturación no era lo suficientemente buena, y cuando regresé a la ciudad la parte se había ido a Tracy.”
Me queda una película muy arrugada por el tiempo, irregular en su tono, almibarada en su tramo final, pero con algunos elementos que la hacen interesante. Fuerza y honor!!!
Quien puede votar al fantoche de McClusky, el que nos han presentado en la película es un monigote. Nadie en su sano juicio votaría a esta persona; Nos tenemos que creer que Adam (un periodista local) no sabe cómo van los distritos en su ciudad?; Como el editor del periódico Amos Force odia tanto a Frank, por un motivo tan infantil, y luego deja trabajar en su periódico al sobrino del ínclito?;
El tramo final con Frank en su lecho de muerte se alarga más que la visita de los suegros, de un melodramatismo cursi, con una ronda de visitas al protagonista que rozan lo no indicado para diabéticos. Cuando parece que ya ha muerto, aparece el hijo por la puerta y rompe en pucheros hacia el dormitorio del padre, pero este aún no ha fallecido, con lo que la sensación de agonía se extiende hasta lo pesaroso.
Destaco de este tramo como el sobrino Adam Caulfield cambia la flor bajo el retrato de la esposa de Frank, ya que este ya no puede hacerlo, gesto muy lírico. Asimismo tiene poesía el último plano de todos los allegados a Frank subiendo por las escaleras al dormitorio del ya (supongo) muerto Frank, proyectando una lánguida sombra sobre la pared.
El papel del alcalde Frank Skeffington se le ofreció por primera vez a Orson Welles, dijo: “Estaba en el lugar y un abogado lo rechazó. Le dijo a Ford que el dinero no era el correcto o que la facturación no era lo suficientemente buena, y cuando regresé a la ciudad la parte se había ido a Tracy.”
Me queda una película muy arrugada por el tiempo, irregular en su tono, almibarada en su tramo final, pero con algunos elementos que la hacen interesante. Fuerza y honor!!!