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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Comedia El hallazgo de una cartera con una gran cantidad de dinero es el tema común de cuatro historias, protagonizadas por un limpiabotas sevillano, un oficinista salmantino, un torero de Cuenca y una quiosquera parisina. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2018
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146/03(11/07/18) Curioso film de (cinco) episodios dirigido (también guionizados, excepto el de la estación de tren) por Edgar Neville (con el parche-peaje por co-producción [por Francia, Les Grands Films Français y por España, Edgar Neville Producción] de uno realizado por el galo Guy Lefranc), presentados por el actor Pedro Porcel cual alter-ego de Neville, todos ellos unidos por alguien que encuentra una cartera repleta de dinero (un limpiabotas, un ferroviario, un “calzonazos”, o un torero) y cómo reaccionan ante el hecho, de cómo la Diosa Fortuna nunca viene con manual de instrucciones, en lo que se puede ver como un claro antecedente del humor berlanguiano, en el modo caustico de retratar a los personajes, de cómo no hay un modo correcto de comportarse ante esta “suerte”, goteando mala uva en sus conclusiones. Es una cinta que rezuma un humor muy agradable (solo roto por el segmento francés, metido este con calzador y chirriante en el tono de vodevil liberal-sexual), esbozando personajes de una gran vis cómica, empezando por ese maravilloso Fernando Fernán Gómez (Frasquito) como el (vago? Menudo cliché con los andaluces) sevillano limpiabotas, la marujona Irene Caba Alba (Estefaldina, la actriz comparte escena con su propia hija, una joven Irene Gutiérrez Caba como criada, no acreditada), que tiene sometido a su apocado esposo encarnado por un excelente Antonio Vico (Sebastián), el cobardica torero (El Hambrientito de Cuenca) encarnado por el gran Antonio casal, o el apoderado (Rafael Alonso) de un torero que paga al público para que aplauda. Como en todas las películas de cortos, esta tiene sus irregularidades, sus desequilibrios, aquí más acentuados por el “michelín” del segmento gabacho, fuera de lugar en el tono del resto, pero en lo bueno están los mencionados personajes primorosamente actuados, y el retrato de la España del momento, algo muy del gusto del realizador madrileño, rodar en exteriores, mascando el costumbrismo (tapeo en tabernas, flamenco, toros,…) de diferentes ciudades hispanas (Sevilla, Salamanca y Madrid) y viveza de las calles, reflejando Sevilla (La Real Fábrica de Tabacos, El pabellón de Portugal, La Torre del Oro, La Giralda...), Madrid (con su Monumental Plaza de Toros) y Salamanca (La Fachada de la Universidad, la Plaza Mayor, la Catedral, el Convento de San Esteban... ). Todo salpicado de humor grácil, sin poso, pero estimable en su nula falta de pretenciosidad, solo busca ser unos pasarratos, donde se tocan tremas como la avaricia, el egoísmo, la tentación, la solidaridad, la duda, ello en un desarrollo liviano, de poco calado.

En el primero, la cuya acción transcurre en Sevilla, el protagonista es un limpiabotas (Fernando Fernán Gómez) de nombre Frasquito y tremendamente holgazán; Muy divertida interpretación de Fernando Fernán Gómez imitando el acento sevillano y su argot, maravilloso como busca alguien al que limpiar el calzado pero que no tenga mucho trabajo, haciéndolo al final a una joven “guiri” con unas chanclas. Representa al típico baguete de buen corazón, que cuando tiene algo en la cartera le dura poco, gastándolo con los amigos, en este caso en un tablao flamenco. Asimismo en su epílogo deja tintes buñuelesco por lo de hacer el bien no siempre es recompensado.
El segundo, ambientado en una estación de tren, es el único de los episodios dirigido por el francés Guy Lefranc, cuenta la historia de la quiosquera Margot (Jacqueline Plessis), cortejada por varios clientes, acabará "sucumbiendo" a los encantos de Feliciano (Jean Carmet); Difiere bastante del tono del resto, metido con calzador, resulta un vodevil tosco y tontorrón. Destaca como se habla de adulterio y cornamentas con bastante gracejo y trivialidad, difícil pensar no tuviera esto problemas con la censura.

El tercero se sitúa en Salamanca y lo protagoniza Sebastián (Antonio Vico), tipo pusilánime y dominado por su esposa, una harpía llamada Estefaldina (Irene Caba Alba); El mejor de todos por el mordaz duelo que se establece entre la Caba y Vico, un deleite jocoso en su vena de humor negro y en los ingenioso giros que tiene. Este corto habla de cómo hay que dejarse mangonear.

El cuarto episodio gira en torno a "El Hambrientito de Cuenca", humilde campesino aspirante a torero interpretado por Antonio Casal, apareciendo en el mismo el gran Rafael Alonso como apoderado de un diestro; Con efluvios este bloque a “Tarde de toros” (1956), algo caricaturesco en el modo de tratar al temeroso torero, imposible creer que tuviera la oportunidad de torear en la Monumental, aunque tiene dos buenos momentos, uno cuando el apoderado paga para que animen a su pupilo y de este modo el resto de público les siga, y otro, este enorme, cuando para poder aplaudir tras una faena de toros, una mujer pasa a su niña al hombre de al lado y así sucesivamente hasta que ésta recorre la fila entera para volver con su madre, lo mismo hace una chica francesa con su perrito. Posee un epílogo muy falangista, en su ideología de que el verdadero corazón de los pueblos está en la ruralidad, en el campo, en la vida campesina, en contraposición con las grandes ciudades surcadas de decadencia moral.

El quinto es el corto epílogo y tiene como protagonista al presentador de los relatos, Pedro Porcel, el que viene a proyectar el leit-motive de los cortos, y con el que doy título a la crítica.

En conjunto (a excepción del corto francés) es una mirada al patetismo de la gente ante su buena suerte. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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