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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
9
Comedia El señor Hulot (Jacques Tati) no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y traerlo después a la ultramoderna casa de su hermana (Adrienne Servantie), casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien intenta ocupar a su cuñado en la empresa de fabricación de tubos de plástico en la que trabaja. (FILMAFFINITY)
15 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
100/03(04/05/18) Brillante comedia gala del poco prolífico polifaceta (dirige, guioniza, protagoniza) Jacques Tati, su tercera realización y primera íntegramente en color (“Día de fiesta” tiene algunos tramos en color), que repite tras “Las vacaciones de Monsieur Hulot” con su alter ego Hulot, un ingenuo, noble, e incomprendido tipo que se enfrenta al mundo y sus problemas con estoicismo y mucha flema, cuasi de Buster Keaton. Como el en cine de Tati es una cinta donde predomina arrollando lo visual sobre los diálogos, estos son prácticamente innecesarios, e incluso se pueden oír como ruido (efectos de sonido: zumbidos, golpes, timbrazos, compresoras, martillos, motores...) de fondo que acompaña a los gags, por lo que es un cine de claras reminiscencias al mudo, al del humor slapstick propio de los genios Chaplin, Keaton o Lloyd, teniendo en común con el primero la crítica a al progreso, a sus fatuos avances tecnológicos, aunque al contrario que el Charlot de “Tiempos Modernos”, no es un ataque político, sino a una sociedad decadente, poniendo contra el espejo nuestra superficialidad con algunas modernidades pomposas, con sutilidad pellizca nuestra hipocresía, nuestro culto a las apariencias, al clasismo. El guion escrito por su director junto con Jacques Lagrange (“Playtime”) y Jean L'Hôte, desarrollan un relato donde no provoca carcajadas, pero sí muchas muecas de sonrisas, siendo más perdurables estas, calan más, ello por unas escenas cuidadas al milímetro, con elegancia, con mimo, con algunos momentos prodigiosos, contraponiendo con ingenio escenarios, personajes, incluso animales, para con ello colocar contra el paredón. También es muy destacable la mágica música compuesta por el lionés Frank Barcellini, son esas inconfundibles notas de piano, flauta, acordeón y guitarra que se adhieren de forma deliciosa al subconsciente, apoyándose sobre todo en trémolo (del italiano tremolo, "trémulo, tembloroso", término musical que describe la fluctuación o variación periódica en la intensidad, volumen o amplitud de un sonido, mientras que la altura o frecuencia se mantiene constante. Ganó el Oscar a la Mejor Película en lengua extranjera, y fue gran éxito para Tati con un total de 4.576.928 espectadores en Francia.

El film se convierte en una sátira a la sociedad hedonista del momento y por ende a la nuestra actual, mucho más superficial aún (ejemplo las redes sociales y periféricos), hace chanzas de una burguesía amodorrada en una fiebre consumista, donde lo importante es tener el último avance tecnológico para presumir ante tus conocidos, Tati arremete contra las moderneces que vienen a esclavizarnos, del culto a las apariencias, de creer que todo avance es positivo perse. Para ello el director confronta los dos mundos, el barrio frío e insípido de su hermana y cuñado de clase alta, sometidos a la rigidez (la alegoría es la arquitectura de las líneas rectas), al esnobismo, donde predominan las tonalidades grises, lo metálico, viven en una casa ultramoderna, aséptica, insustancial, desprovista de vida, deshumanizada en sus mecanismos modernos, en sus artilugios fatuos, con mobiliario de diseño pero anulado en funcionalidad, con jardín vanguardista despersonalizado, con una fuente de pez que solo se pone en marcha cuando vienen visitas, con una puerta eléctrica para su último modelo de coche; frente al barrio cálido del populacho en que reside Hulot, un lugar bullicioso, con sus ruidos, sus descampados donde juegan los niños, vive en un edificio humilde en el ático, con desconchones, tiene que subir una laberíntica escalera, una ventana que sirve para dar el reflejo del sol a un canario (en una jaula colgado más abajo) para que cante, con calles sucias, hay vehículos tirados por caballos, la gente se reúne en la calle para charlar, hay mercadillos donde los niños compran xuxes, con perros callejeros de un lado a otro, con niños haciendo travesuras, un lugar donde se respira alegría. Ello en un desarrollo ágil, con momentos de lirismo visuales punzante (como esos trajes estrafalarios de la vecina), donde el humor brota de forma singular y en diferentes planos, ello potenciado por la cámara que filma prominentemente en planos abiertos, donde los personajes se acumulan en varios niveles de cercanía.

Tati demuestra ser un tremendo observador de la cotidianidad, y ello lo potencia en el film exagerando la realidad para que nos veamos reflejados en el ridículo de muchos de nuestros comportamientos, de cómo nos dejamos someter a normas absurdas (ejemplo: ese camino de la casa Arpel por el jardín).

En el centro de la historia se encuentra Gerard, un inquieto niño, que vive encorsetado en las normas de sus elitistas padres, encontrando en su tío (el que da título) una vía de escape a su tediosa ordinariez, se identifica con su jovialidad y despreocupación, lo saca de la esterilidad ambiental de su residencia, niño que disfruta con su tío, y en el barrio de este, allí juega con otros chavales con travesuras propias de su edad: para esto también le sirve a Tati el perro salchicha de los Arpel, ataviado con un horrendo jersey de cuadros, que en cuanto puede escapa de la casa para ir a jugar a solares dejados de la mano de Dios con otros perros (callejeros): Con esto el realizador también hace un canto a la infancia, a su inocencia frente a un mundo mecanizado que quiere romper su individualidad frente a los hueros protocolos de comportamiento rancios, a la amistad frente a la condescendencia, una oda a lo que les hace diferentes frente a la hipocresía.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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