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Voto de TOM REGAN:
8
7,5
2.791
Romance. Drama
En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su ... [+]
5 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
254/26(26/10/17) Notable melodrama romántico italiano realizado por el gran Luchino Visconti, neorrealista film guionizado por el propio director milanés junto a “La Reina de Cinecittà”, Suso Cecchi D'Amico (“Ladrón de bicicletas”, “Rocco y sus hermanos” o “El Gatopardo”), toma su título y argumento básico de la historia corta de 1848 de Fyodor Dostoievsky "White Nights" (ha tenido dos adaptaciones a la pantalla, ésta y la de Bresson “Cuatro noches de un soñador”, 1971), en lugar de la original San Petersburgo, la película se desarrolla en Livorno (no se menciona, pero se copia la ciudad en sus decorados), con sus calles y plazas (la calle Grande, Via della Madonna, el distrito de Venecia ), canales, monumentos y edificios públicos, parada de autobús, rodada en su totalidad en interiores, el estudio 5, en Cinecittà (Roma), emitiendo en su sugestiva ambientación, desolación, oscuridad, frialdad atmosférica, ruinas, gallineros, podredumbre, decadencia mortal. La acción tiene lugar a lo largo de 4 intensas noches de comienzos de invierno, relato con efluvios al cine de “Breve encuentro” (1945) mezclado con la poesía de Max Ophuls de “Carta a una desconocida” (1948) o “La ronda” (1950), con encuentros y desencuentros, de idealización del amor, de autoengaños, rodada con halo de ensoñación, de irrealidad. Obra sugestiva de marcados tintes líricos, atomizado por atmósfera turbadora en su realismo cuasi-mágico, se suman diálogos de calado emocional, actuaciones que conmueven, hablándonos con hondura sentimental (que no sentimentalista) de la soledad humana, de inocencia, del primer amor, de sacrificios, de dignidad, de obsesiones enfermizas autodestructivas. Se hace reflexión sobre el aislamiento entre la multitud, protagonistas que son islas, remarcado por la sugestiva ambientación, por los paseos nocturnos por calles gélidas, pocos personajes con que se relacionan. Esto maravillosamente expuesto en su inicio con un cuidado de movimientos de cámara exquisitos mientras sigue el objetivo a Mario (Mastroianni) desde que en la nocturnidad baja del bus en una urbe de callejuelas estrechas, serpenteantes, con canales con sus puentes, todo asimétrico, por aquí vaga sin rumbo el protagonista, moverse entre el gentío, hasta que su mirada se posa en una figura femenina (Natalia) sobre un puente, y entonces comienza la compleja relación entre estas dos almas a la deriva.
Visconti despliega toda pericia fílmica para proyectar un microcosmos cerrado cuasi-claustrofóbico del que parece una espiral imposible de escapar, ello mediante tomas de una estupenda belleza, jugando hábil y expresivamente con los silencios y con las miradas, con el poder y fuerza de la imagen, inundando los fotogramas de densidad romántica, pero ello sin caer en lo sobrecargado, en lo maniqueo y manipulador, el desarrollo se da orgánicamente gradual. Relato de amores incomprendidos, imposibles, donde el corazón manda sobre la razón: La prostituta denota amor hacia Mario, Mario está enamorado de Natalia, Natalia ama a una ilusión cuasi-metafísica en la figura del Inquilino, y este no se sabe a quién ama. Todo en una evolución con picos extraordinarios, pero que desembocan en un final desde mi punto de vista controvertido y coque como en micasoi llevan a la confusión (spoiler).
Se hace un retrato de personalidades incisivo: Mario es un tipo solitario, extrovertido (aunque se dice tímido), vitalista, atento, realista, cariñoso, deseoso de escapar a la rutina diaria (o nocturna) termina enamorándose de Natalia, lo hace resistiéndose y al final cayendo bajo el influjo de la ternura que desprende ella. Marcello Mastroianni lo encarna con hondura dramática, con naturalidad, con encanto, con credibilidad que termina tocándonos la fibra en su final, espléndido; Natalia es una soñadora, una idealista del amor, introvertida, ingenua, romántica patológica, que persigue una quimera que la devora y autodestruye, nublándole la vista de la realidad del amor puro y veraz que representa Mario. María Schell la encarna con dulzura, entrañable, con sonrisa que desarma en su ternura, con gestualidad maravillosa, con una mirada expresiva, actuación potenciada por el modo en que la cámara la enfoca e ilumina en tomas cercanas y primeros planos; Y éntrelos dos (Mastroianni & Schell) surge una química arrolladora que desborda la pantalla cuando se abrazan.
Asimismo Visconti juega a los contrastes con las dos parejas alternativas que tienen los dos protagonistas: Por un lado el inquilino (Jean Marais, sin nombre en la cinta), el primer amor de Natalia, ser enigmático definido por ella “no es joven ni es viejo… es muy atractivo”, tipo misterioso, frío, de actitud extraña, este misterio termina por encandilar a Natalia. Encarnado con gelidez por el galo Jean Marais, falto de conexión emocional con Natalia, es el eslabón débil de la película, te es muy complicado creerte que la cálida chica siente ese amor desmedido por este témpano; Y está la prostituta (Clara Calamalai), más difusa, pero dejando entrever atracción por Mario, la vemos de refilón las miradas e insinuaciones que echa a este, terminan por fructificar, al final los dos se juntan, apoyándose en el despecho de él, teniendo su furtivo encuentro bajo el puente, lo contrario de los que tiene con Natalia, clara alegoría contrapuesta entre la relación luminosa con la rubia y la oscura y turbia con la morena, los dos personajes perdedores.
El puente sobre el canal en que se encuentran Natalia y Mario sirve como metáfora de separación de dos mundos, divide el pueblo en dos caracteres antagonistas. En el lado que vive Natalia es el apagado, el oscuro, la podredumbre, gallineros, y está el lado en que vive Mario, todo es luz, fiesta, alegría, baile, dos mundos separados por el canal, unidos por el puente, alegoría delos dos personajes principales, y para esto es fundamental la excelsa puesta en escena resulta fabulosa para emitir el caudal de estado de ánimo ambiental, … (sigue en spoiler)
Visconti despliega toda pericia fílmica para proyectar un microcosmos cerrado cuasi-claustrofóbico del que parece una espiral imposible de escapar, ello mediante tomas de una estupenda belleza, jugando hábil y expresivamente con los silencios y con las miradas, con el poder y fuerza de la imagen, inundando los fotogramas de densidad romántica, pero ello sin caer en lo sobrecargado, en lo maniqueo y manipulador, el desarrollo se da orgánicamente gradual. Relato de amores incomprendidos, imposibles, donde el corazón manda sobre la razón: La prostituta denota amor hacia Mario, Mario está enamorado de Natalia, Natalia ama a una ilusión cuasi-metafísica en la figura del Inquilino, y este no se sabe a quién ama. Todo en una evolución con picos extraordinarios, pero que desembocan en un final desde mi punto de vista controvertido y coque como en micasoi llevan a la confusión (spoiler).
Se hace un retrato de personalidades incisivo: Mario es un tipo solitario, extrovertido (aunque se dice tímido), vitalista, atento, realista, cariñoso, deseoso de escapar a la rutina diaria (o nocturna) termina enamorándose de Natalia, lo hace resistiéndose y al final cayendo bajo el influjo de la ternura que desprende ella. Marcello Mastroianni lo encarna con hondura dramática, con naturalidad, con encanto, con credibilidad que termina tocándonos la fibra en su final, espléndido; Natalia es una soñadora, una idealista del amor, introvertida, ingenua, romántica patológica, que persigue una quimera que la devora y autodestruye, nublándole la vista de la realidad del amor puro y veraz que representa Mario. María Schell la encarna con dulzura, entrañable, con sonrisa que desarma en su ternura, con gestualidad maravillosa, con una mirada expresiva, actuación potenciada por el modo en que la cámara la enfoca e ilumina en tomas cercanas y primeros planos; Y éntrelos dos (Mastroianni & Schell) surge una química arrolladora que desborda la pantalla cuando se abrazan.
Asimismo Visconti juega a los contrastes con las dos parejas alternativas que tienen los dos protagonistas: Por un lado el inquilino (Jean Marais, sin nombre en la cinta), el primer amor de Natalia, ser enigmático definido por ella “no es joven ni es viejo… es muy atractivo”, tipo misterioso, frío, de actitud extraña, este misterio termina por encandilar a Natalia. Encarnado con gelidez por el galo Jean Marais, falto de conexión emocional con Natalia, es el eslabón débil de la película, te es muy complicado creerte que la cálida chica siente ese amor desmedido por este témpano; Y está la prostituta (Clara Calamalai), más difusa, pero dejando entrever atracción por Mario, la vemos de refilón las miradas e insinuaciones que echa a este, terminan por fructificar, al final los dos se juntan, apoyándose en el despecho de él, teniendo su furtivo encuentro bajo el puente, lo contrario de los que tiene con Natalia, clara alegoría contrapuesta entre la relación luminosa con la rubia y la oscura y turbia con la morena, los dos personajes perdedores.
El puente sobre el canal en que se encuentran Natalia y Mario sirve como metáfora de separación de dos mundos, divide el pueblo en dos caracteres antagonistas. En el lado que vive Natalia es el apagado, el oscuro, la podredumbre, gallineros, y está el lado en que vive Mario, todo es luz, fiesta, alegría, baile, dos mundos separados por el canal, unidos por el puente, alegoría delos dos personajes principales, y para esto es fundamental la excelsa puesta en escena resulta fabulosa para emitir el caudal de estado de ánimo ambiental, … (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
… ayudado por un excelente diseño de producción de Mario Chiari (“Los inútiles” o “Luis II de Baviera”), recreando en los Cinecittà Studios (Roma) con mimo operístico brillante la ciudad en que se mueve la pareja, con sus callejuelas, recovecos, jolgorio, miseria,
todo esto realzado por la formidable fotografía en glorioso b/n de Giuseppe Rotunno (“El Gatopardo” o “Amarcord”), manejando los contrastes de luz, la semi-oscuridad, con sombras, de nitidez, con neones irreales, con punzantes primeros planos que extraen lo mejor de los protagonistas, de sus miradas, de sus zozobras, su melancolía, adornándose con el apoyo de la valiosa edición de Mario Serandrei (“El Gatopardo” o “La batalla de Argel”), ejemplo es el delicioso corte entre presente y flash-back, en una sola toma cuando Natalia le narra a Mario su historia con el Inquilino. La música es del maestro Nino Rota (“El Gatopardo” o “El Padrino”), bañando de sensibilidad romántica los fotogramas, con dosis de nostalgia que calan, mimetizándose de modo epidérmico con las imágenes, se añade el rock "Thirteen Woman" de Bill Haley, durante el baile, y la referencia operística con "El barbero de Sevilla" de Gioacchino Rossini.
Spoiler:
Con lo de final confuso me refiero a que cue queda muy dramático y vibrante que cuando estas dos almas pérdidas de Mario y Natalia por fin se unen, aparezca sobre el puente el inquilino, muy catárquico, todos sabemos que ella se equivoca que se va con el hombre que ha jugado con ella y abandona al que la ama de modo puro, con lo que en realidad la conclusión se me antoja neurálgica pero precipitada, cortada in media res, pues supone la felicidad para Natalia? O lo que nos dice que la infelicidad reina sobre las personas, pues ella será infeliz con ese volátil tipo y Mario lo será por haber sido plantado. Final que duele al que como yo se ha sentido empatizado por Mario y Natalia, siente como propias las lágrimas de Mario (colosal Marcello desbordando veracidad y sufrimiento), se siente pinchado en el corazón de modo dolorido.
Momentos recordables: Natalia se agacha por la esquina del marco en su casa en ruinas, y la cámara gira de modo elíptico saltamos tiempo atrás en el mismo lugar pero ya con el lugar adecentado y habitable; Toda la narración idealizada de ella de su historia de amor con el inquilino, pero sobre todo el momento en que Natalia es abrazada por el Inquilino (Jean Marais) cuando se despiden, hay un zoom para enmarcar en primer plano a él, hay un contra-plano y él dice “Dentro de un año, estaré aquí, esperándote, exactamente a la misma hora y me amarás otra vez”, el plano se abre, y el hombro sobre el que ella apoya su afligida la cabeza se convierte en la de Mario, uniéndose pasado y presente de modo lírico; Existe un recurso ingenioso de Visconti de contraste entre las dos personalidades que rondan el corazón de Natalia, me refiero a la ópera para el Inquilino, y al rock and roll para Mario, esto en la tercera noche, donde con el tema "Thirteen Woman" de Bill Haley, la pareja Natalia-Mario se ven envueltos en un baile entre jóvenes intercambiándose en la vorágine de pareja (El bailarín principal, Dick Sanders, también hizo una coreografía de la escena), siendo el zenit cuando Mario se marca un solitario bailando de modo desenfrenado (delirante) , en lo que es un reflejo de una noche feliz y entusiasta de los dos, este jolgorio y cuasi-aquelarre en contraposición con la elegancia de la escena en la ópera donde el Inquilino coge la mano con dulzura de Natalia; El poético tramo en que comienza a nevar, los dos enamorados (entonces) se sienten bendecidos por Dios y la belleza de los copos acariciándolos.
“No creía que todavía hubiera chicas como tú en el mundo. Es como pedirme que crea en los cuentos de hadas” (Mario).
En conjunto queda una historia de amor de las que recordaras probablemente siempre. Fuerza y honor!!!
todo esto realzado por la formidable fotografía en glorioso b/n de Giuseppe Rotunno (“El Gatopardo” o “Amarcord”), manejando los contrastes de luz, la semi-oscuridad, con sombras, de nitidez, con neones irreales, con punzantes primeros planos que extraen lo mejor de los protagonistas, de sus miradas, de sus zozobras, su melancolía, adornándose con el apoyo de la valiosa edición de Mario Serandrei (“El Gatopardo” o “La batalla de Argel”), ejemplo es el delicioso corte entre presente y flash-back, en una sola toma cuando Natalia le narra a Mario su historia con el Inquilino. La música es del maestro Nino Rota (“El Gatopardo” o “El Padrino”), bañando de sensibilidad romántica los fotogramas, con dosis de nostalgia que calan, mimetizándose de modo epidérmico con las imágenes, se añade el rock "Thirteen Woman" de Bill Haley, durante el baile, y la referencia operística con "El barbero de Sevilla" de Gioacchino Rossini.
Spoiler:
Con lo de final confuso me refiero a que cue queda muy dramático y vibrante que cuando estas dos almas pérdidas de Mario y Natalia por fin se unen, aparezca sobre el puente el inquilino, muy catárquico, todos sabemos que ella se equivoca que se va con el hombre que ha jugado con ella y abandona al que la ama de modo puro, con lo que en realidad la conclusión se me antoja neurálgica pero precipitada, cortada in media res, pues supone la felicidad para Natalia? O lo que nos dice que la infelicidad reina sobre las personas, pues ella será infeliz con ese volátil tipo y Mario lo será por haber sido plantado. Final que duele al que como yo se ha sentido empatizado por Mario y Natalia, siente como propias las lágrimas de Mario (colosal Marcello desbordando veracidad y sufrimiento), se siente pinchado en el corazón de modo dolorido.
Momentos recordables: Natalia se agacha por la esquina del marco en su casa en ruinas, y la cámara gira de modo elíptico saltamos tiempo atrás en el mismo lugar pero ya con el lugar adecentado y habitable; Toda la narración idealizada de ella de su historia de amor con el inquilino, pero sobre todo el momento en que Natalia es abrazada por el Inquilino (Jean Marais) cuando se despiden, hay un zoom para enmarcar en primer plano a él, hay un contra-plano y él dice “Dentro de un año, estaré aquí, esperándote, exactamente a la misma hora y me amarás otra vez”, el plano se abre, y el hombro sobre el que ella apoya su afligida la cabeza se convierte en la de Mario, uniéndose pasado y presente de modo lírico; Existe un recurso ingenioso de Visconti de contraste entre las dos personalidades que rondan el corazón de Natalia, me refiero a la ópera para el Inquilino, y al rock and roll para Mario, esto en la tercera noche, donde con el tema "Thirteen Woman" de Bill Haley, la pareja Natalia-Mario se ven envueltos en un baile entre jóvenes intercambiándose en la vorágine de pareja (El bailarín principal, Dick Sanders, también hizo una coreografía de la escena), siendo el zenit cuando Mario se marca un solitario bailando de modo desenfrenado (delirante) , en lo que es un reflejo de una noche feliz y entusiasta de los dos, este jolgorio y cuasi-aquelarre en contraposición con la elegancia de la escena en la ópera donde el Inquilino coge la mano con dulzura de Natalia; El poético tramo en que comienza a nevar, los dos enamorados (entonces) se sienten bendecidos por Dios y la belleza de los copos acariciándolos.
“No creía que todavía hubiera chicas como tú en el mundo. Es como pedirme que crea en los cuentos de hadas” (Mario).
En conjunto queda una historia de amor de las que recordaras probablemente siempre. Fuerza y honor!!!