252(12/10/08) Enfermizo drama británico. Crítica feroz a la sociedad burguesa, anclada en sus costumbres snobs. Dirigido por el estadounidense Joseph Losey y escrito por el famoso Harold Pinter. El film envuelto en una atmósfera claustrofóbica nos relata la historia de un joven soltero, Tony (James Fox) de clase alta, en el Londres de principios de los sesenta, se traslada a una vivienda nueva y contrata a un criado, Barrett (Dirk Bogarde), este poco a poco se va haciendo con el control de la vida del patrón, gracias a la inseguridad de este.

Losey retrata a una sociedad decadente, donde la lujuria de sexo y drogas tienen un papel predominante, cualquiera con un poco de personalidad te la puede liar. Envueltos en este clima opresivo, las insinuaciones homosexuales son más que evidentes en la relación de amor odio que se establece entre el jefe y el criado.

Formidable clima opresivo al que ayuda de forma sobresaliente la extraordinaria cámara de Douglas Slocombe ("El Gran Gatsby" o "Indiana Jones en busca del Arca perdida"), que realiza tomas desde ángulos asfixiantes e inquietantes. El diseño de producción de Richard Macdonald ("Rey y Patria" o "la familia Addams) fenomenal, con esa casa gran acierto, acentúa en su diseño de puertas-librerías, escaleras resaltando los barrotes como si de una cárcel de oro se tratara. Todos estos elementos junto con maravillosa banda sonora de John Dankworth ("Sábado noche, domingo mañana" o "Accidente"), ayudan a crear este clima.

Bogarde realiza un trabajo soberbio, crea al manipulador sirviente de un modo creíble; Fox, en su primer protagonista, en un papel menos agradecido lo borda; así como Sarah Miles encarna a una turbadora sensual femme fatale, lo que viene a llamarse unos trabajos sobresalientes.

Losey tuvo que huir de U.S.A. por “la caza de brujas”, o sea por ser sospechoso de ser comunista y en esta cinta es más que evidente que McCarthy no iba muy desencaminado (no se me interprete que yo estaba de acuerdo con este maldito senador, ignominia para el arte americano) pues el guión nos cuenta como poco a poco se van invirtiendo los roles, como el proletario, representado por Barrett, toma el poder de la finca, la finca que el trabaja, y la toma por las debilidades (vulnerabilidad, sexo, drogas, alcohol, etc.) del dueño, vamos, como lo que escribió Orwell, “Rebelión en la granja”.

El único handicap que le encuentro es lo brusco que es el cambio cuando Barrett es contratado por segunda vez, la sumisión de Tony es demasiado rápida, le resta credibilidad, es como si el montador hubiera cortado a destajo.

Recomendable a los que gusten de cine calado, del que te hace pensar