41/04(06/03/16) Fallida distopía del realizador heleno Yorgos Lanthimos, que también guioniza junto a Efthymis Filippou (“Canino” o “Alps”), su debut en el idioma inglés (co-producción de Irlanda, UK, Grecia , Francia y Holanda) ofrece unas cuantas buenas, un sugestivo arranque pero en su desarrollo se aturulla y tiende a remarcar en demasía, lo cual con el paso del metraje se hace lánguido y cansino, ello en un relato que como toda distopía que se precie intenta desde la creación de una sociedad futura o paralela criticar a la sociedad actual, en este caso es una reflexión sobre la soledad y los convencionalismos de que todos debemos tener pareja, si pudieran vernos como a un bicho raro, divaga sobre las relaciones, sobre como artificiosamente pudiera ser que todos busquemos el súmmum de la felicidad en tener alguien a quien amar, aunque sea forzadamente por una sociedad que nos marca los pasos. Utilizan el recurso de exagerar hasta lo grotesco una situación para intentar hacernos ver que quizás en muchas cosas nos podemos parecer a este microuniverso perverso, marcado por reglas opresivas, para ello se critica con humor caustico la institución matrimonial como una etapa imprescindible en un nuestra vida, y como esto puede a algunas personas asfixiarlas por sentirse diferentes. Pues bien esto es expuesto con un atractivo arranque, presentando la situación, a los personajes, las reglas arbitrarias y bizarras, pero a partir de la media hora la cinta empieza a estancarse, a redundar. Omito la sinopsis por falta de espacio.

La cinta arranque de forma que engancha, con la edificación de un microcosmos (ficticio) reglado con un sinfín de normas absurdas, con situaciones de las que mana un humor entre lo tierno y lo inquietante, con unos personaje que transmiten entrañabilidad en su candor en relacionarse con el otro sexo, con la construcción de un ambiente cerrado, opresivo, y que va asfixiando en una contrarreloj a los protagonistas, ello en un marco, el del hotel, que intenta transmitir una sensación rancia de fiestas de ajadas fiestas de pueblo, con bailes tímidos, embarazosos, torpes, evolucionando la acción diálogos cortantes, afilados y sinuosos. Un sátira mordaz, corrosiva que deconstruye con saña las relaciones sentimentales autoimpuestas, en un universo donde los personajes solitarios emiten ternura en contraste con la gente que los controla y les intenta imponer normas tóxicas, un enfoque deprimente de la naturaleza humana, donde el realizador nos dice que estamos abocados a la pérdida de libertad personal a favor de estar forzados a seguir “lo correcto”, más valen falsas apariencias que la soledad. Los protagonistas son tipos con problemas de interrelación, de incomunicación, de empatía con los demás, personas frías e introspectivas. Es una parodia insana sobre el romanticismo, sobre el amor, sobre la rebeldía, sobre que nadie nos dicte lo que hacer o dejar de hacer, ataca los totalitarismos, las dictaduras de pensamiento, los quebrantamientos de poder tener iniciativa individual. Nos habla de la soledad y del amor, la soledad es perniciosa en este mundo, está prohibida bajo castigo, y el amor, aunque esté basado en engaños (hay que tener una afinidad física con tu pareja) es premiado, con lo que debiera ser algo que fluya de modo natural o no, es empujado por esta sociedad disfuncional, con lo que el amor verdadero queda extirpado a favor del afán de supervivencia, esto en paralelo con que sugiere que esto pasa en nuestro “racional” sociedad. Proyecta una sociedad aletargada, sumisa, sedada, conformista, de gente cuasi-catatónica que desprenden patetismo. Una obra de gran ambigüedad, pues al terminar de verla no sabes si es un canto a la soledad, una diatriba contra la pareja, o viceversa, una loa a la revolución contra las injusticias, o viceversa, pues el desarrollo da argumentos a las dos ideas.

La cinta está partida claramente en dos, cada una determinada por el espacio donde acontece la mayoría de la acción. Por un lado está el tramo en el aséptico hotel, lugar alejado aislado en la montaña, se nos presenta cual prisión para los residentes, solteros empedernidos, con reglas tan estrictas como un presidio, con sus propios códigos de castigo, aquí los personajes son dóciles y mansos ante el poder establecido, la claustrofobia ambiental se palpa. En la segunda parte el tono cambia, el escenario es un lugar abierto, el frondoso bosque de árboles, aquí los personajes son una especie de guerrilla revolucionaria que recuerda en cierta medida a los disidentes del film de Truffaut ““Farenheit 451”, basada en otra distopía novelada por Ray Bradbury, esta salvaguardadores de los libros, pero en esta “langosta” lo que quieren salvaguardar es la pureza de la soledad, pero paradójicamente con reglas tan estrictas como en el hotel, tan distintos unos de otros pero tan parecidos en sus totalitarismos y negadores de la libertad individual.

Lo malo de todo esto de esta tragicomedia distópica es que sobre el papel queda tan profundo y existencialista, al principio te cala, te interesa, te queda algo fresco y divertido, pero conforme avanza se torna su tratamiento en pretenciosidad fatua cercana al onanismo, pues el realizador parece venirse arriba se extiende más y más en sus ideas, estirando algo que no da tanto de si, lo sobreexpone, lo remastica, termina tomándose demasiado en serio lo que cuenta, con lo que al principio era humor negro turbador se torna en autoparodia de tanto regurgitación, el espectador pierde conexión con lo que ve, se va despegando de la historia, decayendo hasta el acartonamiento, sin capacidad de sorprender, por mucho que el director nos intente colar situaciones impostadas, siendo lo peor que termina por no importarte lo que les pase a los protagonistas, la gracia creada al comienzo es atropellada... (sigue en spoiler)