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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
5
Drama. Romance En el Londres de la posguerra, en 1950, el famoso modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma (Vicky Krieps), una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la ... [+]
19 de febrero de 2018
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
45/15(16/02/18) Sobrevalorado film del otrora (en lo que a mí respecta) grandioso californiano Paul Thomas Anderson, como sí hubiera sido abducido por alguien distinto. Y es que el director y guionista había cimentado su aura de genial creador desde su ópera prima “Hard eight” (1996), su maravillosa “Boogie Nights” (1997) con excelsos efluvios scorsesianos, el excelso retrato de una sociedad al borde del abismo con mucho del Raymond Carver de “Short cuts” derivando en la épica “Magnolia” (1999), acabando su gloriosa (hasta ahora, pues aún no he perdido la esperanza) tetralogía de obras brillantes (su debut no entra en la cuenta) con la homérica “There Will Be Blood”(2007), aparte dejo el borrón que fue su intento de comedia romántica con “Punch-Drunk Love” (2002), pero hete aquí que PTA parece haberse embebido de sí mismo y desde entonces cambiando una vez de registro da tumbos de un lado a otro con films tan insulsos y pretenciosos como The Master (2012), un film caótico-detectivesco con ínfulas a Raymond Chandler como “Inherent Vice” (2014), hasta llegara esta aburridísima nadería que es “El hilo invisible” con pretensiones más allá de lo que da su lisérgico relato. Historia de retrato de personalidades enfermizas, patológicas, misantrópicas, con desarrollo que se alarga más que ver el video del viaje de unos amigos, estirándose sin sentido alguno más allá de subrayar una y otra vez lo obvio, ello intentando regalarnos al final una conclusión que dé sentido a todo, y en realidad cuando llegamos a este punto (sado-masoquista) el espectador (o sea yo) está ya desconectado y no le importa lo que ocurra a estos nada empáticos roles. Un melodrama de pasiones contenidas (insanas), latentes a punto de estallar, romance entre un diseñador de trajes de mediana edad, narcisista egocéntrico manioso, y una joven obsesiva, apasionada, retorcida, sostenido el artificio en realidad no por su fatuo guión, si no por la calidad de su exquisita ambientación, que en su minimalismo rozando lo teatral expone bien la asfixia de unos protagonistas cuasi-constantemente encerrados en una casa en la que parece no entrar el aire, con solo tres personajes de relevancia (la pareja protagónica y la hermana del modisto), creando sensación de aislamiento con el resto del mundo, acentuado por la ausencia de planos generales exteriores. Una vez más navego contra corriente, y es que la cinta ha sido nominada a seis Oscar entre ellos a mejor película, director y actor protagonista en la figura del siempre carismático Daniel Day Lewis (también actriz de reparto para Lesley Manville; banda sonora para Jony Greenwood); y vestuario para Mark Bridges. A esta película le viene que ni pintado el cuento de Hans Christian Andersen “El traje del rey”. Anderson recurrió a las carreras de varios diseñadores británicos del período (como Charles James) para inspirarse para los trabajos de su protagonista Reynolds Woodcock.

La cinta tiene su núcleo en un enfrentamiento de personalidades, Woodcock y Alma, marcadas que pasan en su amor por diferentes fases, una radiografía psíquica de seres traumados, el con un marcado síndrome de Edipo y ella con escondido sentido de la psicopatía, dos seres que se entrelazan en un amor-odio sereno pero con las brasas subyaciendo en sus ententes. Woodcock es un tipo frío, distante, introvertido, perfeccionista, obseso de su trabajo, tiene en su hermana a una especie de Pepito Grillo, él un diseñador de ropa de la alta sociedad; En el otro lado (del ring) está Alma, joven que cae en gracia al sastre, en apariencia dulce, en apariencia frágil, ero es la apariencia, pues por dentro bulle una chica tanto o más obsesiva que su amante; Y éntrelos dos se establecerá una relación que desemboca en lo malsano, donde lo sugerido es mínimo, pues más parece un amor platónico que físico, y es que no hay apenas contacto físico entre los dos, no los vemos acostados juntos, no los vemos acariciarse, esta relación se mueve en las miradas, en lo cuasi-espiritual que en lo carnal (ausente total). Pero esta envenenada relación me queda lejana, en otro mundo, me es impostada, porque lo dicta el guión.

Daniel Day Lewis como es habitual en él está sensacional bordando con mesura y contención su irascible papel, dota a su rol de sofisticación, pasión, misantropía, lástima que haya anunciado que este será su última interpretación y que lo deja, espero se arrepienta. En su debe decir que la química con Vicky Krieps es bastante pobre; Vicky Krieps es todo un descubrimiento aportando toda una gama de matices aun personaje complejo y ambiguo; Lesley Manville está fenomenal como la hermana del protagonista, con laconismo y una fuerza expresiva maravillosa, en un rol con reminiscencias a la ama de llaves Mrs. Danvers encarnada por una majestuosa Judith Anderson en el clásico hitchcockiano “Rebeca” (1940).

La puesta en escena es muy buena en el sentido de acentuar el estado de ánimo melancólico necesario, una especie de por momentos anclaje en el tiempo, donde el resto del mundo fuera de la casa no existe, gracias en parte al claustrofóbico diseño de producción de Mark Tildesley (“El jardinero fiel” o “Sunshine”), destacando el escenario de la residencia del protagonista, donde la fotografía del propio Paul Thomas Anderson crea como lugar ajeno al mundo, donde apenas entra la luz, filmado en tonos arenosos tenues-macilentos, deteniéndose el objetivo en encuadres singulares del lugar, deleitándose en los vestidos, en las telas; La música es obra del inglés Jonny Greenwood (“There will be blood” o “Puro vicio”), envolviendo los fotogramas en omnipresentes melodías sorteadas de notas discordantes en base a deliciosas piezas de piano y violín, punteando el metraje de sentimientos misteriosos y con auras dramáticos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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