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Voto de TOM REGAN:
9
8,0
15.707
Acción. Drama
En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
183/19(22/08/17) Clásico imperecedero del maestro Akira Kurosawa, cinta de aventuras chambara protagonizado por un (aparente) nihilista rōnin en la figura del Titánico Toshiro Mifune en el esplendor de su físico, film de acción con mucho humor, mezclado con destellos de violencia maravillosamente coreografiada, con personajes deliciosamente definidos, con rasgaos a comic, derroche de frescura puesta al servicio del entretenimiento. Guion del propio Kurosawa junto a Ryuzo Kikushima (“Trono de sangre”), con claras influencias del western estadounidense. Relato sencillo, pero con sutil carga de profundidad sobre un tema intrínseco al realizador, como es explorar la Condición Humana, la futilidad de la vida, la complejidad del honor, la dignidad, sobre la decadencia moral de Japón, quizás extrapolable al contexto de cuando se estrenó, sobre el fin de unos códigos morales que se extinguían ante el progreso simbolizado en el revólver. Destaca su humor seco, adusto, negro, ello reforzado por unos personajes pintorescos graciosamente delineados, esto sirve a AK para reírse de la solemnidad ceremoniosa de los rituales de mundo samurái, con un protagonista que juega con unos y con otros, manipulando con su inteligencia a unos y otros, ejemplo máximo es la escena en que provoca una batalla entre los dos clanes rivales y el rōnin se coloca en una torre a observar mordazmente la escena. Tras el éxito espectacular de la película Kurosawa altero el guión de su siguiente cinta para adaptarlo a ser una secuela de “Yojimbo”, titulándose “Sanjuro” nombre de una planta que se da el protagonista, cuando el rōnin es preguntado su nombre, el samurái mira por la ventana, ve un campo de mora y responde, "Kuwabatake Sanjuro", que significa "campo de mora de 30 años”, modo de no dar su nombre.
Film de entretenimiento poderoso, engancha desde su sugestivo y misterioso arranque, un tipo en kimono vaga por caminos áridos, en un cruce se agacha, coge un palo y lo lanza al aire al caer señala un rumbo, es el que escoge el tipo, lo anda y se tropieza con un padre e hijo que discuten, el hijo quiere dejar la granja familiar, dice que prefiere morir joven y tener aventuras, que vivir mucho (en la granja) y comer gachas, sigue su camino y llega a la aldea esta está sin gente por las calles, aparece un perro con una mano humana en la boca (siniestro toque de humor negro), señal del salvajismo imperante en el pueblo, un grupo de matones locales sale de una casa y le acosan, el tipo pasa de ellos estoicamente, y se mete en una taberna, el tabernero le pone al día sobre el enfrentamiento de dos clanes en la aldea que está destruyéndola, y entonces el tipo suelta “Me pagan por matar. Todo iría mejor si todos esos hombres estuvieran muertos”, tras lo que comienza el retorcido plan del tipo para exterminar el mal de la aldea, provocando a un grupo de “gallitos” malhechores que presumen de modo guiñolesco sobre lo malos que son, riéndose de ellos, hasta explotar el duelo con velocidad radiante, dos matados y otro cercenado un brazo con la espada, deja a los que observan impactados, el tipo se marcha tranquilo cruzándose con el tonelero (funerario), al que le dice que prepare dos toneles (ataúdes), se lo piensa (atusándose la barbilla), y rectifica, “que sean tres”, tremebundo inicio que talla con profundidad el tono de lo que veremos.
AK demuestra su tremenda calidad tras la cámara sabiendo modular lo íntimo describiendo en incisiva síntesis la naturaleza de los personajes, a través de charlas delineantes del carácter de cada uno, así como sublime en los momentos de tensión previos a la violencia (la imagen de Sanjuro en el clímax esperando en medio de la calle desierta a los malos), como apoteósico en los estallidos de la acción salvaje cuasi-atávica, excelentemente recreada.
En su momento fue un revolucionario chambara, hasta entonces solemne en el tratamiento del mundo samurái, de sus códigos morales, y aquí AK lo desglamuriza, le aplica mucho de humor, maximizado por el hecho de que el Yojimbo (guardaespaldas) no parece tomarse nada en serio, todo lo trata con trivialidad, con suficiencia, con flema, con frases y diálogos divertidas y realzado por unos secundarios con marcadas facciones de comic, como el gigante de 2’03 Tsunagorô Rashômon, maneja un gran martillo en las batallas, o el cejijunto mellado regordete de Inokichi, un torpe gracioso; o el pistolero Unosuke con los brazos escondidos en su kimono hasta que hace aparecer su arma revolucionaria, un revolver cuasi-unido físicamente.
La historia habla de la eterna lucha entre el Bien y el Mal, pero en este caso con aristas, el supuesto defensor del Bien, es un anti-héroe que no deja ver sus intenciones, tipo enigmático que más que adalid del bien parece disfrutar de jugar con las diferentes facciones del Mal, un diablillo travieso que solo exhibe el Bien diáfano tras liberar a la mujer secuestrada para huya con su esposo y además les da dinero. Trata de soslayo temas como la corrupción de poder, el capitalismo despiadado en donde la competencia es un enemigo a extirpar cual cáncer, quizás enfocada como una fábula donde la guerra de clanes se puede reflejar en una contienda económica (cuasi de opa monopolística) por hacerse con el espacio uno del otro, donde el honor y la justicia social son entes distorsionados amoralmente en su tratamiento (ejemplo de esto es como una madre regaña a su hijo de modo entre risible y desgarrador por no haberse suicidado, no hacerlo es una deshonra para la familia). Sanjuro (John Smith, John Doe, Fulanito,… un sin nombre) es un protagonista que cierne sobre sí una enorme aura de intriga, de oscuridad, hace sus movimientos imprevisibles, él se auto-proclama en juez y ha sentenciado a los clanes, el premio será para un pueblo escondido aterrado tras las frágiles paredes de sus viviendas, tendrá la ayuda del desesperanzado tabernero, verdadera brújula moral del relato, que en un principio es observador neutral tenso.
Film de entretenimiento poderoso, engancha desde su sugestivo y misterioso arranque, un tipo en kimono vaga por caminos áridos, en un cruce se agacha, coge un palo y lo lanza al aire al caer señala un rumbo, es el que escoge el tipo, lo anda y se tropieza con un padre e hijo que discuten, el hijo quiere dejar la granja familiar, dice que prefiere morir joven y tener aventuras, que vivir mucho (en la granja) y comer gachas, sigue su camino y llega a la aldea esta está sin gente por las calles, aparece un perro con una mano humana en la boca (siniestro toque de humor negro), señal del salvajismo imperante en el pueblo, un grupo de matones locales sale de una casa y le acosan, el tipo pasa de ellos estoicamente, y se mete en una taberna, el tabernero le pone al día sobre el enfrentamiento de dos clanes en la aldea que está destruyéndola, y entonces el tipo suelta “Me pagan por matar. Todo iría mejor si todos esos hombres estuvieran muertos”, tras lo que comienza el retorcido plan del tipo para exterminar el mal de la aldea, provocando a un grupo de “gallitos” malhechores que presumen de modo guiñolesco sobre lo malos que son, riéndose de ellos, hasta explotar el duelo con velocidad radiante, dos matados y otro cercenado un brazo con la espada, deja a los que observan impactados, el tipo se marcha tranquilo cruzándose con el tonelero (funerario), al que le dice que prepare dos toneles (ataúdes), se lo piensa (atusándose la barbilla), y rectifica, “que sean tres”, tremebundo inicio que talla con profundidad el tono de lo que veremos.
AK demuestra su tremenda calidad tras la cámara sabiendo modular lo íntimo describiendo en incisiva síntesis la naturaleza de los personajes, a través de charlas delineantes del carácter de cada uno, así como sublime en los momentos de tensión previos a la violencia (la imagen de Sanjuro en el clímax esperando en medio de la calle desierta a los malos), como apoteósico en los estallidos de la acción salvaje cuasi-atávica, excelentemente recreada.
En su momento fue un revolucionario chambara, hasta entonces solemne en el tratamiento del mundo samurái, de sus códigos morales, y aquí AK lo desglamuriza, le aplica mucho de humor, maximizado por el hecho de que el Yojimbo (guardaespaldas) no parece tomarse nada en serio, todo lo trata con trivialidad, con suficiencia, con flema, con frases y diálogos divertidas y realzado por unos secundarios con marcadas facciones de comic, como el gigante de 2’03 Tsunagorô Rashômon, maneja un gran martillo en las batallas, o el cejijunto mellado regordete de Inokichi, un torpe gracioso; o el pistolero Unosuke con los brazos escondidos en su kimono hasta que hace aparecer su arma revolucionaria, un revolver cuasi-unido físicamente.
La historia habla de la eterna lucha entre el Bien y el Mal, pero en este caso con aristas, el supuesto defensor del Bien, es un anti-héroe que no deja ver sus intenciones, tipo enigmático que más que adalid del bien parece disfrutar de jugar con las diferentes facciones del Mal, un diablillo travieso que solo exhibe el Bien diáfano tras liberar a la mujer secuestrada para huya con su esposo y además les da dinero. Trata de soslayo temas como la corrupción de poder, el capitalismo despiadado en donde la competencia es un enemigo a extirpar cual cáncer, quizás enfocada como una fábula donde la guerra de clanes se puede reflejar en una contienda económica (cuasi de opa monopolística) por hacerse con el espacio uno del otro, donde el honor y la justicia social son entes distorsionados amoralmente en su tratamiento (ejemplo de esto es como una madre regaña a su hijo de modo entre risible y desgarrador por no haberse suicidado, no hacerlo es una deshonra para la familia). Sanjuro (John Smith, John Doe, Fulanito,… un sin nombre) es un protagonista que cierne sobre sí una enorme aura de intriga, de oscuridad, hace sus movimientos imprevisibles, él se auto-proclama en juez y ha sentenciado a los clanes, el premio será para un pueblo escondido aterrado tras las frágiles paredes de sus viviendas, tendrá la ayuda del desesperanzado tabernero, verdadera brújula moral del relato, que en un principio es observador neutral tenso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Llama la atención la escenificación de la violencia explícita, con mutilaciones de brazos y varias muertes, pero siempre desde la visión buenista y humorística, en el sentido de que siempre esta la sufren los “malos”, y cuando hacía en el tramo final la padece el protagonista, se muestra fuera de campo, a través de una elipsis, vemos las consecuencias de esta, como ha destrozado a Sanjuro, evitando al espectador el escarnio físico denigrante del “héroe”, ello quizás para mantener el tono falsamente ligero. Este tono se pierde precisamente tras ser atrapado Sanjuro, entonces latrama se ennegrece, con muertes dramáticas, donde los villanos de apariencia plana cuando se asoman a la muerte dejan entrever su humanidad en sus imperfecciones matizadas.
Toshiro Mifune realiza una actuación estelar, Coloso rebosante de carisma, personalidad, majestuosidad, con ese modo peculiar de atusarse la barbilla, con esa forma de meter los brazos por dentro del kimono y mover los hombros, con una mirada punzante, con sentido del humor oscuro, con una fisicidad en las peleas espectacular, te lo crees, apabullante actuación de un anti-héroe arrollador; Tatsuya Nakadai como el sibilino y siniestro pistolero Unosuke realiza una actuación con profundidad, un tipo inteligente con una sonrisa sibilina, sistemizado con su revólver, un villano con carácter que mantiene buenos duelos con Mifune; Eijirô Tôno como el tabernero Gonji deja reguwsto a actor bueno, racial, enérgico, muy bueno; Daisuke Katô como el tarugo Inokichi da una interpretación bufonesca delirante en su apariencia de inepto total manipulable; Seizaburô Kawazu como el líder de la banda Seibei, da muy buen rendimiento.
La puesta en escena resulta brillante en su sentido de transmitir sensaciones, con un espléndido diseño de producción de Yoshirô Muraki (“Trono de sangre” o “Los sueños de Akira Kurosawa”), rodando en los Toho Studios (Tokyo-Japón), recreando un submundo árido, seco, estéril, una aldea semi-desierta, polvorienta, con esa torre que da juego, potenciado esto por la extraordinaria coreografía de peleas del maestro Yoshio Sugino (“Los siete samuráis”), reseñable es el realista vestuario creado por Yoshirô Muraki (“Ran”), desprendiendo autenticidad, con kimonos raídos, sucios, otros elegantes y pomposos. Todo esto enaltecido por la excelente fotografía en glorioso blanco y negro de Kazuo Miyagawa (“Rashomon”), en pantalla ancha rellenando cada centímetro de pantalla para dar espectacularidad y enorme sentido visual dramático, como en la jocosa batalla entre las dos facciones en la calle principal de la aldea, con tomas angulosas desde la visión del gran “Yojimbo” (el ojo juguetón de Dios?), jugando con las profundidades de campo, con lo que vemos en primer plano y al fondo, jugando con lo subliminal en la percepción de un mundo subterráneo miedos cuando vemos las rendijas de las persianas con ojos temerosos que observan, con planos punzantes subjetivos, con expresionistas primeros planos (tenebroso el del rostro de Sanjuro tras la paliza, con un alegórico-vengativo rayo de luz que ilumina uno de sus ojos), puertas corredizas inquietantes, conjugándose la cámara con la acción de modo formidable, manejando como en AK es norma las fuerzas de la naturaleza como simbolismo neurálgico del relato, para elevar la épica de la historia, como los vientos de arena cíclicos que hay en la aldea. La música es compuesta por música Masaru Sato (“Trono de sangre”), mezclando con habilidad los diferentes tonos de la cinta, de los dramáticos y remarcando los cómicos, ello con resonancias folk niponas, de tambores, timbales, etcétera.
En conjunto una fenomenal cinta de aventuras, obra atemporal de los que entretienen y recuerdas. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/09/yojimbo.html
Toshiro Mifune realiza una actuación estelar, Coloso rebosante de carisma, personalidad, majestuosidad, con ese modo peculiar de atusarse la barbilla, con esa forma de meter los brazos por dentro del kimono y mover los hombros, con una mirada punzante, con sentido del humor oscuro, con una fisicidad en las peleas espectacular, te lo crees, apabullante actuación de un anti-héroe arrollador; Tatsuya Nakadai como el sibilino y siniestro pistolero Unosuke realiza una actuación con profundidad, un tipo inteligente con una sonrisa sibilina, sistemizado con su revólver, un villano con carácter que mantiene buenos duelos con Mifune; Eijirô Tôno como el tabernero Gonji deja reguwsto a actor bueno, racial, enérgico, muy bueno; Daisuke Katô como el tarugo Inokichi da una interpretación bufonesca delirante en su apariencia de inepto total manipulable; Seizaburô Kawazu como el líder de la banda Seibei, da muy buen rendimiento.
La puesta en escena resulta brillante en su sentido de transmitir sensaciones, con un espléndido diseño de producción de Yoshirô Muraki (“Trono de sangre” o “Los sueños de Akira Kurosawa”), rodando en los Toho Studios (Tokyo-Japón), recreando un submundo árido, seco, estéril, una aldea semi-desierta, polvorienta, con esa torre que da juego, potenciado esto por la extraordinaria coreografía de peleas del maestro Yoshio Sugino (“Los siete samuráis”), reseñable es el realista vestuario creado por Yoshirô Muraki (“Ran”), desprendiendo autenticidad, con kimonos raídos, sucios, otros elegantes y pomposos. Todo esto enaltecido por la excelente fotografía en glorioso blanco y negro de Kazuo Miyagawa (“Rashomon”), en pantalla ancha rellenando cada centímetro de pantalla para dar espectacularidad y enorme sentido visual dramático, como en la jocosa batalla entre las dos facciones en la calle principal de la aldea, con tomas angulosas desde la visión del gran “Yojimbo” (el ojo juguetón de Dios?), jugando con las profundidades de campo, con lo que vemos en primer plano y al fondo, jugando con lo subliminal en la percepción de un mundo subterráneo miedos cuando vemos las rendijas de las persianas con ojos temerosos que observan, con planos punzantes subjetivos, con expresionistas primeros planos (tenebroso el del rostro de Sanjuro tras la paliza, con un alegórico-vengativo rayo de luz que ilumina uno de sus ojos), puertas corredizas inquietantes, conjugándose la cámara con la acción de modo formidable, manejando como en AK es norma las fuerzas de la naturaleza como simbolismo neurálgico del relato, para elevar la épica de la historia, como los vientos de arena cíclicos que hay en la aldea. La música es compuesta por música Masaru Sato (“Trono de sangre”), mezclando con habilidad los diferentes tonos de la cinta, de los dramáticos y remarcando los cómicos, ello con resonancias folk niponas, de tambores, timbales, etcétera.
En conjunto una fenomenal cinta de aventuras, obra atemporal de los que entretienen y recuerdas. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/09/yojimbo.html