Antes de nada: aunque "La extraña que hay en tí" (desafortunada traslación del original "The brave one") no sea, ni mucho menos, una gran película, es una película que recomiendo. Sobre todo, porque es uno de los escasos blockbuster que he visto últimamente con un personaje de acción femenino alejado del estereotipo de pimpollo enfundado en cuero que lucha contra miríadas de malos sin que se le corra el rímel. Esto no sólo hay que agradecérselo a la tremenda entidad como actriz de Jodie Foster, sino también a la pericia del director y del guionista para reflejar la evolución de esta particular vengadora antitóxica a la que un buen día se le cruzan los cables y descubre la extraña que hay en ella. La historia de Erica, que después de un traumático ataque en el que muere su novio adquiere un arma y se dedica a ejecutar a cuanto indeseable se le cruza por el camino, podría ser una de tantas películas de acción justiciera, pero su importante trasfondo dramático la convierte en algo bastante más serio y también más peligroso, porque se sale del marco en el que se enclava la violencia recreativa en el cine y se adentra en cambio en un tour de force entre entretenimiento y debate que no acaba de cuajar del todo: es difícil casar los tópicos del género de acción con un intento más profundo de cuestionar el papel de la justicia en el desarrollado mundo occidental.
En el mejor de los casos, el filme es un entretenido thriller dramático que invita a un posicionamiento moral cuanto menos ambiguo: en el peor, una clara provocación al más íntimo subconsciente de una sociedad que duerme con un arma al alcance de su mano.