Una película de aires megalómanos y alucinados como pretende ser ésta, debería contar con un presupuesto a la altura de tales ambiciones: pero el director no debía andar muy sobrado y sin embargo se empeñó en hacerla igual, aunque eso significara tener que atracar el tendedero de prima Helga para cubrir el apartado vestuario y grabar el cien veces el mismo peñasco con gente bajando y subiendo y bajando y subiendo...y subiendo...y bajando...y zzzzzzz.

Los diálogos son tan obvios y sobran tanto que me sorprende que no se apostase por una película muda y nos dejamos de tonterías.

Tiene algún...zzzzz....plano curiosón y cierto aire realista que convence. Será porque a los actores les tuvo subiendo y bajando de verdad el peñasco, así parecen todos de agotados.

Klaus Kinski tiene una cara peculiar, sí, pero no es un mérito interpretativo suyo. Su caracterización es, siendo claros, un enorme ZZZZZZZZZZZ. En el noventa por ciento de las escenas aparece con cara de póker y en una postura que no sabes si va a ponerse a rezar de pronto, o le va a armar caballero una invisible reina Isabel o está posando para una portada de Tierra Santa.

De propina la música del Casio modo new age está logradísima, vaya. E induce cómo no, a un estado de hipnótico zzzzzzzzzzzz.

Herzog si no tienes dinero para hacer una epopeya haz cine intimista como hacen todos los directores pobretones y no te metas en camisas de once toesas.

(me dicen que es de Uwe Boll y me lo creo)