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Argentina Argentina · buenos aires
Voto de emilianofco:
10
Drama Dos familias -una de clase media urbana y otra de productores rurales en decadencia- se entrecruzan en el sopor provinciano de una Salta caótica e inmutable, donde nada sucede pero todo está a punto de estallar. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2008
35 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los motivos predominantes en el film es el estancamiento y la decadencia.
Como el agua de un pantano (o de la pileta llena de hojas), las acciones de los personajes parecen no fluir en ninguna dirección. El calor y la humedad del mes de febrero que parece jamás terminar agobian a los personajes (y a los espectadores) y acrecientan su inactividad. En la finca La Mandrágora vive Mecha (Graciela Borges), una mujer cincuentona que tiene cuatro hijos y cuya mayor preocupación es conseguir hielo para refrescar sus tragos. A pocos kilómetros de allí, en el pueblo, vive su prima Tali (Mercedes Morán), también madre de cuatro hijos.
Otro motivo recurrente son las cicatrices. En la primera escena, Mecha, muy embriagada, tropieza y cae sobre los fragmentos del vaso que llevaba en la mano. No va a ser el único personaje que sufra una herida. Joaquín, el hijo de Mecha, perdió un ojo durante un accidente de caza. Otro de sus hijos, José (Juan Cruz Bordeu) vuelve con la nariz rota luego de una pelea en un boliche.
La ciénaga no presenta a ningún héroe tratando de descubrir una verdad, también carece de una fluidez dramática que conduzca a un final esperado. La fluidez del relato clásico deja lugar a una narración moderna, con nexos débiles entre las escenas, con abundancia de tiempos. Sin embargo, la destreza del director impide que el tedio de los personajes se transforme en aburrimiento para el espectador. En el film, aprovechando la excusa de las vacaciones, no aparecen representados el trabajo y el estudio. Los ajíes que produce la familia de Mecha están tan ausentes en la representación como la Virgen que se aparece en el tanque de agua de unos vecinos o la rata africana que mantiene despierto a los más chicos, sin embargo su peso es fundamental. En la aparente inmovilidad del relato, lo que no se muestra adquiere su propio peso.
Entre las muchas cosas no dichas explícitamente en el film está la sexualidad. Está manifestada en los intrincados lazos que unen a José, Mecha, Mercedes (Silvia Baylé) y Gregorio (Martín Adjemian). José vive en Buenos Aires y duerme con Mercedes, amiga de su madre y ex amante de su padre. También aparece en la relación que une a los hermanos a la hora de la siesta, cuando todos duermen en la misma cama.
Dentro de este sin fin de situaciones los personajes transitan la película con una actitud poco demostrativa: ellos parecen no sentir calor, agobio, aburrimiento ni diversión. En determinado momento los protagonistas se ponen a bailar dentro de la finca y es aquí el único momento del film donde parecen ser felices.
emilianofco
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