"Camino a la perdición" es una de esas películas que vale la pena ver, no tanto por su argumento, como por la calidad técnica que alcanza. Es una cinta que hay que saborear, recrearse en cada detalle, dejarse llevar por una ambientación, una fotografía y una factura técnica tan exquisitas que no parecen de un director que firma su segunda película.
Hay escenas de una calidad elevadísima, un gusto por el detalle a prueba de bomba, y una ambientación soberbia en cada fotograma.
Creo que Sam Mendes es uno de los mejores directores de la década, ya no sólo porque sus guiones rebosen de vida, de sabor, de sinceridad, crítica y fuerza (véanse American Beauty o Revolutionary Road); sino porque, como demuestra en "Camino a la perdición", su sentido artístico y su capacidad de elaborar fotogramas de una calidad visual deslumbrante escapan a toda duda.
Puede gustar más o menos el guión de esta película (a mí personalmente me parece una tragedia cargada de magia, un canto a la destrucción del ser humano por la venganza, un poema de dimensiones épicas encauzado en un guión impecable a todas luces) pero de lo que no se puede dudar es de su fuerza expresiva, de su belleza visual producto de una mano privilegiada para la cámara, y de su contundencia estética, algo que inunda al espectador y lo lleva por el mismo camino que conduce a Perdición.