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España España · BARCELONA
Voto de DIEGO:
7
Thriller. Drama Verano de 1978. Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) es un estudiante de 17 años introvertido y algo inadaptado que vive en Girona. Al conocer al Zarco (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una carrera imparable de hurtos, robos y atracos. Es la historia en la que Nacho se hace mayor, cruzando la línea que hay entre el bien y el mal, entre la justicia y la ... [+]
14 de octubre de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve el cine quinqui. Daniel Monzón dirige con maestría su nueva película, basada en parte de la novela homónima de Javier Cercas, con guion de Jorge Guerricaechevarría, que transcurre en los años 70 en el Barrio Chino de Girona y aledaños. Le interesó al cineasta esta historia por su proximidad con ella en otro lugar; vivencias personales de una época que tenía en la marginalidad a grupos de delincuentes salidos de extrarradios con bolsas de inadaptados y oprimidos sociales, que optaron por los atracos y vivir deprisa derrochando el dinero de sus tristes gestas, al mismo tiempo que despreciaban a su familia y amigos; y a sus vecinos que madrugaban para trabajar a cambio del mal sueldo, pero honrado, que a fin de mes llevaban a casa para ir tirando con dignidad en un mundo difícil, constituido en gran parte por hijos de inmigrantes que en los años de posguerra acudieron a las grandes ciudades a ganarse el pan. Es decir, que estamos hablando de unos protagonistas ya nietos de esos primeros colonos, a los que desdeñaban como antepasados muertos de hambre y fracasados. Nietos que preferían la navaja, la pistola, los puños y la fiesta continua, antes que el esfuerzo, el madrugón y la honradez mal pagada, pero honradez al fin y al cabo. Carne de cañón predestinada a un balazo, a una sobredosis, al sida y a la cárcel, eso sí, con esa chulería rabiosa que los corroía por dentro y corrompía por fuera todo lo que tocaban. Pegaban, mutilaban y mataban a costa de sentirse los amos del mundo al volante de un Seat 124 a gran velocidad por una autopista que conducía al cementerio, cantando canciones de Los Chichos y cargados de farlopa hasta las trancas. Vida de película sin duda. Y así la recogieron José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia en su cine quinqui y casposo de los 70 en España, un subgénero que redimió más tarde Carlos Saura con su magnífica y reconocida "Deprisa, deprisa" (1981). Fue esta última del maestro Saura, así como la nueva de Monzón, películas que recogen a sus personajes del infierno, como las de de la Loma y de la Iglesia, pero que no se regodean en él para mostrarnos hazañas escabrosas y persecuciones de policías de gris y de guarda civil de verde, sino que procuran adentrarse en la humanidad de los personajes a caballo de cualquier frontera, sus miserias, sus inquietudes y su humanidad, y sus amores y amoríos. Como en cualquier banda de pistoleros del viejo Oeste, se mantienen unos códigos, liderazgos y traiciones, hasta bondad, preferencias y amistad en ocasiones. Por qué no, aunque malhechores llenos de caballo, y a caballo, seres humanos condenados por una sociedad y un poder que abusó de los más honrados de otra manera. Basta recorrer hoy en día, no hace falta volver a los 70, esos barrios que todos conocemos en nuestros pueblos y ciudades, con locales donde se fía a interés de banquero, donde los neones rojos compiten con las alfombras rojas de las estrellas Michelín, con clientes esnifados y soñolientos, al margen de la justicia, como esos modélicos banqueros que nos enseña la tele, esos héroes con carreras y másters, más embrutecidos que la calle más sórdida del extrarradio. Unos y otros se retroalimentan con el resto de ciudadanos honestos, aunque no es oro todo lo que reluce, despreciables a sus ojos, esos pobres o ricos trabajadores a los que poder pichar con su chirla. Todo un fenómeno social que no ha sido analizado lo suficiente a mi juicio.

Daniel Monzón vuelve a dar la cara más sabia, como ya lo hiciera con "Celda 211", y ha rodado una película que retrata una época y un lugar con mucho acierto. Y a unos jóvenes que traspasan la línea o que siempre han vivido al otro lado, al amparo de una choni, dirían muchos, hermosa y lista, atenta a todo y a todos, intocable y deseada. Una actriz que encarna a Tere, la mujer de la banda, una actriz que sin duda veremos a menudo en las pantallas, Begoña Vargas, quedémonos con el nombre. El resto del reparto también está a la altura de esta más que acertada película. No sé si el director ha querido hacer ese homenaje del que todos hablan, lo que sí sé es que ha sabido filmar una película que está a la altura de unos personajes de carne y hueso, reconocibles y reales, odiosos y tiernos a la vez, y de un gafitas que los ve mejor que nadie, con el mismo acertado punto de vista del propio cineasta y de Tere.

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DIEGO
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