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España España · Valencia
Voto de Anita Atina:
7
Drama Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2019
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Cuando incluí este largometraje en mi “lista de pelis pendientes de ver”, he de reconocer que me había atraído, sin tener la menor idea de qué me esperaba, ¿Quizá algo exótico con esa doble denominación geográfica y esa seductora portada? No sé, tenía un grato presentimiento. Y en fin sí, me gustó y me removió, pero… creo que no volvería a verla, quizá sí algunas escenas que considero engloban una copiosa riqueza existencial.

Impactante comienzo: plano cercano y profundo del desierto aderezado con la desgarradora slide guitar de Ry Cooder. Súbita aparición de un hombre errante con la mirada perdida, de aspecto más bien cochambroso. Ha disparado certera y gradualmente nuestra intriga. Silencio. ¿Qué hace con esa gorra roja?, ¿Por qué lleva ese ajado traje de chaqueta?, ¿Huye, vuelve? ¿Qué le habrá pasado?, ¿Qué móvil le lleva a estar ahí?, ¿Por quéeeee?. Está bien, necesito seguir viéndola.

En las subsiguientes escenas descubrimos que el mutus vagabundus efectivamente tiene identidad: se trata de Travis Henderson (Harry Dean Stanton. Tengo en mí que nadie mejor para dar vida a este personaje), cuyo antitético y ¿conformista? hermano Walter (Dean Stockwell), al recibir la llamada del dueño de una insólita gasolinera texana informándole de la fulminante aparición de su hermano- desaparecido durante cuatro años- sale sin demora a su encuentro.

El director alemán Wim Wenders nos ha agasajado con este planteamiento, y ahora nos lleva de la mano hacia el pulcro capítulo de la COMPRENSIÓN. Me enternece cómo Walter intenta aproximarse a su hermano, cómo persiste en hablarle a pesar de su silencio y cuestionable amnesia, la delicada y atenta bienvenida a su hogar en Los Ángeles… Aquí empiezan a albergarse livianas esperanzas de que en la anormalidad todo vuelve a la normalidad. Así, en intermitentes y fugaces momentos, Travis recuerda y se ilusiona con algún menester y pierde su mirada perdida (se me empañaron los ojos con los zapatitos limpios en fila india). Pero yo sigo sufriendo porque sé que Travis sufre, siento su vacío, sus miedos, su sentimiento de ajenidad, su vulnerabilidad, sus ganas de huir, sus ganas de ser. Siento que es como un niño grande incomprendido y más pequeño que su propio hijo de siete años.

Durante el desarrollo de la trama, vamos peregrinando lentamente por el resto de fases de nuestro alter ego Travis, y así conocemos de cerca el DOLOR, entendemos que el umbral del camino es el DIÁLOGO y nuestro destino es la ACEPTACIÓN. Ahora siento la dicotomía moral de la cruel pugna entre el ser y el deber ser: ¿Huir o resistir?, ¿inconformismo o cobardía?, ¿Ser simple es complicado o lo complicado es ser simple?

En fin, que podría quedarme aquí, en una retahíla de preguntas retóricas y abstractas sobre el devenir humano. Mas pero sin embargo y quizá, me niego. Quiero y querría pensar, que el fin no justifica los medios, y que por ende, miedo y dolor tampoco justifican la huida y daño a terceros, y en haciéndome violencia y por mor de la especie humana, yo me quiero inclinar a pensar que por encima del sentimiento y/o determinismo, prevalece la voluntad y en cierto modo, la razón por encima de la sinrazón. Pero tengo miedo.

Inmersos en este místico cóctel mólotov, contemplamos cómo Travis querrá resolver las incógnitas de su cabeza, corazón y sentimientos, y aunque sin un plan u objetivos muy definidos (otra vez), emprenderá el nudo o desenlace -aquí a elección del espectador- de su periplo emocional y vital. Y allí, en el peep-show de espejo unidireccional, sentando frente a Jane, el amor de su vida (Nastassja Kinski) nos confiesa lo que ya sabíamos:

- Tengo miedo, pero tengo aún más miedo de no enfrentarme a ese miedo.

Y resulta que el sueño y el recuerdo está ahí, en París Texas, tan cerca y tan lejos*
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anita Atina
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