Esta película, mescla de cine de carreteras con cine de terror, es una cinta clase b, con una marcada atmósfera setentera; su única pretensión es entretener (lo cual es el principal objetivo del denominado séptimo arte). Es un filme muy superior a muchos de clase a con pretensiones serías.
Desde un comienzo es perceptible una clara influencia spielberiana, ya que la película tiene unas gotas de "Tiburón" y una muy abundante dosis de "Duelo". James Brolin personifica un rol similar al de Roy Scheider, enfrentándose a un enigmático enemigo, una especie de escualo motorizado. Tal como en "Duelo", aquí tenemos un paisaje desértico y aislado del resto del mundo; también tenemos un vehículo que era conducido por un enigmático conductor con ánimos homicidas. Las principales diferencias con respecto a "Duelo" consisten en qué en aquella era un camión y acá es un vehículo lujoso (una especie de limusina); mientras el camión buscaba a un solitario automovilista cómo víctima, el auto atacará a todo aquel que se cruce en el camino e incluso pondrá en serios aprietos a todo un departamento de policía; si en la película de Spielberg podíamos ver los brazos y piernas del conductor, insinuándo que era un ser humano (aunque nunca queda reálmente claro que sea así), en este filme todo parece indicar que el vehículo es conducido por una entidad maléfica.
Elliot Silverstein (tal como lo hiciera Spielberg en 1971) nos enseña que perféctamente se puede aterrorizar al espectador sin necesidad de gotas de sangre o muestras explícitas de anatomía humana. Sería muy bueno que los prestigiados cineastas de serie a vieran este filme y tomarán apuntes.
Si bien la idea del final resultó ser muy buena, queda la impresión de que debió trabajarse de mejor manera.
Sin dudas, este filme fue una muy clara inspiración para la realización en años venideros de "Christine".