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Voto de GUSTAVO:
7
Drama Adaptación de una novela de Don DeLillo. Con el capitalismo a punto de extinguirse, los disturbios se extienden por Nueva York. El joven multimillonario Eric Packer se dirige en su limusina a cortarse el pelo en su peluquería favorita. Eric descubre que alguien quiere asesinarle a la vez que el caos se apodera de su imperio. (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede dejar de advertir lo que parece evidente: que estamos ante un thriller parabólico sobre el ciclo de vida y las correrías del gran capital en un entorno pesimista, aunque muy cercano a la realidad actual, donde el mundo está en la picota y sumergido en una profunda crisis económica y moral. No es casual por consiguiente que Erick Packer, el multimillonario CEO de una corporación financiera, interpretado en forma sorprendentemente buena por Robert Pattinson, sea un personaje deshumanizado, estandarizado, parecido a un clon inteligente de un pequeño ejército de genios echados a andar por el capital angurriento o un dios mítico salido de una matriz que podría ser el mismo Olimpo. Por eso es que en el comienzo Erick le pregunta a su jefe de seguridad a qué Presidente se refiere cuando le dice que las calles de Nueva York están cerradas por su paso por la ciudad y habla en plural cuando se refiere a la decisión, aparentemente banal, de ir a cortarse el pelo que no es otra cosa sino la intención de reafirmar la simetría de su pensamiento y de la organización que simboliza. Por cierto que esta crónica, como otras que puso en escena David Cronenberg, tiene un lado onírico e irreal pero esta vez convertida en un viaje detenido en donde la acción no avanza o camina con la lentitud de la limusina que va recibiendo personaje tras personaje como si fuera una oficina y desde donde, entre otras cosas, se puede atisbar la coyuntura socioeconómica a través de los vidrios como si viera las noticias en la TV, tener encuentros sexuales y hasta una visita médica de rutina. En estas circunstancias, Packer solo sale del auto para encontrarse con su flamante y cultivada esposa quien es un personaje que presenta una dinámica paralela, como si representara una ruta alterna más ética y altruista del dinero.
Está claro que la intención narrativa no es desarrollar la acción de una historia virtualmente inexistente sino describir las características del personaje principal que quiere revertir pérdidas o maximizar la rentabilidad de sus inversiones desafiando el riesgo con información nueva: asociativo, expansivo, promiscuo, insensible, cínico, ecléctico, farsante, camaleónico, mutante, eventualmente pragmático ante un nuevo escenario y finalmente reciclado, asimétrico y autodestructivo.
Cronenberg presenta esta interpretación teórica, basado en la novela de Don DeLillo, pero utilizando sus propios códigos. Es así que además del aire de ensueño, la cinta también se puede ver como una metamorfosis que proviene del interior de personaje principal, que si bien no se evidencia mucho físicamente, una corbata menos, un saco perdido o el abandono definitivo de la limosina, es perceptible si se conoce su filmografía y se presta mucha atención a los diálogos, a la escritura de la cinta. Pero es ahí justamente donde empiezan las dudas porque todo ese rebuscamiento retórico no va de la mano con las imágenes que se ven en primer plano por lo que el comienzo del desenlace se ve desconcertante cuando no poco creíble. Y si bien, a continuación y hasta el final, la película retoma fuerza y credibilidad, incluso adicionando guiños a cierto filme anterior de su autoría, Cronenberg se ve obligado a hablarnos literalmente, a través de ese personaje talibán que interpreta Paul Giamatti, de semiótica y de los modelos simétricos y asimétricos en un alarde didáctico inusual en él.
Por dicho motivo, si bien Cronenberg está reconocible en pantalla abordando un tema apasionante en forma cáustica y poco convencional, personalmente no lo celebro totalmente en esta oportunidad. Es cierto que no es su primera película difícil de ver y digerir pero aquí parece que puso la carreta delante de los caballos, es decir como que pretendió escenificar directamente la profundidad de la propuesta dejando en segundo plano el relato, una decisión polémica que habrá que valorar cuando transcurra el tiempo.
GUSTAVO
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