Pastiche francés que pretende emular la fórmula del depredador humillado ante su presa, pero sin los resultados de clásicos como Tom y Jerry, Silvestre y Piolín o El correcaminos. Cada capítulo nos adentra en una tediosa carrera llena de tópicos manidos y desfasados donde unas ridículas cucarachas, sin razón aparente, le dan porculo a un gato que es un haragán y un imbécil que ni se molesta en generar algo de acción o divertimento, sino que se dedica a recibir sin descanso golpes, explosiones y todo el catálogo de hostias básico en este tipo de planteamiento. El protagonista además tiene otros compañeros de sufrimiento, como un gato verde y con mal genio que fabrica bombas que terminan estallándole en la cara, cosa que recuerda al coyote, o el perro vecino y pasota al que siempre le inflan los huevos y se lía a bofetones con quien pille (éste también recuerda misteriosamente a Spike, el bulldog que zurraba a Tom).

Para colmo no hay un solo diálogo, sino música, detalle que podría funcionar como lo hacía en los dibujos estadounidenses de antaño, pero debido a su pobre calidad y falta de cadencia no lo hace. La animación es mediocre y el argumento de cada capítulo no dice absolutamente nada. Cada elemento de este verdadero bodrio resulta molesto, aburrido e incongruente, salvándose solamente que cada capítulo no dura más de diez minutos.

No puedo evitar preguntarme por qué con la excelente escuela de animadores franceses que existe surgen a veces atrocidades como ésta o, por poner otro ejemplo, Titeuf, otra joyita a la que ya le hacen justicia con una acertada crítica en su ficha.

«El horror», que diría el Coronel Kurtz.