29 de diciembre de 2008
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es fácil conseguir consenso en torno a una película, pero si ésta es un musical la tarea es aún más complicada, imagino que también habrá alguien al que El Violinista no le agrade, pero me cuesta pensar que pueda ser así. La coreografía, los números musicales, su archiconocida banda sonora con su estrella “si yo fuera rico” a la cabeza, el trabajo de los actores, las localizaciones, el guión, todo en ella concuerda a la perfección y entonces se produce ese pequeño milagro que solo en algunas ocasiones se consigue, una película plena.
Me descubro ante Jewison, no es sencillo conseguir que un musical de tres horas se haga corto y que además en nuestra retina queden escenas que pasan a formar parte destacada de nuestra memoria cinematográfica.
Impagables son las conversaciones del protagonista (genial Topol) con “el creador” charlas sencillas como el que habla con un amigo, pero con moraleja e ingenio.
No digo yo que los judíos sean un pueblo impecable o que su historia sea inmaculada, pero ellos en muchas ocasiones también han sufrido persecución y odio. En esta cinta su vida sencilla se ve bruscamente truncada, pero antes de eso Jewison nos muestra como la vida cambia y cada vez cuesta más que los hijos mantengan las tradiciones de los padres, el mundo se hace más pequeño y evoluciona, ocurren cosas y éstas nos afectan aunque estemos en el lugar más recóndito del planeta.
Es una película de sentimientos, de emociones, de sacrificio, de abnegación, describe la mísera vida de un pequeño pueblo en Ucrania y las muchas penalidades y pocas alegrías de las gentes que lo habitan, y lo hace de una forma clara, directa, sin aspavientos, pero llegando al corazón.
Creo que cuando Jewison se planteo rodar este film, consulto el libro sagrado y éste le aseguró que haría un estupendo trabajo.
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