Una de las comedias magistrales de Wilder, en la que no deja bien parados ni a los comunistas ni a los capitalistas y que, sin embargo, logra divertir a todo el mundo gracias a la genialidad del director austriaco. A los primeros nos los presenta, por medio de personajes alemanes y rusos, como unos cuadriculados; por su parte, los capitalistas americanos aparecen representados como unos avariciosos que no se preocupan demasiado por la cultura y el arte. Mención especial a la explosiva secretaria rubia de McNamara, que lejos de ser la típica chica tonta, juega un papel muy importante en la película. Y como siempre, no faltan las irónicas e impactantes frases de sus cuidados diálogos, como la que sirve de título a mi crítica.
Una ágil y elaborada historia cómica sobre la política que, bajo mi punto de vista, puede gustar a todos los públicos