David Fincher es uno de esos directores a los que amas u odias, no tiene un término medio. En esta ocasión se le ama, se le adora y no se le hace el amor, tan solo, por principios. Un Brad Pitt soberbio, el cual debería ganar al gran Rourke en su camino al Oscar por esa actuación que será memorable durante años. Cate Blanchet, como siempre, magistral, la echaremos de menos en la ceremonia de los Oscar. En resumidas cuentas una película completísima, donde sonríes, llegas a reir, lloras, intimas con los protagonistas, y en la cual Fincher se ha ganado un puesto en el cielo cinematográfico sin lugar a dudas. A destacar también los espléndidos efectos visuales con Pitt con varios centímetros menos de su altura real.