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Voto de Joan Ramirez:
7
Intriga. Acción Narra la arriesgada lucha de un detective (Bruce Dern) por cazar a su eterno y malvado enemigo, un conductor (Ryan O'Neal) que se ha huido de la justicia y que es muy peligroso. (FILMAFFINITY)
19 de agosto de 2012
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Ryan O’neal se lo llevó la cocaína por delante. Podía haber sido un grandísimo actor y traspasar la década de los setenta aprendiendo a moverse en más registros que el del de chico guapo, santurrón o gamberro, con que destacó en Love Story (1970) o Barry Lyndon (1970). Le pasó un poco como a Mickey Rourke en la década siguiente: no supo pasar a los noventa con dignidad. Dos mastuerzos, pues, con apellidos de resonancias irlandesas y que, además, tienen el boxeo en común: el primero al inicio de su carrera, el segundo, en el ocaso de su buena época. Entre el boxeo y la coca, juro que no sé cómo ambos dos aún tienen nariz en la cara.

Bien, vayamos a la peli que nos ocupa. El guión no es ningún prodigio, narra una historia seca, motorizada, inverosímil y setentera: el ladrón apodado “cowboy” conduce como Dios, habla poco, viste a lo Travolta en Fiebre del Sábado Noche, escucha música country con un pequeño transistor en los cochambrosos hoteles en que reposa de sus trepidantes latrocinios, y alquila sus servicios de escapista motorizado a bellacos atracadores. No lleva pistola, pero suelta unas leches de cuidado.

Si ya han visto Drive (2011) a estas alturas de la crítica ya deben sentirse tan escandalizados como yo al ver esta película. Lo de Winding Refn no tiene nombre. Si todo el mundo coincide en que la peli del danés está “traspasada por múltiples influencias”, yo me atrevo a decir que es casi un plagio de ésta y añado, en mi lengua madre, que es un “bandarra”. Cuando critiqué “Drive” ya dije que el protagonista, con su escorpión en la espalda, en realidad era el hijo de la cobra. Pues bien… resulta que tenía un hermano mayor clavadito, oiga. “Driver”… “Drive”… ¡Hostia, Nicolás, es que no tienes vergüenza, tío!

Si te gustan los muscle cars de los setenta y las persecuciones bien hechas, esta película es de OBLIGADO visionado. Las escenas están rodadas de narices y los coches rugen y chirrían con esa potente elegancia que después desterraran todos los horteras del tunning. Aquí no hay ni pegatinas, ni alerones, ni tatuajes, ni coches de inyección directa. Aquí los carburadores Weber se alinean de cuatro en cuatro bajo el capó para goce y disfrute de los oídos avezados y desesperación de los mecánicos que los tenían que ajustar. ¡Oh, yeah!

El guión, como he dicho, no mata, aunque realmente tampoco importa. Me sabe mal que maltrate al inspector encarnado por Bruce Dern, porque ese actor sí que me gusta realmente y no sé por qué no ha destacado más en su carrera. Quizás es que le tenga cariño porque después de ver “Naves Misteriosas” (1972) en mi tierna infancia quise ser él. Se trata de una peli fascinante si la ves de pequeño, de verdad, y tiene unos títulos de crédito preciosos. No digo más.

Acabo ya. Él último descubrimiento que me ha proporcionado esta peli es Isabelle Adjani, una auténtica preciosidad encarnando a una fría ludópata en una época en que las mujeres eran mejor tratadas por el cine comercial, se las trataba como a personas y no como a objetos, y no hacía falta siliconarlas para que “quedaran bien” junto a un coche.

Sólo un poco de pintalabios de la Adjani sobre el asfalto y me veo derrapando doscientos metros.
Joan Ramirez
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