Que pone Winston y no lo es. Rodada en Sant Adrià del Besòs, El Prat del Llobregat y una urbanización residencial del Maresme, la acción se sitúa en algún lugar de Estados Unidos. Con dos cojones, ¿no? Si no te fijas mucho, igual cuela, pero yo es que tengo muy, muy vistos esos pueblos.

La segunda parte de la imitación remite a David Lynch, pero a este producto le falta la magia del director de Terciopelo Azul. Entre otras cosas, Brad Anderson no ha entendido que para causar una impresión de monstruosidad no es necesario poner un “freak” en pantalla. Pensemos, por ejemplo, en la escena de Mulholland Drive en que Angelo Badalamenti, un caballero cincuentón elegantemente vestido, regurgita un café sobre una servilleta. Esa situación me resulta mucho más desconcertante y aversiva que cualquiera de las apariciones de John Sharian en este film, un tío que, pese a todo, conseguiría que yo no volviera a pedalear por los polígonos industriales en que esta película se rodó.

De todas formas, el maquinista es una película resultona, bien llevada. Se deja ver, es entretenida y confirma una de las interpretaciones más impactantes de Christian Bale. Debo añadir que tiene un desenlace que sorprende aunque no sea del todo original. De hecho, incluso se puede considerar un pelín gratuito o, en términos más académicos, algo patillero.

Pero bueno… qué le vamos a hacer si desde que Norman Bates fuera su propia madre todo es posible.