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Voto de Crotalus:
9
7,6
3.146
Drama
Retrato de la triste existencia de una chica que es maltratada por su padre y humillada por la gente de su pueblo. (FILMAFFINITY)
19 de agosto de 2013
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace muchos años, en una escuela de la Patagonia, tuve una alumna a la que llamaremos D.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
D. tenía catorce años, se sentaba en el primer banco, invariablemente sola, y llevaba una trenza gruesa de cabello crespo que le llegaba hasta la cintura. Nunca hablaba ni miraba a nadie. Cuando yo me sentaba a su lado para explicarle algo, contestaba con unos pocos monosílabos y ni siquiera en esa situación giraba su cabeza hacia mí: se ponía tensa, clavaba los ojos en el pupitre y sobre su labio superior, entre el vello sin depilar, brotaban gotitas de sudor. Yo sentía que su único deseo era que me levantara de la silla cuanto antes para ocuparme de otros alumnos. Logró atravesar la secundaria, haciendo un esfuerzo que creo ninguno de nosotros puede imaginar, ya que su vida era, según supe, igual o peor que la de Mouchette.
Y al igual que Mouchette, D. no podía aceptar nada bueno que llegara desde el mundo externo, porque simplemente nadie le había enseñado a ser digna de consideración. Hubo ONGs que trataron de ayudarla y también una escuela que tendió los puentes para que pudiera finalizar la educación media. Pero D. siguió hasta el último día de clases tan encapsulada y triste como siempre.
Mouchette es ella, Mouchette es D.. La sensibilidad de Bresson para captar y transmitir la tragedia de los pobres desdichados es infinita. Sin diálogos innecesarios ni golpes bajos nos hace saber que hay vidas en las que no existe el mínimo lugar para la esperanza. En el cine son frecuentes los guiones complacientes y moralistas donde cualquier desgracia puede y debe superarse. Pero la vida no es así, o al menos no lo es siempre. Y esto es lo que diferencia a un artista de un impostor: Bresson es una artista porque, además de manejar un exquisito lenguaje cinematográfico no finge para intentar seducir al público masivo sino que se limita a contarnos con la cámara lo que sus ojos ven en el mundo. Sin edulcorantes, sin eufemismos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mouchette sufre, de manera inconmensurable y por eso mismo derrama pocas lágrimas. Niega la violación frente al violador mismo, no le es posible soportar una humillación más y elige tomarla como acto de amor. Considera a la esposa del guardabosques como enemiga y protege a Arsène, porque no está dentro de sus posibilidades mezclarse con quienes han sido más afortunados, su lugar está con los más desgraciados, que como ella transitan por el camino marginal. Nada la une a una mujer que piensa que una niña debe ser protegida. Y ella, además, no se considera una niña. Por eso le dice: “Arsène es mi amante”.
La muerte de la madre la libera para disponer de su vida. Sale entonces de su casa y encuentra que le dan una mortaja; camina por el bosque y observa fríamente cómo los disparos persiguen al conejo, que en una carrera desesperada busca conservar su vida, pero los disparos son tantos que lo alcanzan y muere, sin sentido, como había vivido. Entonces Mouchette se viste con la mortaja, que es un vestido de mujer, y decide que ya no seguirá como el conejo escapando de los disparos. Mouchette es D. y ambas son también la mujer que al comienzo de la película, envuelta en un chal negro, nos conmueve diciendo: “¿Qué harán sin mí?” “El dolor en el pecho, como si tuviera una piedra dentro”. La mujer se levanta y sale de cuadro. Ahora sabemos a dónde fue. Igual que Mouchette, igual que D., que buscaron en el agua profunda del lago el sitio donde dejar esa piedra.
La muerte de la madre la libera para disponer de su vida. Sale entonces de su casa y encuentra que le dan una mortaja; camina por el bosque y observa fríamente cómo los disparos persiguen al conejo, que en una carrera desesperada busca conservar su vida, pero los disparos son tantos que lo alcanzan y muere, sin sentido, como había vivido. Entonces Mouchette se viste con la mortaja, que es un vestido de mujer, y decide que ya no seguirá como el conejo escapando de los disparos. Mouchette es D. y ambas son también la mujer que al comienzo de la película, envuelta en un chal negro, nos conmueve diciendo: “¿Qué harán sin mí?” “El dolor en el pecho, como si tuviera una piedra dentro”. La mujer se levanta y sale de cuadro. Ahora sabemos a dónde fue. Igual que Mouchette, igual que D., que buscaron en el agua profunda del lago el sitio donde dejar esa piedra.