El guardián invisible

Hace ya un tiempo cayó en mis manos la famosa triología -convertida hoy en auténtico best-seller- de la escritora donostiarra Dolores Redondo y a la que el departamento de publicidad de su editorial ha dado por llamar "La triología del Baztán". No soy un consumado lector de novela negra pero en esta ocasión traté de hacer una excepción debido principalmente a la afinidad de mis orígenes puesto que la acción se desarrolla en Elizondo, capital del Valle del Baztán, formado por un conjunto de 15 pueblecitos de ensueño en uno de los cuales transcurrió mi infancia. Conseguí a duras penas terminar el primer tomo y a la mitad del segundo, desfallecido sin remedio, decidí dejarlo. Y no es que Redondo no sepa de lo que habla o que la historia que nos cuenta carezca de interés, no, no es eso. El problema, al menos en mi modesta opinión, estriba en su escritura insoportablemente plana, el fraseo es una música mil veces oída, el estilo recurrente y manifiestamente cursi, plagado de tópicos -algunos ciertamente bochornosos-; introduce detalles inanes, conflictos domésticos de copia y pega, se regodea en antiguas leyendas de la zona, seres mágicos, mitológicos, en los que ni un párvulo cree, añade relleno y más relleno que finalmente termina agotando, no aporta nada al relato y tan solo consigue distraer la atención del lector, probablemente obligada nuestra narradora por su propia editorial que, según la moda al uso, exige que cada ejemplar lanzado al mercano no cuente con menos de 500 páginas.
Pero vayamos a la adaptación cinematográfica del primer volumen de la saga "El guardián invisible", de Fernando González Molina, director que ya alcanzó estimable éxito con "Palmeras en la nieve". Pues bien, a este hombre le ha salido una película soberbia apoyado en un estupendo guion de Luiso Berdejo. Su mérito radica en que han sabido desbrozar toda esa morralla que lastraba a la novela en un formidable ejercicio de síntesis. Así, la cinta, convenientemente exprimida, fluye aligerada de peso y consigue quedarse con la verdadera sustancia que la conforma.
González, a través de una prodigiosa fotografía -aspecto que no contempla la novela-, logra captar la atmósfera clautrofóbica de aquel Valle en el que el bosque respira quejumbroso en el cogote mismo de cada pueblo encerrado entre montañas donde la niebla, la lluvia, la humedad y el murmullo constante de los ríos, son centinelas eternos. Y todo ello contribuye, sin duda, a dotar de mayor misterio y suspense el desarrollo de este angustioso y sólidamente estructurado thriller policiaco.
Marta Etura, también donostiarra como Dolores Redondo, y que ya obtuvo un Goya a la mejor actriz de reparto en 2016 por "Celda 211", completa un espléndido trabajo en su papel de la inspectora Amaia Salazar. Se muestra sobria, contenida, frágil y poderosa a la vez, transmite la angustia, el dolor y el sufrimiento que la atormenta al ser destinada para una investigación en el pueblo que nació y del que huyó presa de un pasado que todavía le persigue.
En resumen, me ha gustado mucho esta la película, crea tensión, posee una fuerza dramática que no tiene ni por asomo la novela, se hace corta a pesar de sus 130 minutos y, en numerosas ocasiones, González nos espanta a base de sobresaltos haciéndonos brincar de la butaca. Me arriesgo a aventurar un gran éxito de taquilla para esta realización y no solo en España. Y para regocijo y orgullo de los habitantes del Baztán puede que, a partir de ahora, los tan apreciados txantxingorris de la zona adquieran categoria preferente en el paladar de los ciudadanos de otros muchos lugares del mundo.

Emilio Castelló Barreneche