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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Comedia. Drama. Romance Mathias (Kevin Kline), un neoyorkino que necesita dinero, viaja a París para vender el lujoso apartamento que acaba de heredar de su padre, con quien no tenía ningún contacto. Al llegar allí descubre que una señora mayor, Mathilde, vive allí con su hija. No tarda en enterarse de que, según la ley francesa, no podrá hacerse con el piso hasta que Mathilde fallezca. (FILMAFFINITY)
2 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi casa en París

Todos sabemos que la época estival no mantiene relaciones excesivamente cordiales con el buen cine o, al menos, con las mejores producciones de la temporada. Al doloroso vía crucis por el que ya atraviesa ésta nuestra bendita adicción durante el resto del año, se le unen en vacaciones el éxodo de sus espectadores habituales por lo que, las distribuidoras enlatan sus delicatessen a la espera de que soplen mejores vientos en septiempre.

He ido bastante al cine este verano y no puedo decir que, en general, haya visto malas peliculas. Es el caso de “Lejos del mundanal ruido”, “La profesora de parvulario”, “Todo saldrá bien” y algunas otras. Films, todos ellos, que se ven con gusto, están bien realizados, artesanalmente nada desdeñables, acompañados de buena música, estupenda fotografía, etc., pero, no sé, carecen de ese toque mágico, de esa tensión o fuerza inexplicable donde todas sus piezas encajan con admirable perfección para convertirse, finalmente, en una gran película.

Y como ocurre en la lotería -aumentan las posiblidades de ganar cuantos más números compres- sonó la flauta. Y maravillosamente, por cierto, en esta extraordinaria cinta que es “Mi casa en París”. 
Israel Horovitz no es un hombre joven pero sí un reconocidísimo director norteamericano de teatro. A sus venerables 76 años, con muchos éxitos a sus espaldas, prácticamente no había incursionado en el cine. Y es una lástima porque en esta cinta manifiesta unos recursos cinematográficos deslumbrantes llevando a la pantalla uno de sus éxitos teatrales, “My Old Lady”, y sin cercenar el delicado cordón umbilical que aúna dos disciplinas que requieren diferente expresión, logra este excepcional trabajo sabrosamente sazonado de diálogos inteligentes y no exentos de un humor que, en ocasiones, se torna amargo y desgarrador.

No se deje engañar el espectador por las apariencias; lo que inicia como una divertida comedia sin mayores complicaciones, va descubriendo, poco a poco, un foso sombrío que esconde el germen de un intenso dolor y frustación a través de la espléndida selección de actores que, en todo momento, transmiten veracidad y despliegan su talento a manos llenas. 
Kevin Kline, la veterana Maggie Smith y Kristin Scott Thomas están sencillamente soberbios, logran conmovernos, nos sumergen en las aguas turbias de su aflicción y haría falta ser un adoquín de hielo para no contagiarse del agónico calvario que tortura a sus personajes.

Una película, en fin, en la que Israel Horovitz -qué pena, repito, no se hubiera decidido antes- exhibe todo el inmenso potencial que atesora y ojalá que en un futuro nos estremezca de nuevo con la gracia y el genio de su infinita sabiduría.

Emilio Castelló
Rómulo
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