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España España · Gijón/Borja
Voto de Replicántropo:
8
Aventuras. Drama En 1560, poco después de la destrucción del imperio inca, una expedición española parte de las montañas de Perú rumbo a las selvas del Amazonas, en busca de la legendaria tierra de El Dorado. A través del diario del fraile Diego Gaspar de Carvajal iremos conociendo detalles y circunstancias de aquella peligrosa aventura... (FILMAFFINITY)
25 de mayo de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelvo a verla a raíz de empezar la lectura de "Ursúa", primera parte de la trilogía ambientada en el Amazonas en el S. XVI del colombiano William Ospina. Sólo llevo 100 páginas, y ya la recomiendo vivamente, excelentísima novela (no la desprecien aquellos que no coincidan con un servidor en la valoración de esta película); de ella tomo prestada (pág.76) la frase con que titulo mi reseña.
La película tiene multitud de disfunciones. En gran medida, es una obra fallida. No se corresponde ni con la realidad histórica, ni con la novela de Sender de la que hace una lectura libre. Por cierto, el escritor falleció en 1982, necesariamente tuvo que ver la película, ¿alguien sabe qué le pareció?.
Los desajustes documentales me dan igual. Veo la película como si no supiera qué ocurrió en realidad. Me interesa la recreación que Herzog (atención, es una mirada personal: otros tendrán otra, esta es la suya) hizo de un mundo en el que todo estaba por estrenar. Y como los cronistas de la época no eran estrictamente escritores, y además yo no tengo trabajadas sus crónicas, su visión de una expedición hacia lo desconocido como la que llevaban aquellos hombres me parece atractiva, incluso magnética. Logra transmitir al espectador (a mí al menos) el asombro alucinado de unos hombres que vivían en un mundo y una dimensión absolutamente desconocida.
Unos hombres que no habían terminado de salir de las supercherías medievales, pero debían conciliarlas con la realidad que se abría a sus ojos por primera vez; que nadie se las había contado antes, que no coincidía con lo que esperaban, y que en absoluto comprendían.
El ritmo lento, lentísimo, de la película no hace más que reflejar el asombro de esos seres que buscaban algo tan concreto como el oro, y encontraban desconcierto...
Hombres estupefactos ante su pequeñez en ese mundo informe en sus límites e inmenso en su dimensión; ellos, veteranos de campañas en Europa y Berbería, acostumbrados a dictar sobre vidas y haciendas, embrutecidos por la peligrosa conjunción de poder y desprecio a la cultura (que cuestionaría ese mundo del que vienen), se ven insignificantes en mitad de esa inmensidad de sierras, llanos, de desiertos, ríos y selvas.
El reflejo de esa perplejidad es el gran acierto de la película, en mitad de ese incomprensible entorno que los engulle, necesariamente se les va al voz, no queda nada que decir, y sólo pueden responder con más brutalidad: ante estímulos incomprensibles, se vuelve sobre lo que más se domina, en este caso la vocación de poder. Esa frase casi final de Kinski (magistral, lo lamento por quien no lo haya apreciado de ese modo, magistral en su desconcierto y sevicia; magistral en la ternura por su hija), "soy Aguirre, la cólera de Dios, la tierra que piso tiembla bajo mi peso..." resume la parte de delirio que hizo posible toda aquella aventura: sin creerse la fábula no hubieran intentado la realidad.
Replicántropo
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