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Voto de Rubén Sánchez Díaz:
10
Thriller. Drama. Terror A una mujer (Jennifer Lawrence) le pilla por sorpresa que su marido (Javier Bardem), un escritor en pleno bloqueo creativo, deje entrar en casa a unas personas a las que no había invitado. Poco a poco el comportamiento de su marido va siendo más extraño, y ella empieza a estresarse y a intentar echar a todo el mundo.
18 de octubre de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No iba a hacer esta crítica. Antes de la mitad del visionado de la película, ya había decidido que, bueno, aunque me estaba gustando, no tenía demasiados motivos para darle más de un 8 ni las ganas necesarias como para ponerme a escribir una crítica, sin embargo, algo me hizo cambiar de opinión, os lo voy a contar.

Se nos plantea una película atípica desde el primer momento: escaso número de personajes principales, ninguno de ellos con nombre propio; escasos, por no decir ningún, cambio de espacio, ni físico, ni temporal; ausencia de banda sonora; efectos argumentales, dramáticos y sonoros; entre otros recursos que te ponen en alerta para no perder un segundo de vista la pantalla (y vaya que si lo consigue). Todo esto crea un clima de tensión evidente que se va a manifestar e ir creciendo poco a poco, sin duda gracias a las magníficas interpretaciones, hasta llegar a un punto de agonía tal que te hará sentir realmente incómodo. Bien, hasta aquí nada nuevo, podría tratarse de cualquier película dramática un poco extraña por su rebuscada trama, pero nada fuera de lo común y menos para tratarse de Aronofsky, que está hasta comedido en esta primera parte. Lo que lo cambia todo aquí es la metáfora, y el conjunto de pequeñas y más sutiles y brillantes metáforas, que Darren utiliza sin que te des cuenta de lo que refleja hasta el final, además, de forma circular para perfeccionarla más si cabe.

A partir de la mitad de la película empecé a cambiar de opinión acerca de escribir esta crítica. Cuando ya empezamos a ver (pero no a comprender) que la película va a dar una vuelta de tuerca para estrujar aún más esa metáfora, esos efectos dramáticos, esas interpretaciones llevadas al límite, nos adentramos en una película totalmente diferente, evolucionada. Para convertirse en una sátira, una crítica total, sin tapujos, en la que nos vemos sumergidos sin darnos cuenta cómo hemos llegado allí. Y es aquí donde empezó la chispa que me hizo enfadarme como para escribir esta crítica para poner esta gran película en el lugar que se merece en contra de opuestos pensamientos.
Cuando todo se volvió difícil de entender, cuando la venenosa ironía se adueñó de la pantalla y el juego de marionetas que el director había pensado conectó los hilos con el público, este se empezó a reír. Al principio pensé: “la gente esta pillando realmente bien la metáfora”, me sorprendí a mí mismo. Pero no, para mí desilusión, los espectadores se reían porque decían no entender nada, con comentarios al encenderse las luces tales como: “¿qué ha sido esto?”, “vaya dos horas más perdidas” o simple y llanamente “menuda mierda”. Al escuchar eso caí en la cuenta de que no habían entendido nada. Al ver las caras de algunos los allí presentes, noté como se les había escapado toda la intención que en esta película subyace, toda esa alegoría bíblica (con pequeños detalles con ‘Él’ como centro, y ‘madre’ como objeto),toda esa crítica maravillosa a las relaciones sentimentales tóxicas (de ahí lo circular del filme y el marco espacial único, sellado, claustrofóbico), de la crítica del fenómeno fan (tan genial como nocivo, perfectamente retratado), la evidente y urgente crítica a la explotación a la madre Tierra, o incluso la crítica de cómo la sociedad responde a la cultura en relación con una ridiculización de la religión (esto fue una mezcla de miedo y humor realmente graciosa).

Creo que esta película requería para su visión algo que, como escribo en el título nos han quitado, o que nos quitan poco a poco. Nos han quitado la capacidad imaginativa, nos ha quitado la fantasía, nos han quitado el poder de adentrarnos en una historia sin necesidad de ser real, veraz, nos han quitado la capacidad de crítica, y lo que es peor, de autocrítica, nos han quitado la capacidad de reírnos, de soñar, de satirizar aquello que vemos desproporcionado o inútil, nos han quitado la capacidad de valorar lo bello y de despreciar lo banal. Y no solo es desesperanzador verlo en una sala de cine, es que da auténtico miedo, sin algo tan humano como estas características, hacia dónde vamos. Este es el discurso alarmista de la película, que nos viene a decir que el planeta ya no da para más, o que ya lo hemos agotado.

Más allá de esta pesimista reacción, solo puedo decir cosas buenas de esta película en su aspecto técnico además de lo que ya he dicho. Bardem y Lawrence están de escándalo, la trama es ácida, enrevesada y divertida, el surrealismo efectista adorna y engrandece, el trasfondo es un prodigio alegórico perfecto y la cámara da una sensación de inmersión en ese “paraíso” de forma magistral. Lo único que puedo criticar por gusto personal es el hecho de eliminar por completo la banda sonora, aunque puedo entender que haberla puesto podría haber provocado el exceso de angustia o todo lo contrario, suavizar una película que no lo necesita; y la cuestión técnica de la iluminación, muy escasa en gran parte de la película. Aunque esto son nimiedades en comparación a lo que puedes ganar valorando todo lo bueno que tiene esta gran obra (una vez más) de Aronofsky. Es una mezcla bastante razonable de sus excelsas obras anteriores Requiem por un sueño y Cisne negro, y, sin ser tan visceral como la primera, ni tan comercial (en el sentido positivo de accesible a todo el público) como la segunda, las tres son de ese estilo de películas que te hacen pensar y reflexionar, pues tanto durante como después de verlas he conseguido desarrollar una cantidad tremenda de ideas, que, al fin y al cabo, es la razón por lo que me gusta ver cine, leer un libro o escuchar música, porque me dan motivos para utilizar la cabeza, aunque sea un rato. Y este señor, hace obras de arte, ejercicios de reflexión, no absurdos pasatiempos, cine en mayúsculas, algo que, tristemente, cuesta cada vez más ver.
Rubén Sánchez Díaz
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