Quizá la culpa de que la frase del título merezca, por risible, desempeñar las funciones de título de mi crítica, sea de los encargados del doblaje y sólo de ellos, pero no puedo negar que esa ridícula frase recoge parte del espíritu de Distrito 9: intenta resultar contundente, y a la vez sincera, pero no utiliza para ello las palabras adecuadas, razón por la que acaba, en parte, cagándola.

El principal reclamo de esta historia es su presunta originalidad. Humano discrimina a alienígena. Buen nuevo tópico a explotar, que nos recuerda que la raza humana es mala mala, y no comprende, ni se esfuerza en comprender, a quien no se le parece. Pero hay un problema: esto ya lo sabíamos, y que nos lo venga a contar una película cuyo larguísimo tramo final sea una retahíla de explosiones y disparos procedentes de armas supermolonas, cargadas con viagra para empalmados adolescentes devoradores de palomitas, cuyos ojos se inyectan en sangre cada vez que el fuego acude a la pantalla, pues no cuela.

El tramo final este es largo de cojones, y repetitivo. Entre tanta pirotecnia, los sentimientos que se intentan introducir forzadamente caben de mala manera. Así que apaga y vámonos. Que el prota (a su manera entrañable y con carisma) se meta en un robot gigante y pelee lo que quiera, que salve a la raza extraterrestre, que un negro intente comérselo, que la peli empiece como un documental hecho por un organismo oficial pero que éste tenga una especie de música (o un efecto de sonido, yo qué sé) superinquietante, etc, está bien. Muy bien. Pero entonces cárgate el rollo moral, esfuérzate en que toda la acción no resulte aburrida, y no aspires a más.

Como méritos, puede atribuírsele el tener una buena idea inicial (que no lo es todo), que por momentos existe un equilibrio entre el thriller intergaláctico y el drama sobre discriminación, que a veces sabe utilizar sus bazas correctamente, y que en alguna ocasión tiene cierta fuerza (ese brazo alienígena...).

Pero son elementos disueltos en un batiburrillo con bastantes agujeros, pasable, y con tanta profundidad (además de la inevitable, o evidente, claro) como un anuncio de Citroen.